En la residencia las Marismas, de la que por cierto eres directora, el coronavirus no ha llegado a entrar. Nunca sabréis si fue por las medidas que tomasteis incluso antes de que las estableciese como obligatorias la administración, puramente por suerte o por una combinación de ambas cosas. Esa ausencia de enfermedad no quiere decir que las cosas hayan sido fáciles.
La suspensión de las visitas se ha alargado mucho y esto ha pesado en los residentes. El teléfono y el ordenador han permitido cierta “intimidad en la distancia” pero no es lo mismo.
Durante los últimos meses tuvisteis dos momentos en los que algunos residentes mostraban síntomas compatibles con la enfermedad, lo que hizo que tuvieseis que confinarlos en los dormitorios, reorganizar los espacios y hacer algún cambio de habitación. Todo quedó en un susto cuando conseguisteis que se hiciesen tests PCR.

Ahora la cosa está más tranquila pero la residencia sufre de otra forma: la económica.
El cierre del servicio de centro de día y la defunción de algún residente sin relación con Covid19 ha hecho que los ingresos se hayan visto afectados. Los gastos, por otro lado se han incrementado. La compra de material de protección a precios exorbitantes y los nuevos protocolos de funcionamiento han producido que, a pesar de tener menos usuarios, hayáis tenido que mantener el personal y cubrir algunas bajas.
Todos celebráis el advenimiento de la “Nueva Normalidad” y, a medida que examináis cómo será, la preocupación económica se incrementa.
El nuevo sistema de visitas supone que los familiares deberán tener cita previa (lo que supone crear un sistema y dedicar el tiempo de alguien a gestionarlo, o sea, coste); cuando la visita llegue habrá que hacer una pequeña entrevista, mirar si por el aspecto, toma de temperatura o por lo que nos diga es sospechosa de tener la enfermedad en cuyo caso habrá que evitar la visita (de nuevo, alguien tendrá que hacerlo, o sea, más coste). La visita deberá entrar con equipo de protección y pasar por un camino marcado a una zona determinada que deberá estar desinfectada donde podrá pasar media hora con su ser querido a dos metros de distancia sin tocarse y preferiblemente con una mampara transparente entre ambos (más coste).
Como recomiendan que las visitas en este momento sean semanales, esperamos que no haya acumulación. Aún así, según nuestros cálculos, es posible que tengamos que dedicar a una persona de forma íntegra a esta nueva función.
En las Marismas siempre hemos considerado que el contacto de los residentes con sus familiares es primordial por lo que, hasta febrero, no teníamos un horario de visitas sino unas “recomendaciones de respeto” en el que pedíamos que no viniesen a verlos de noche o mientras estuviesen haciendo actividades que disfrutasen.
Ahora el tema económico empieza a pesar cada vez más. Lo llevamos pensando unos días y nos estamos planteando que el familiar que venga de visita pague por el EPI que debemos facilitarle. Incluso hemos pensado cobrar por cada visita mientras duren los requisitos restrictivos. Esta idea la hemos descartado, no porque no la consideremos necesaria sino porque entendemos que podría ser malinterpretada.
No sabemos exactamente qué, pero algo deberemos hacer, ya que la pandemia ha lastrado las cuentas de la residencia hasta tal punto, que con los nuevos requisitos y la ocupación actual, difícilmente podremos durar un año.
La prioridad ahora es que en la ‘Nueva Realidad’ pueda seguir funcionando la Residencia las Marismas.
Nota: los requisitos descritos de la visita no corresponden exactamente a ningún lugar concreto.
Autor: Josep de Martí Vallés
Jurista y Gerontólogo
Consulta aquí residencias de toda España