No muchos días podemos dar buenas noticias sobre las residencias de personas mayores. Informaciones que reconcilian a la ciudadanía con el servicio, en la mayoría de los casos vocacional y de calidad, en uno de los sectores con la imagen más contaminada por culpa de la influencia de los medios de comunicación generalistas. Es muy difícil luchar contra el abuso del click fácil, pero lo cierto es que en Dependencia.info solemos dar bastantes más buenas noticias sobre residencias que malas, y eso es simplemente porque no vamos a lo fácil, al morbo, al amarillismo.
También es cierto que el sector geroasistencial, el que incluye a las denostadas por muchos residencias, necesita de un lavado de imagenurgente, ya que se hace mejor trabajo del que se conoce y éste sólo se conoce cuando alguien comprueba de primera mano lo bien que se trabaja en un sector tan difícil.
El caso es que estos días, la Justicia se ha puesto de parte de las residencias de personas mayores. Primero en Extremadura, dónde el Tribunal Supremo obliga a su Servicio de Salud a tener en cuenta, valorar como servicio sanitario y, por tanto, puntuar en una oposición la experiencia de un enfermero en dos centros residenciales privados. ¿Qué pasa, que por trabajar en una residencia el trabajador sanitario no realiza labores sanitarias? ¿Por qué vale más atender a una persona mayor en un hospital que en una residencia? Bueno, pues ya no. Lo dice el Alto Tribunal. Esperemos que genere una jurisprudencia muy grande y se generalice en toda España.
Después, también, en Barcelona, donde una magistrada de instrucción de Sabadell ha decretado el sobreseimiento de la causa abierta contra los gestores de Residencial Palau en la que murieron 55 personas mayores durante la primera ola de la pandemia. Aunque no es firme y cabe recurso, es motivo de celebración en voz alta.
Cuando se sabe lo que han sufrido los gestores, los directores, los trabajadores de todas las residencias durante el tiempo de Covid, da mucha alegría leer de una jueza que "no se aprecia abandono...", "que los residentes fueron visitados con regularidad...", "que las indicaciones médicas fueron proporcionales a los problemas que planteaban...", "que no se constata una omisión del deber de socorro...", "que no dejaron de recibir asistencia...", que "tampoco se ha constatado un inadecuado aislamiento de los pacientes en la fase inicial de la pandemia...", que "no se aprecia un incumplimiento deliberado o imprudente por parte de la Residencia o de su equipo directivo de las normas sanitarias...".
En definitiva, que no hubo "una dejación de asistencia de sus residentes, pese a intuirse una situación de gran complejidad en la gestión, propia de la situación epidémica que se vivía". Hay que esperar a que la sentencia sea firme, pero es un primer paso muy claro y contundente en favor de los profesionales de una residencia que sufrió como todo el mundo un acontecimiento inesperado.
Como explica perfectamente el fundador de Inforesidencias.com, Josep de Martí, en un artículo de opinión adjunto a este: "Espero que el auto sirva para que quien tenía dudas o el convencimiento equivocado sepa que quien causó el sufrimiento y muerte de sus seres queridos no fue la familia propietaria de la residencia, sino un virus terrible que causó millones de muertes en todo el mundo".
Y dicho todo esto, a pesar de las buenas noticias, el sector de la atención a las personas mayores debería ponerse seriamente y de forma coordinada a tomar medidas para mejorar su imagen y ganarse la confianza y el respeto de la sociedad.
No tengo elaborado un dosier completo con la solución, pero sí se me ocurren algunas de estas medidas aplicando, sencillamente, el sentido común. Y la primera pasa, inevitablemente, por la Transparencia. A nadie se le escapa que es absolutamente necesaria una comunicación abierta con la sociedad, informar de forma proactiva, clara y detallada sobre los servicios, las tarifas, ratios y modelos de atención, pero también de las situaciones desagradables que puedan surgir. Para ello es fundamental establecer canales de comunicación directos con las familias y los residentes, así como con los medios de comunicación, indudablemente, generadores de opinión.
No es mala cosa que se sepa todo, pero si todo es bueno, mejor que mejor. Esto es, se torna fundamental aspirar en todo momento a la máxima calidad en la atención. Así siempre hablarán, todos, bien de la residencia. Seguir estrictamente estándares de calidad y ofrecer una atención personalizada, que es lo que queremos todos, que respete las necesidades y preferencias de cada residente seguro que ayuda.
Del mismo modo, para mejorar la imagen de las residencias es necesario que el personal esté perfectamente capacitado y formado, es decir, que sea profesional, con sus cursos de reciclaje, formación continua en nuevas tecnología, pero también en aspectos emocionales de la atención. Muy unido a esto está que el trabajador quiera estar en una residencia trabajando y eso se consigue con sueldos competitivos, con salarios dignos, con remuneraciones que hagan atractivo el sector y nadie se sienta infravalorado con respecto a la sanidad.
Motivados los trabajadores será más fácil motivar a los residentes. Lo que se suele decir, la participación activa. Hay que involucrar a los residentes en la toma de decisiones sobre su cuidado y actividades y para ello hay que ofrecer programas que promuevan la autonomía, el bienestar emocional y la socialización. Si para ello utilizamos, además nuevas tecnologías que mejoren la monitorización y la seguridad de los residentes, perfecto.
Todo esto, con prácticas éticas notables y con un seguimiento de que lo que se hace, se hace bien, aumentará la confianza y la percepción positiva en la sociedad. Y si no, a seguir trabajando. Pero esto es sólo mi opinión.