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Geriátricos: Es hora de ocuparse ¡Y de preocuparse!

Por Christian D´Alessandro
jueves 16 de abril de 2020, 10:24h
 Christian D´Alessandro, abogado especialista en derecho de la previsión y seguridad social. Periodista especializado en personas mayores.
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Christian D´Alessandro, abogado especialista en derecho de la previsión y seguridad social. Periodista especializado en personas mayores.

La Argentina es uno de los países con más cantidad de personas envejecidas de toda la región y con una tasa de protección en la seguridad social que ronda el 97 por ciento. Esto significa que la gran mayoría de los adultos mayores poseen una obra social que, para los que perciben una prestación económica contributiva, la brinda el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI). Sin embargo, existen otras coberturas de salud pertenecientes a los sindicatos, los que también ofrecen los servicios médicos además de otros beneficios.

Según el último censo nacional del 2010, la población residente en geriátricos era del 1,3 por ciento; cifra que está muy por debajo de la población institucionalizada en países como España, que tiene más del 4 por ciento de adultos mayores en situación de dependencia. La mayoría de éstos establecimientos son de administración privada y muchos de ellos de gestión familiar con escaso control gubernamental; pero también existen residencias públicas y otras pertenecientes a diversas organizaciones de la sociedad civil como, por ejemplo, las de las iglesias evangélicas.

En la actualidad, unos 100 mil adultos mayores viven en algunos de estos albergues en todo el país. En 2018, dentro de las dependencias públicas de la ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina, la cantidad de residentes se situaba en más de 1200 y en los hogares privados cerca de 16 mil, de
un total de 558 geriátricos particulares evaluados.

Lamentablemente el sistema de vigilancia e inspección de dichas residencias queda limitado a las autonomías provinciales o municipales quienes, comúnmente, sólo verifican las condiciones de habilitación olvidando la protección de los derechos básicos de dignidad, cuidados e independencia de los adultos mayores.

El hacinamiento, la carencia de personal adecuado, las malas condiciones para el acceso a la salud y el escaso registro que presentan a lo largo y a lo ancho del país, sumado a la ilegalidad en la que muchas de ellas funcionan hace que, en el contexto que nos toca transitar con la aparición del coronavirus(COVID-19), todo esto se transforme en caldo de cultivo y que nuestros mayores queden a la buena de Dios.

En lo que va de la aparición de la pandemia, han sucedido por lo menos cuatro situaciones de total preocupación. En la provincia de Córdoba, un médico que atendía en una de éstas entidades contagió a 21 residentes, a otros adultos mayores que se atendieron en su consultorio y a una parte
del personal que prestaba labores.

En la localidad de Moreno, una ciudad humilde perteneciente a la provincia de Buenos Aires, un geriátrico sin habilitación sufrió la embestida del virus que mató, al menos, a un anciano y obligó de urgencia a aislar al resto.

La ciudad de Buenos Aires no estuvo ajena al caos y también padeció de algo similar al inicio del “aislamiento preventivo, social y obligatorio” que se instauró el 20 de marzo en todo territorio nacional. Sin embargo, las condiciones en materia hospitalaria y de infraestructura que posee la Capital Federal, hizo que se activaran todos los mecanismos de seguridad y que los institucionalizados sean evacuados de manera rápida y algo eficiente a hospitales públicos.

Hasta el momento, según informó el gobierno nacional, la Argentina no alcanzó su pico de infectados. Esto obedece, según los expertos, a las buenas prácticas de confinamiento que las autoridades dictaron antes de que el virus se esparciera abiertamente por todo el país.

En los últimos relevamientos que hemos podidos efectuar, muchas residencias, en particular las de tipo familiar, carecen de material de protección, como ser: barbijos, guantes, alcohol y material de limpieza o desinfección. La asistencia no llega y cada una ellas han de crear sus propios kits con
ingenio y dedicación.

Si bien se han elaborado una serie de protocolos y recomendaciones por parte de las autoridades, y desde el PAMI, la realidad indica que el exceso de pautas escritas no se condice con la práctica. Es el propio personal y los residentes los que confeccionan sus tapabocas y materiales de protección.

Desde el gobierno nacional, las provincias y los municipios poco o nada han hecho hasta el momento para cuidar la salud de las personas mayores en las residencias de larga estadía. Desde las diferentes instituciones que nuclean a los gerontólogos y geriatras del país, se ha solicitado la creación de un comité de crisis que articule no sólo las políticas de albergue, sino también de todas las cuestiones relacionadas al pago de las jubilaciones y pensiones, como así también las que promuevan la integridad de derechos y la salud de éste grupo etario.

La Argentina aún está a tiempo de dar un golpe de timón y de tomar todas las medidas de urgencia antes de que pueda suceder una explosión en el número de contagios. Nuestro país debe tomar como ejemplo lo que aconteció en Francia, Italia o España.

El relevamiento de las instituciones, la capacitación del personal, la desinfección de las instalaciones, la entrega de material sanitario y de cuidado, la provisión de redes de apoyo y de tecnología, la contratación de médicos geriatras, la vinculación estrecha con diferentes instituciones públicas dedicadas a la atención de las personas mayores, la interacción con diversas entidades sociales, como universidades y organizaciones no gubernamentales, para facilitar el acceso a auxiliares de apoyo para el momento más álgido de la evolución del virus cuando falte personal para asistir a las residencias, es el gran desafío y una de las prioridades que deben adoptarse de forma urgente.

Nuestro país ha decidido, con firme voluntad, tomar el toro por las astas en el advenimiento de la pandemia, pero aún queda mucho por hacer y los tiempos se acotan en este juego entre la vida y la muerte que nos presenta el coronavirus.

Por Christian D´Alessandro
Abogado especialista en derecho de la previsión y seguridad social. Periodista especializado en personas mayores. Magíster en Dirección y Gestión de los Sistemas de Seguridad Social (OISS – Universidad de Alcalá). Diplomado en Sistemas de Pensiones (CIESS – Universidad Nacional Autónoma de México). Diplomado en Gerontología (Asociación Médica Argentina – Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontología).

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