La semana pasada participé en la jornada de conmemoración del 30 aniversario de ACALERTE, patronal del sector de atención a personas mayores dependientes de Castilla y León. Me pareció un acto muy bien organizado, además de interesante y emotivo. Como también me invitaron hace cinco años a la celebración de sus 25 años, este encuentro suponía para mí un cierre del paréntesis terrible que ha supuesto la pandemia.
La conferencia que impartí la empecé a preparar volviendo del viaje geroasistencial a Islandia que habíamos realizado sólo tres semanas antes y lo cierto es que no me costó relacionar ambas cosas porque uno de los primeros viajes de Inforesidencias nos lo encargó ACALERTE en 2009 con la finalidad de saber cómo funcionaban las residencias en Suecia y poder traer ideas que permitiesen mejorar las que teníamos en España. Aquel viaje tuvo algo especial: entre los asistentes había varios altos cargos de la Junta de Castilla y León incluyendo el entonces consejero y el jefe de la inspección.
Por aquel entonces, la idea de “unidades de convivencia” o la Atención Centrada en la Persona eran conceptos casi desconocidos en España. El hecho de que todas las residencias que veíamos en Suecia estuviesen organizadas arquitectónicamente en unidades pequeñas fue algo que impactó fuertemente en los políticos que asistieron al viaje. Tanto que cuando volvimos a casa Castilla y León se convirtió en una comunidad pionera en la implantación de este modelo.
En aquel viaje sucedió algo curioso que he explicado muchas veces. En una mesa había una documentación explicativa del modelo que los asistentes teníamos que coger para ampliar la información que nos daban. En un lado había un documento de texto con detalles de funcionamiento que incluía fotografías muy bonitas, explicaciones y ejemplos; en otro unas hojas de cálculo que explicaban la ratio de personal requerida para poner en práctica el sistema y el coste que suponía. Casi todos los asistentes cogieron un ejemplar de cada, salvo los políticos y representantes de la administración, que tomaron el Word, pero se dejaron el Excel en la mesa.
De ahí viene uno de los problemas que vivimos hoy en España cuando hablamos de “nuevos modelos”, de “unidades de convivencia” y de “Atención Centrada en la Persona”: nos quedamos con algo muy importante, que son las definiciones, requisitos y positivos efectos que supone su adopción, pero nos olvidamos de que son más caros e intensivos en personal en relación con los modelos que tenemos en la actualidad.
Siempre que explico la anécdota acabo diciendo la verdad. Lo de la mesa con los documentos me lo he inventado. Nunca sucedió tal cual. Lo que sí es cierto es que en cada visita nos hablaron de ratios de personal cercanas o superiores a 1 y de precios que casi triplicaban los que se pagaban en España. Creo que la idea de que “cogieron el Word y se olvidaron del Excel” es tan gráfica que sirve muy bien para ilustrar lo que sucedió, aunque no aconteciese tal cual (“se non è vero, è ben trovato”).
Muchos viajes después, en Islandia nos hemos encontrado algo parecido. Un país con menos de 400.000 habitantes, con un 16% de personas de más de 65 años (o sea, bastante más joven que España), y que se encuentra con que ha adoptado un modelo escandinavo con unidades de convivencia de 10-12 plazas y ratios cercanas a 1, que al final les cuesta entre 9.000 y 12.000 euros al mes por plaza, de los que el usuario paga como máximo unos 4.500; el resto lo asume la administración. Para poner en contexto las cosas, el salario de una enfermera ronda los 6.000 euros y el alquiler más bajo que puedes encontrar por un piso de un dormitorio en Reykiavik es de unos 1.500 euros al mes.
Hasta ahí todo muy escandinavo, lo que diré ahora se me antoja más nuestro: junto con las relucientes residencias recién construidas con premio internacional de arquitectura incluido, hemos visto residencias más antiguas en las que la mayoría de los dormitorios son dobles y que funcionan de una forma más tradicional. Nos han hablado también de residencias aún más antiguas, construidas por las cofradías de pescadores en los años treinta del siglo pasado y remodeladas después, en las que hay dormitorios triples.
Cuando les hemos preguntado si pensaban transformarlas convirtiendo todo en individual nos han dicho que lo más seguro es que no puedan hacerlo debido a la gran presión asistencial. Casi todas las residencias tienen cuatro o cinco personas en lista de espera por cada residente y la construcción de las últimas les ha costado tanto que piensan que va a ser difícil construir muchas más en el medio plazo.
En Islandia casi todas las residencias son públicas (pertenecientes a ayuntamientos) existiendo alguna de entidades sin ánimo de lucro (como la cofradía de pescadores) y alguna entidad privada que gestiona plazas públicas y ofrece las privadas a la administración en algo parecido al concierto. Comparten con nosotros el reto de atraer y mantener personal cualificado.
De esto trató en parte mi intervención en el aniversario de ACALERTE, a quienes desde aquí vuelvo a felicitar como hice el día 20 de octubre en Quintanilla de Onésimo. ¡Felicidades!