Una de las cosas bonitas que tiene la residencia Las Marismas, de la que, por cierto, eres directora, es el jardín que la rodea. Dos hileras de moreras ofrecen su refrescante sombra durante el verano y algún muro y elemento puesto allí por unos paisajistas contratados cuando se construyó el centro permiten tomar el sol resguardándose del viento de forma que, incluso durante las mañanas de enero, y aunque la temperatura sea baja, apetece sentarse y relajarse tomando el sol… o por lo menos, así debería ser.
Recién inaugurada la residencia, algo que sucedió hace un tiempo, el jardín y el exterior en general se utilizaban mucho. La mayor parte de los residentes eran bastante autónomos y decidían salir y pasar ratos al aire libre. Durante tres años tus antecesores en el puesto de dirección reservaron un espacio para tener un huerto que llevaba hacendosamente Don Ramiro Isidrez, quien ingresó junto con su esposa, Joaquina, que vivía con alzheimer. Todo empezó con unas tomateras, pero pronto hubo también judías, zanahorias, coles e incluso fresas y frambuesas.
Bajo la atenta guía de Don Ramiro, algunos residentes se animaron a participar en las labores hortelanas hasta que un día él murió a causa de un ictus que le sorprendió, azada en mano, mientras limpiaba de malas hierbas lo que debía haberse convertido en una ampliación del huerto. Las urracas se comieron las judías y los tomates se pudrieron en la tomatera poniendo de manifiesto que los colaboradores eran más “de mirar y comentar” que de “sudar sobre el tajo”.
Nadie siguió con las duras labores que las plantas requerían, así que, al año siguiente, por consejo del jefe de mantenimiento, que también era aficionado a la jardinería, donde antes habían crecido hortalizas se plantaron verdolagas y lavanda, de forma que hubiese flores durante todo el año. Sólo Joaquina, hasta su fallecimiento un año después, seguía preguntando a todos los hombres con quien se encontraba: “¿Ramiro, hoy no traes tomates?”.
Tu no conociste a Don Ramiro ni a Joaquina, pero has escuchado su historia varias veces eso de que “eso del huerto está muy bien… siempre que alguien lo lleve pero, con los residentes que tenemos ahora…”.
El segundo intento fue algo más elaborado. Lo propuso Marisa, una terapeuta ocupacional que convenció a otro de tus antecesores para instalar una especie de mesas con unas placas que sobresalían del perímetro superior formando unos recipientes que, una vez llenos de tierra fértil, formaban unas jardineras elevadas donde poder cuidar plantas estando de pie, incluso desde una silla de ruedas.
Marisa hablaba de “huertos terapéuticos” y, según te han contado, durante un tiempo cultivaron alguna hortaliza hasta que la profesional se cansó de perseguir a los residentes para que saliesen a hacer las sesiones. “Cada vez atendemos a residentes más dependientes, con elevadas necesidades de cuidado y que quieren que les movamos lo menos posible”. Las mesas siguen allí. Las recuerdas sólo con unos planteles de margaritas.
Total, que desde que tú llegaste a la residencia el jardín no se ha usado tanto como podría o debería.
Un paréntesis excepcional fue la pandemia de covid-19. Durante un año, el exterior se convirtió en una gran sala de visitas. Incluso, durante unos meses en que no podían entrar los familiares montasteis unas mesas y sillas cerca de la verja de forma que familiares y residentes podían verse a unos metros de distancia a través del enrejado.
Ahora te estás planteando volver a utilizar ese activo tan interesante que tiene la residencia y te estás encontrando con resistencia. Hay quien te dice que se necesitaría más personal del que dispones para sacar y volver a entrar al gran número de residentes que necesitan apoyo o van en silla de ruedas.
“Muchos meses al año hace frío por lo que habría que tener alguna ropa de abrigo y un lugar donde dejarla ya que si se tiene que ir a la habitación de todos los que tienen que salir sería un follón. En verano hace mucho calor y los residentes prefieren estar dentro con el aire acondicionado. Es mejor que el jardín se quede básicamente para que salgan los autónomos y los que tengan visitas. Quizás planificar que todos salgan a tomar el aire en los meses templados y en días que no llueva, una o dos veces a la semana… eso se podría hacer con el personal que tenemos… más sería un problema”. Es el argumento que te ha hecho la encargada de las auxiliares del turno de mañana…
Te cuesta creer que las cosas sean así de difíciles. Tú piensas que los beneficios para la salud y la calidad de vida de pasar tiempo en el exterior son tan evidentes que no estás dispuesta a aceptar que se trata de un obstáculo insalvable, pero….
¿Qué harías tú?
Autor del caso: Josep de Martí Vallés. Jurísta y gerontólogo, director de Inforesidencias.com
La opinión de la experta: Karin Palmlöf y Jardínes Terapéuticos
La primera vez que entré en una residencia fue hace unos 12 años. Soy del mundo de parques y jardines y el contraste fue enorme. Me sentía poco identificada porque los materiales brillantes de plástico, los largos pasillos, los olores de limpieza y la ausencia de detalles familiares contrastaba mucho con los árboles, arbustos y el cielo azul que era mi día día. La experiencia fue un despertar y un deseo de poder dar una nueva experiencia de entornos de jardín a los profesionales y a las personas mayores en las residencias.
Un dolor de cabeza para los profesionales es la MOTIVACIÓN de sus mayores. ¿Qué es lo que te hace levantarte por la mañana? Una pregunta que hace el “coach” en la empresa… ¿qué pasaría si hacemos esta misma pregunta en la residencia? ¿Da miedo esperar la respuesta? La depresión, la demencia y la fragilidad invade un estado de ánimo y nos cuesta pensar en una respuesta; puede ser que el desayuno es el gran momento del día, que viene mi hija/hijo. Quizás poco más o quizás quieren saber qué tiempo hace fuera hoy.
Un espacio exterior es un lugar maravilloso para ayudar a encontrar motivación y cambiar la mentalidad y las formas de trabajar, tanto para las personas mayores como para nosotros que tenemos la residencia como nuestro trabajo.
Es posible que lo primero que pensemos es en las huertas y la horticultura como medio de estimulación en el exterior, pero un jardín es MUCHO más que unas mesas de horticultura. Es una variación de actividades y terapias servidas en una bandeja de oro para los profesionales. Un diseño bien planteado sorprende cada día del año con alguna nueva planta que da flor o fruto, colores de otoño, rincones de reflexión, pájaros que nos indican que ha venido la primavera, caminos que me llevan a un lugar mágico, y todo envuelto en la luz del día creando una herramienta única para terapeutas, fisioterapeutas y auxiliares en la residencia.
La semana pasada visité la residencia de Atocha dónde inauguramos el jardín terapéutico que hemos diseñado hace poco. Era una día gris y medio lluvioso y no pensé encontrarme con nadie en el jardín. Pero debajo de la pérgola estaban sentadas tres señoras con sus andadores conversando sobre el frío que hacía y una de ellas estrenó la bufanda de lana que le había regalado por navidad su nieto. Habían salido solas; una porque quería visitar a la virgen que esté en el parterre; otra porque había guardado pan para dar de comer a los pájaros; y la tercera para estrenar su bufanda.
El jardín es un patio totalmente seguro con caminos que te lleva a diferentes zonas a descubrir: una zona de estimulación de sentidos con texturas, olores y sonidos; otra zona ofrece una fuente de agua con unos lirios; otro un limonero y un olivo; y otra dispone de una mesa con tiestos y sustrato para trabajar, una regadera para utilizar y un cepillo para limpiar. A las tres amigas no las ha tenido nadie que convencer para que saliesen este día y han tenido una experiencia significativa.
No mucho tiempo después sale Clara al jardín, auxiliar del centro, en compañía de Josefina, que se ha enfadado y ahora tenía ansiedad y estaba gritando. Clara lleva a Josefina a la fuente, toca y escucha el agua y en unos pocos minutos ya se ha calmado. Las dos ya pueden volver a comedor.
En el centro de Teruel tienen un jardín terapéutico diseñado por Jardines Terapéuticos Palmlöf dónde la mayoría de las personas no pueden salir solos. Allí las terapeutas y auxiliares tienen un plan de actividades en el jardín para los 12 meses. Hace mucho frío en invierno pero, ¿quién ha dicho que no podemos seguir trabajando nuestros temas de jardín en el interior? ¿O en un invernadero que el sol lo calienta? Para desplazarse a la terapia siempre hay que hacerlo dentro o fuera. ¿Puede ser que, simplemente, el hecho de cambiar de entorno y ponerse un gorro o un sombrero es una terapia? ¿Puede ser que el obstáculo más grande está únicamente en nuestras rutinas y nuestra propia comodidad?
Implementar una programación terapéutica en el jardín en la residencia es una forma de abrir la mente, aumentar la flexibilidad y una ayuda para conseguir la tan deseada Atención Centrada en la Persona. Contar con elementos en el exterior que nos protegen y da confort durante las salidas es un gran acierto, pero nuestra experiencia dice que aún más importante es el conocimiento de cómo funciona las diferentes terapias en el jardín y los enormes beneficios que nos pueden dar en el trabajo diario en las residencias… desde una comunicación difícil con familiares en un rincón hermoso en el jardín hasta una cosecha de unas frambuesas para evocar memorias positivas.
La continuidad y la rutina de salir y utilizar los jardines terapéuticos durante todo el año se consigue. Con una formación se aprende cómo la programación anual del jardín puede continuar y dar una nueva vida saludable a la residencia.
Si quieres conocer cursos y formaciones sobre jardinoterapia/jardines terapéuticos/ terapia de horticultura, puedes contactar con Jardines Terapéuticos Palmlöf y también en la oferta de curso en Inforesidencias. (www.jardinesterapeuticos.com).
Karin Palmlöf, pionera en España en jardinería terapéutica