Esta semana estamos de viaje por Nuremberg (Alemania) un grupo de empresarios y profesionales para conocer cómo funcionan las residencias y otros servicios para personas mayores en ese país. Llevamos más de treinta viajes organizados y ésta es la primera vez que, además de asistentes españoles, han venido participantes de la América Latina y también se ha apuntado un alemán.
Al principio nos resultó casi chocante que tres personas estuviesen dispuestas a cruzar el Atlántico para conocer cómo funcionan las residencias en Europa. Ahora que nos hemos conocido veo que los viajes geroasistenciales han conseguido algo que en principio no habíamos planificado.
Nuestra idea ha sido siempre viajar para ver cómo se hacen las cosas en el mundo de la atención a mayores. Después de los primeros cuatro o cinco viajes empecé a usar una frase: "No digas que es imposible, yo te llevaré a verlo y descubrirás que quizás es caro o difícil, pero no imposible". Eso se aplicaba en los primeros viajes en 2007 a las unidades de convivencia, a tener cocinas en las habitaciones o a poder tener habitaciones de ocho personas para atender de una forma "súper-personalizada" a personas con deterioro cognitivo (eso último es lo que en Alemania, Suiza y Austria conocen como Oasis-Pflege, y que vamos a volver a visitar estos dias en Nuremberg).
La muestra de que las cosas pueden ser difíciles, pero posibles, las he visto de regreso cuando he visitado residencias en España que han aplicado de forma adaptada aquello que vieron en Suiza, Noruega u Holanda. Con el tiempo, muchos de los asistentes a los viajes, especialmente los que han repetido y venido a varios, me han dicho que, si bien es importante lo que se visita, hay un elemento que hace a los viajes especialmente recomendables: el hecho de compartir unos días con un grupo de personas de diferentes orígenes que comparten ámbito de actividad y, muchas veces, pasión.
En este viaje tenemos asistentes de Cataluña, Islas Canarias, Madrid y País Vasco (ademas de los argentinos y el alemán). Las conversaciones entre ellos después de visitar cada centro: "Me gustaría que esto lo viese mi inspectora"; "nosotros tenemos algo parecido"; "pero, ¿cómo calculan la ratio de personal?", Están dando pie a intercambios que, por experiencia sé que se convertirán en relaciones profesionales y en visitas cruzadas. Que dos personas de comunidades/países diferentes discrepen, tras visitar una residencia alemana, sobre si es mejor tener un stock importante de material en la residencia o trabajar con "stock cero" o sobre si la limitación del uso de contenciones supone arriesgarse a un uso excesivo de farmacológicas, se me antojan como casos prácticos de los que se plantean en algunos cursos de postgrado de dirección de residencia, aunque con la frescura y desenfado de hablar mientras se toma una cerveza y unas salchichas.
En este viaje hemos visitado residencias distribuidas en unidades de convivencia de diferente tamaño, pero que comparten la idea de "comunidad", en la que la habitación de cada residente (en Alemania, casi el 70% son individuales) es "su casa", la unidad de convivencia se convierte en "su barrio" y la residencia en "su pueblo". Hemos visto como para ir a las actividades que se hacen en las zonas comunes los usuarios hacen aquello que solemos hacer en casa cuando salimos para ir al cine o a cenar fuera. Esta idea de "comunidad" en la que las gerocultoras/auxiliares son asignadas a unidades concretas (o a veces a dos unidades), y existen profesionales de referencia, es la que estamos intentando aplicar en España con la llegada de la filosofía de la Atención Centrada en la Persona. Pero, ¡hay unidades de 20 usuarios! Existe un consenso de que unidades más pequeñas son mejores, pero también de que el gran problema que tienen en Alemania (esto nos sonará familiar), es la dificultad para encontrar personal cualificado.
En el viaje también hemos visto un concepto híbrido entre unidades de convivencia y apartamentos. O sea, un centro en el que cada persona vive en su apartamento privativo (una vivienda completa), y éstos, a su vez, están agrupados y comparten unos espacios comunes con una cocina para el grupo.
Volviendo al Oasis-Pflege, u "oasis de cuidados", resulta interesante y muy llamativo ver cómo lo que a simple vista podría considerarse una habitación para ocho personas es, en verdad, una unidad de convivencia sin paredes en la que atender a personas mayores con graves deterioros cognitivos. Como decía antes, hemos visto este modelo en Austria, Suiza y Alemania. En algún caso, con un funcionamiento tan exitoso que la residencia ha montado un aula en la entrada para atender a los grupos que vienen de diferentes países para conocerlo.
Estos modelos pueden gustar o no, pero no se puede negar que son innovadores y que muchas personas mayores y sus familiares los eligen. El hecho de que se pudieran considerar ilegales en España tras la aprobación de los criterios de Belarra, es un tema de reflexión adicional que plantea el viaje.
Nuremberg es, junto con Estocolmo, la ciudad que más hemos visitado en los viajes geroasistenciales, y es así porque aquí se celebra la feria Altenpflege, que es la más grande de Europa en materia de atención a personas mayores. Dedicamos casi un día entero a la vista, y nos detenemos con el grupo en la zona de innovación donde, en los años que llevamos, hemos visto como algunos productos han pasado del prototipo al mercado.
Este viaje no podríamos celebrarlo sin el indispensable apoyo organizativo de Stephan Biel, un gran profesional con quien colaboramos desde hace más de quince años.
Y en mayo... ¡nos vamos a Berlín! Una ciudad a la que sólo hemos ido en una ocasión y que se está convirtiendo en un faro de innovación gerontológica.
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