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EL RINCÓN DEL DIRECTOR

De la cárcel a la residencia

Por Josep de Martí
Opina sobre este caso práctico en la gestión de residencias y envíanos lo que harías tú.
De la cárcel a la residencia
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Nota del autor: Hace unos años escribí en mi blog un a entrada titulada “Cuidar ancianos en el futuro ¿En residencias o cárceles?”. No me imaginaba que después de hablar con unos directores de residencias escribiría este caso práctico que parece tener relación con el post.

En la residencia Las Marismas, de la que por cierto eres el/la director/a, tenéis como residentes a dos personas que llegaron hace un mes de una forma algo peculiar.

Ambos vinieron en una ambulancia directamente de una prisión donde cumplían largas condenas y en las que al superar los 65 años y sufriendo alguna enfermedad crónica se les ofreció una especie de “libertad condicional” que debían cumplir ingresados en una residencia de mayores donde ocupan, desde entonces, una plaza concertada con la administración.

Nadie consultó con los propietarios de la residencia si deseaban o no acoger a esos residentes ni recibieron una información especial sobre si había una forma especial de tratarlos, por lo que, al venir como usuarios de plaza concertada, sencillamente se les aceptó en el centro.

En principio decidisteis que su peculiar lugar de procedencia no tenía que ser conocido salvo que ellos, con la capacidad cognitiva mantenida, decidiesen compartirlo. La realidad es que en menos de 24 horas tanto los empleados como los otros residentes y los familiares sabían que teníamos a dos “expresidiarios” en la residencia. Ellos mismos lo dijeron nada más llegar.

Uno de los dos ha sido desde su ingreso “un residente más”, con su peculiar historia de vida: hace unos años fue condenado por un atraco con lesiones y ahora, sufriendo una insuficiencia cardíaca bastante acusada, lleva una vida bastante tranquila. No participa en casi ninguna actividad, salvo en la “gimnasia sentados”, y pasa mucho rato en el jardín, mirando la televisión o en la habitación que comparte con otro residente con el que tiene una relación cordial aunque distante.

El otro es un caso diferente. Tiene 68 años, hace poco le amputaron una pierna y parte de un pie por lo que tiene que moverse en silla de ruedas. Él dice que fue condenado hace años por asesinato aunque no sabemos si es cierto. Lo que sí sabemos es que su adaptación a la vida de la residencia está siendo muy difícil. Las mayor parte de auxiliares le tienen miedo ya que dicen que les hace comentarios muy groseros y tiene “las manos largas”.

Tras probar que compartiese habitación con dos personas diferentes, por las reticencias de los familiares, y aunque no vayamos a poder cobrar el suplemento de habitación individual, hemos decidido asignarle una que había quedado vacante. La hora de la higiene y de las movilizaciones la hemos resuelto recurriendo a los dos auxiliares hombres con que contamos y que son los únicos que han congeniado con él.

Hemos hablado con él y es de trato difícil. Muy desconfiado y con una actitud muy desdeñosa. Nos ha dicho que no ha tocado a ninguna “de las chicas” y que le están discriminando por haber estado en prisión. Que “él no ha hecho nada” y sólo quiere que le dejen en paz.

Ahora vemos llegar un momento complicado. Se acercan las fiestas de Navidad. Uno de los auxiliares hombres tomará diez días de vacaciones que le corresponden y el otro, por cuestiones de turnos, faltará varios de esos días.

Nosotros tenemos sentimientos encontrados. Por un lado, entendemos que las auxiliares tengan cierto miedo debido más a la actitud y aspecto del residente que a lo que verdaderamente haya podido hacer. Por el otro, pensamos que deberíamos ser capaces de ofrecer un servicio de calidad a este residente. En el fondo vemos en él a una persona dependiente con una peculiar historia de vida. ¡Estamos hechos un lío!

Algunos familiares nos dicen que, si queremos, ellos pueden quejarse ante la administración para que “devuelvan a la cárcel” a esos delincuentes. “Como mínimo para que no nos manden más”.

Antes de Navidad deberíamos pensar algo y llevarlo a la práctica.

Autor: Josep de Martí Vallés, jurista y gerontólogo. Director de Inforesidencias.com y Eai Consultoria. Profesor del Máster en Gerontología Social de la Universidad de Barcelona y del Postrado de Dirección de residencias en tres universidades.

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Nota: Aunque cambiando muchas cosas, la esencia de lo que describe este caso (el ingreso de residentes directamente desde la cárcel para ocupar plazas concertadas de reclusos que no han acabado de cumplir su condena) me ha sido explicada durante un curso impartido a directores de residencias de Galicia en 2018.

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