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Una de las diez mejores residencias del mundo

Una de las diez mejores residencias del mundo

Por Josep de Martí
jueves 17 de mayo de 2018, 01:30h

  • Residencia Santa Casa de Misericordia de Alcácer do Sal en Portugal.


  • Residencia Santa Casa de Misericordia de Alcácer do Sal en Portugal.


  • Residencia Santa Casa de Misericordia de Alcácer do Sal en Portugal.

Hace un tiempo publicamos en el blog de Inforesidencias un post sobre cuáles eran las 10 mejores residencias de mayores del mundo desde el punto de vista arquitectónico. Eso de los rankings tiene mucho éxito en internet y nos pareció que, aunque con toda seguridad el resultado sería discutible, valía la pena ver lo que pensaba un prestigioso portal de arquitectura inglés sobre esta cuestión.

Desde que publicamos la lista me ronda la cabeza la idea de intentar visitar las diez y poder escribir una opinión sobre cada una.

Es una lástima que entre todas ellas no aparezca ninguna residencia de mayores situada en España. Pero sí hay una en Portugal, de forma que, aprovechando que mis amigos de RUTIS (Red de Universidades de la Tercera Edad de Portugal) me han invitado recientemente a participar en unas jornadas, en la que precisamente impartí una conferencia titulada “La mejor residencia para mayores”, he podido visitar la Santa Casa de Misericordia de Alcácer do Sal.

Lo primero que sorprende de esta residencia es que, tras un nombre que inspira en la imaginación imágenes de muro grueso y campanario, se esconda una muestra de evolución geronto-arquitectónica tan original.

La Santa Casa de Misericordia de Alcácer do Sal es un complejo formado por un edificio, ahora casi desocupado, de principios del siglo XX donde estaba la residencia original; otro, antiguo consultorio en el que se ofrecía servicios sanitarios a la población y que ahora está ocupado por una residencia para personas mayores no dependientes de 20 plazas; y la joya de la corona: un edificio alargado y serpenteante, que ha ganado premios de diseño arquitectónico y que alberga la residencia para 60 plazas.

Pongo algunas fotografías para acompañar mi explicación (también he colgado en Youtube un vídeo con la visita). Lo que encontramos es una estructura ajedrezada de un blanco deslumbrante roto por grandes ventanales, que parece surgir del suelo contrastando con el azul del cielo y el verde del césped del jardín, con unos retranqueos y esquinas que dan un aspecto exterior muy atractivo en el que, a pesar de los ángulos y líneas rectas notamos un “algo” orgánico.

Cuando entras en el edificio los detalles adquieren sentido ya que el arquitecto ha dotado a casi todos los dormitorios de un balcón integrado en la estructura del edificio (de ahí los retranqueos). El diseño parece haber querido huir de los pasillos largos a pesar de estar ante un edificio claramente longitudinal. Eso lo consigue haciendo que el conjunto parezca reptar sobre un terreno en desnivel. La imagen vista desde arriba asemeja un inquietante signo de interrogación.

Que el edificio es original es indiscutible. Que sea bonito es algo más subjetivo: a mí me lo parece. Su llamativa estética hace que, según me cuenta el director y empleados que me acompañan, continuamente se filmen en su jardín anuncios de coches deportivos y otros productos que quieren impregnarse de ese aire futurista que ha hecho ganar varios premios a los arquitectos que diseñaron la residencia.

Dicho esto la pregunta es obligatoria. ¿Aporta esta original arquitectura un plus a los servicios que ofrece la residencia?

A pesar de lo vanguardista del aspecto exterior, lo que envuelven las blancas paredes es un concepto residencial “tradicional”, o sea, salas y espacios de convivencia, principalmente en la planta baja y dos plantas superiores en las que, sobre todo, hay dormitorios (casi todos dobles) con cuarto de baño y balcón.

En la primera planta hay lo que podríamos llamar “unidad de demencia”, o sea, unos dormitorios con una sala para los residentes con mayor deterioro cognitivo. Quizás me equivoco, pero la sensación que me produce esta unidad es que los gerentes y profesionales del centro han aprovechado un espacio para ese uso. No parece que se diseñase al efecto ya que, creo, de haberlo hecho, hubieran aprovechado más el acceso al espacio exterior que queda a pie plano o se hubiese diseñado una sala más amplia y luminosa.

El arquitecto dedicó mucha imaginación a los espacios de convivencia de la planta baja, con abundante iluminación natural, separados en diferentes zonas y con un techo con pequeños agujeros para impedir que los sonidos se conviertan con el eco en ruidos. También ha distribuido por el centro muchos armarios, zonas de trabajo y mini-almacenes de forma que haya sitios para guardar sillas de ruedas, grúas, carritos de limpieza o pañales. Todo en un entorno en el que domina el color blanco (suelos de mármol, paredes, puertas y armarios del mismo color), dando una gran armonía al conjunto.

Y aún así, la sensación que da la residencia es muy “pre-diseño-ACP”, o sea, hay muchas personas en las salas sentadas en cómodos sillones dispuestos de una forma ordenada. A pesar de que los dormitorios son amplios y luminosos, durante la visita, que tiene lugar por la tarde, casi todos los residentes están en la planta baja.

Los blancos pasillos con puertas blancas y suelo de mármol blanco se me antojan muy poco hogareños. A un lado del pasillo todo son armarios empotrados y ventanas; al otro están las puertas de las habitaciones que también son blancas aunque se diferencian porque su parte inferior tiene una protección metálica para evitar el deterioro que ocasiona el roce con las sillas de ruedas y por unos pollos de tela colgados de la pared en el que unas fotografías de los residentes indican quién vive en esa habitación. Me explican que fue el propio arquitecto quien trajo esos muñecos para poner en las puertas.

Los dormitorios son muy amplios y luminosos (la ventana ocupa casi toda una de las paredes con cristal de suelo a techo); los residentes pueden traer cosas de casa para personalizar su cuarto con el límite de no poder agujerear las paredes lo que, unido a que casi todas tienen unas colchas de diseño muy juvenil te hace dudar a ratos si estás de verdad en una residencia de mayores o en otro tipo de establecimiento.

El director y los empleados tienen buenas palabras para el diseño del centro aunque no los veo muy entusiasmados y se muestran más interesados en explicarme el sistema de atención que utilizan, llamado Humanitude, un modelo que me resulta familiar y parece basado en los principios de la Atención Centrada en la Persona. En pocas palabras: intentan organizar el cuidado según las preferencias y necesidades de las personas mayores. Eso afecta a la hora de levantarse, el sistema de duchas, cómo se llevan a cabo las higienes de personas más dependientes, la elección y elaboración de los alimentos y muchos otros aspectos. Me recomiendan un libro y una pagina web http://www.humanitude.pt/ que plantea su sistema de atención.

Los residentes con los que hablo, entre ellos un hombre de 103 años que deambula solo por el jardín con su silla, se muestran muy contentos y orgullosos con “su residencia” lo que me lleva al convencimiento de que el diseño arquitectónico, sin duda, ayuda; pero es el sistema de trabajo lo que hace que las personas puedan vivir bien en una residencia.

El director del centro me muestra el proyecto en el que están trabajando ahora y que les permitirá convertir el edificio antiguo en una nueva residencia para mayores dependientes, muchos con demencia. Para mi sorpresa, los planos muestran un centro con un diseño bastante más convencional que el del edificio nuevo. ¿Por qué no han vuelto a apostar por una arquitectura de las que gana premios? Imaginen la respuesta.

Muchas gracias a Luis Jacob, directivo de RUTIS, que concertó la visita y me acompañó, así como a Ricardo Cipriano, director de la residencia y a su equipo por dedicarme casi toda una tarde y ser tan amables y obsequiosos. Moito obrigado!

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