dependencia.info

¿Buscamos clientes diferentes?

Por Josep de Martí
Residencia de personas mayores.
Ampliar
Residencia de personas mayores. (Foto: Cáritas)

La residencia las Marismas, de la que, por cierto, eres directora, se precia de dar siempre un servicio excelente a sus clientes: personas mayores con un cierto nivel de dependencia que encuentran en vuestras instalaciones aquello que antes podían tener en sus casas, pero ya no. Una combinación de un servicio hotelero más que correcto en unas instalaciones adaptadas, con un completo equipo de profesionales a su disposición que les dan tanto apoyo en las actividades de la vida diaria como soporte personal 24 horas al día todos los días del año y un servicio sanitario complementario al público.

No sois una residencia barata, pero como les sueles decir a los potenciales clientes que os vienen a visitar: “Si hace el cálculo diario del precio, Las Marismas le sale mucho más barato que un hotel de tres estrellas en una capital”.

Hasta ahora nunca os había costado encontrar clientes, ya que el boca-oreja os funciona muy bien y vuestra presencia en Inforesidencias.com, tras haber obtenido un 100% de transparencia, ha hecho que las búsquedas on-line os funcionen muy bien.

Y aún así, ahora tenéis plazas libres.

A ello han contribuido tres factores principales:

  • Durante la pandemia tuvisteis bajas, algunas por covid-19 y otras por otras causas, que coincidieron con unos meses en los que no os permitieron hacer ingresos. Ese hueco todavía lo estáis notando.
  • La situación económica y el miedo a las residencias, generado injustamente por parte de algunos políticos y medios, está haciendo que haya potenciales clientes que estén retrasando la decisión de ingresar.
  • Algo muy específico en el caso de las Marismas es que durante el tiempo de la pandemia estaba previsto que se abriesen en la zona dos residencias nuevas. En principio tenía que pasar un año entre la apertura de una y la otra, al final se han abierto a la vez y la competencia está siendo dura, ya que son edificios grandes y nuevos de un aspecto muy atractivo. Sus gestores, además, han decidido hacer una campaña de descuentos para alcanzar un nivel mínimo de ocupación.

Y aquí estás tú, mirando por una ventana de la residencia, viendo como en el árbol más alto del jardín unas pocas hojas arrugadas y marrones se aferran a las ramas negándose a aceptar que su tiempo ha pasado y sin saber que la próxima racha de viento, por leve que sea, puede acabar con ellas en el suelo sin que puedan hacer nada por evitarlo. El invierno suele llevarte a estados de melancolía y el reciente fallecimiento de una residente con la que habías establecido, sin darte cuenta, un vínculo, te trae a la mente a cada momento pensamientos de lo fugaz que es nuestro paso por el mundo. De lo fútil que es nuestro tránsito terrestre.

Una llamada te saca de tu ensoñación. Es la segunda que te hace una mujer de 55 años que te preguntó si sería posible ingresar a su madre de 88, que viven con alzheimer, es incontinente y no puede caminar; con la condición de que ella, la hija, también ingresase en la residencia. Ha pensado en una habitación doble. Quiere poder dormir en la residencia y hacer vida la mayor parte de los días, aunque sabiendo que habrá otros, o incluso temporadas, en que se irá. “Soy soltera y vivo con mi madre en su piso. La llevo cuidando un tiempo y he contado con personal de apoyo, pero creo que esta solución podría ser buena. Mi idea es tener una habitación doble grande y, los días que esté yo, pasar la mayor parte del tiempo en la habitación, incluso si nos pudiesen traer la comida a la habitación, pagando lo que cueste, sería perfecto. Mi idea es que mi madre pudiese ir al gimnasio y a las actividades que me pareciesen adecuadas”.

Vea aquí residencias de Valencia

La cosa, en principio te pareció bastante extraña. En tiempos normales, con la residencia llena y con lista de espera, lo más seguro es que hubieses declinado directamente. De hecho, hace unos años una familia os propuso ingresar a su madre, pero que en la habitación también viviese otra señora que la había cuidado en su casa durante unos años, estaban dispuestos a pagar como si la cuidadora fuese una residente y que ella la atendiese y la acompañase como en casa llamando sólo a las auxiliares cuando las necesitase. Entonces dijisteis que no podía ser. Ahora, no lo ves tan claro. La hija te ha dicho que entiende que el servicio va a ser costoso y tienes la habitación doble más grande de la casa, una que en principio se pensó para ser un mini apartamento, disponible.

La hija te ha vuelto a llamar para preguntarte si podría instalar fibra óptica en la habitación. Cómo ella básicamente teletrabaja, podría hacerlo desde allí los días que se quedase. Te ha insistido en que le diga un precio y cuándo podrían ingresar.

Has consultado la situación con el asesor jurídico de la residencia y ve un obstáculo en la Ley de Servicios Sociales y la reglamentación, ya que existe un límite de edad para el ingreso en residencias que la hija no reúne. Y aún así te parece que, para la madre, que sufre deterioro cognitivo, el hecho de continuar con su hija, la experiencia podría ser positiva. El abogado te ha propuesto hacer una consulta por escrito a la inspección. En principio te resistes, ya que, por experiencia, sabes que muchas consultas, por inocentes que sean, acaban en una inspección del centro con resultados siempre imprevisibles.

La situación actual te hace pensar en una llamada que recibiste hace un par de años de una asociación de familiares de personas con problemas de salud mental en la que te pedían si podría atender en la residencia a personas de mas de 55 años, enfermos mentales crónicos, que necesitaban una vida ordenada y tomarse la medicación para poder llevar una vida totalmente normal. Con la residencia llena, no le diste más pensamiento. Sí recuerdas cuando un verano hace unos cuantos años tuvisteis en la residencia a un hombre de 45 años, tetrapléjico, que vivía con su familia y al que os pidieron atender durante las vacaciones familiares. En la residencia vivía una tía suya. Lo hicisteis entonces sin pedir permiso a nadie y todo fue bien.

El dilema que se te plantea es claro. ¿Debes continuar centrada en lo que ya conoces, atender a personas mayores dependientes y esperar a que se recupere la demanda, algo que, sin duda sucederá en los próximos meses, o deberías abrirte a explorar la llegada de nuevos clientes que no sean necesariamente mayores?

Se te ocurre que una posible solución puede ser pedir un precio ridículamente alto de forma que no le tengas que decir que no y, si acepta, pues asumes los riesgos. No es la forma de actuar con la que te sientes cómoda, pero estás buscando opciones y esa sin duda sería una.

¿Qué harías tú?

Nota: Me gustaría mucho poder recibir reseñas de experiencias de residencias que acojan y atiendan a personas que no sean mayores.

Autor: Josep de Martí, Jurista y gerontólogo

Promotor de Inforesidencias.com

Valora esta noticia
5
(1 votos)
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios