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Historietas: Guerras de abuelos y nietos, por Susana Sierra Álvarez

Por Susana Sierra Álvarez
martes 14 de marzo de 2023, 05:45h
La Guerra de las Galaxias.
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La Guerra de las Galaxias. (Foto: Pixabay)

—Entonces, abuelo, ¿tú conoces a Luke Skywalker?

María, que jugaba a las cartas con dos residentes en la mesa de al lado de Julián y su nieto Luis, llevaba un rato conteniendo la risa. En salón de visitas estaba bastante vacío. En dos sofás haciendo ángulo estaba la familia de Julián. En el de la derecha su hijo luchaba por no dormirse en esa hora tan puñetera de la siesta y su nuera ojeaba aburridísima una revista, ajenos por completo a la conversación que abuelo y nieto mantenían en el sofá de la izquierda.

María llevaba trabajando en la residencia cinco años. Esa tarde estaba jugando una partida de cinquillo en la sala con María y Pepe, que no recibían ese día visitas y, a la vez, ponía la oreja en la conversación de la curiosa pareja del sofá que cada vez se acaloraba más, cada uno con sus argumentos. Y, desde luego, quien había empezado era Julián.

Julián casi no hablaba con nadie, solo lo imprescindible. Era una presencia poco agradable, con esa cara de enfadado que le daban una cejas muy pobladas y una mirada aguda y que invitaba poco a las conversaciones amistosas e insustanciales. No participaba en ninguna actividad, solo paseaba cuando el tiempo era propicio y recibía como por obligación todos los jueves a de 16.00 a 18.00 a su hijo, su nuera y su nieto en una visita de cortesía, preguntas de rigor y silencios largos solo interrumpidos por las inútiles recriminaciones al pequeño Luis, de seis alegres y despiertos años, para que estuviera quieto y callado.

—No paras, no —había empezado a decir el abuelo—. El caso es molestar, en la guerra te hubiera querido yo, a ver si ahí dabas tanto por el saco.

—¿En la guerra de las galaxias? —dijo asombradísimo el niño.

—¡Pero de qué guerra de qué puñetas hablas! Yo hablo de la guerra, de la que hubo.

—¿Pero tú eras un niño cuando la guerra? —Luis estaba fascinado.

—Bueno, solo un poco mayor que tú. Pero bien que tuvimos todos que luchar para salir adelante, que con el hambre…

—¿Con una espada láser?

—¿Qué dices?

—Que si luchaste con una espada láser.

—¿Pero de qué me hablas? ¿Qué espada láser y qué tonterías? Luchábamos por la vida y por…

—Pues si no luchaste con espada laser, ¿tenías una pistola? ¿Eras un clon del Imperio? —Luis estaba lanzado, a sus seis años, La guerra de las galaxias era la única película que había visto, la única guerra que conocía y, por supuesto, para él era una verdad absoluta.

—Este chaval está como una regadera. —Julián no tenía ni idea de lo que le hablaba su nieto. Nunca se había interesado por nada que no fuera el trabajo y cualquier cosa que se saliera de la rutina le parecía una frivolidad—. Te hablo de la guerra de verdad, con muertos, con hambre, con frío.

—¡Y yo también! —Luis gesticulaba con pasión con sus manitas, se levantaba y se sentaba miraba al cielo sin entender la ignorancia de su abuelo—. En la guerra que te digo hay muertos y yo creo que pasan hambre porque no se les ve comer mucho.

A estas alturas a María ya no le interesaba nada la partida de cinquillo. Sus compañeros de mesa la miraban sorprendidos, con lo simpática y atenta que era y estaba distraída. Ellas también se interesaron por la trifulca generacional.

—Vamos a ver, niño, la guerra no es un juego, tú qué te crees.

—Ya sé que no es un juego, abuelo —contestó con suficiencia Luis—. Que se lo digan al pobre Luke, que su padre le cortó una mano y todo. —Y ante la cara de pasmo de su abuelo añadió—: Entonces, abuelo, ¿tú conoces a Luke Skywalker?

—¿Pero de quién me hablas? —gritó Julián exasperado.

—¿Pero de quién hablas tú? —gritó el niño todavía mas.

Con las voces despertaron de su modorra a su hijo y su nuera.

—¿Qué pasa, papá? —dijo él.

—¡Que tu hijo es un ignorante! Y además dice unas tonterías que no tienen ni pies ni cabeza.

—¡El que no sabe nada de nada es el abuelo! —replicó Luis cargado de razón, con las manos suplicando al cielo.

Y entonces los dos empezaron a hablar de manera a tropellada, a la vez, no se entendía nada. El resto de la sala observaba atónita a Julián, nunca había dicho más de cuatro palabras seguidas y aquello era un acontecimiento.

Cuando los padres de Luis empezaron a meter baza y ya eran cuatro dando voces, María pensó que aquello había dejado de ser divertido. Con firmeza se colocó entre Julián y Luis y su mirada contuvo a los padres que callaron de inmediato.

—Tenemos un conflicto —dijo.

—Aquí el único conflicto es que estos —dijo Julián señalando a su hijo y nuera— tienen al niño muy maleducado, replica a los mayores y no tiene ni idea de nada.

—¡Tú si que no tienes ni idea de nada, abuelo! —se escandalizó Luis.

Con suavidad, María tomo al niño de la mano se agachó y dijo en voz alta para que oyera Julián:

—Cariño, estáis hablando de guerras distintas, el abuelo es mayor, su guerra pasó hace muchos años y sufrió mucho. Seguro que te puede contar cosas interesantes. No te enfades con él, es que no sabe que tu no sabías de qué hablaba y se ha puesto algo nervioso. —Se puso en pie y se dirigió a Julián—. A usted le digo lo mismo, están hablando de guerras distintas, él habla de una película y a su edad no se diferencia la realidad de la ficción. Usted debería saberlo y dar ejemplo, ser paciente y enseñarle la diferencia entre lo verdadero y lo que vemos en el cine, que por cierto es muy divertido y no quita para hacerle ver que las guerras de verdad son muy malas.

Julián estaba algo avergonzado por la reprimenda y Luis enfurruñado por lo mismo. María agarró del brazo al abuelo y con la otra mano al niño, guiño un ojo a los padres y les hizo una seña para que la siguieran.

—Tenemos un montón de películas en la biblioteca de la residencia, entre ellas, La guerra de las Galaxias. Vamos a verla juntos, en la cocina he visto palomitas, pasamos antes a hacerlas. Venga, Luis, tienes muchas cosas que contar a tu abuelo y usted, Julián, no se pierda la oportunidad de disfrutar con un nieto tan especial de guerras que no dan miedo.

Fue la mejor visita de todas a la residencia. Julián y Luis nunca se volvieron a ver entre ellos igual, algo especial había nacido entre ellos, como diría Luis, «la fuerza les acompañaba».

Susana Sierra Álvarez, asesora lingüística. Corrección y redacción de textos

Autora de Guía para corregir textos dramáticos. Cómo corregir textos dramáticos sin que sea un drama

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