Sigo intentando visitar las 10 mejores residencias del mundo desde el punto de vista arquitectónico y, después de haber estado hace poco en la Casa de Misericordia de Alcázer do Sal, aprovecho un viaje a Londres para conocer el Royal Hospital de Chelsea.
Supongo que, así como la residencia portuguesa está en la lista por su diseño vanguardista, ésta lo está más por lo contrario: un edificio del siglo XVII que lleva ininterrumpidamente desde entonces funcionando como residencia de personas mayores aunque con una peculiaridad: todos los y las residentes son veteranos del ejército de su Graciosa Majestad.
Al igual que en Les Invalides de París, edificio contemporáneo del de Chelsea, la idea era acoger a soldados mutilados y ancianos.
Actualmente se pueden concertar por avanzado visitas a la residencia en las que un residente hace de guía del complejo, formado por varios edificios que se han ido adaptando al paso del tiempo y entre los que el más moderno es la Enfermería Margaret Thatcher, que acoge a los residentes más dependientes.
El edificio principal es impresionante, un pabellón central del que salen dos alas formando una “U”, en el centro de la cual hay un gran jardín en el que destaca una estatua dorada del rey Carlos II vestido de emperador romano. Todo el conjunto está orientado hacia un gran parque urbano. Parece mentira que estemos en Londres. Este aspecto majestuoso y el hecho de que los residentes vayan uniformados con una casaca roja y con un gorro militar más propio de otros tiempos, da una impresión de que te adentras en un túnel del tiempo.
Algo que resulta muy sorprendente de esta residencia, sobre todo de la parte antigua, es que cada residente tiene un cubículo de madera de 9x9 pies (7,5m2) con una puerta y una ventana que dan a un pasillo. Los lavabos son compartidos. Esta distribución que da un aspecto bastante “cuartelario” a las unidades se ha mantenido en el tiempo y es, junto con las casacas rojas, lo más característico del Royal Hospital. Los ingleses son tan tradicionales (o “tradicionalistas”) que han mantenido una distribución que con toda seguridad sería considerada como totalmente ilegal en cualquier lugar de Europa (dormitorios interiores de tamaño muy reducido). Aún así, los y las residentes no parecen objetar. Todos han servido en el ejército de forma que en su historia de vida habita el recuerdo de las camarillas o dormitorios comunitarios.
No toda la residencia está distribuida en cubículos. También está la enfermería, una residencia dotada de habitaciones con baño y zonas con “mini apartamentos” en los que cada habitación cuenta con baño propio y un pequeño despacho.
Durante la visita me informan de que en la capilla central se va a celebrar una ceremonia anglicana y me apunto. No estoy familiarizado con la liturgia aunque no es demasiado diferente de la católica. Otra vez la sensación de túnel del tiempo. Rodeado de personas muy mayores vestidas con sus casacas rojas, luciendo sus medallas, sigo los himnos con acompañamiento de órgano. Al acabar la ceremonia saludo al pastor y a algunos de los asistentes. Les parece curioso que haya venido desde España a visitar su casa.
No dudo de que se trate de una de las diez residencias más originales del mundo, pero, como casi todo lo que es muy original y sui generis, difícilmente puede servir para importar algo más allá de la idea de que, a veces, vale la pena mantener cosas por el mero hecho de que han estado allí durante muchos años.
Me pregunto si en España existe alguna residencia para militares retirados.