Llevamos meses viendo un fin de la pandemia cercano, pero cada vez que nos parece que ya está, una nueva variante o un cambio repentino nos hace ver ese final más lejos. Lo que sucede ahora ni mucho menos se asemeja a lo que vivieron las residencias hace año y medio, y aún así la sensación de hartazgo y miedo persiste. Si vemos esta situación desde la perspectiva del diseño arquitectónico de residencias de personas mayores aparecen inmediatamente dos realidades: cómo afecta a las residencias que se diseñen a partir de ahora y cómo a las que ya están en funcionamiento.
Una forma de podernos aproximar a cómo pueden ser las cosas es ver lo que sucede en otros países que están pasando por situaciones similares a la nuestra. Por ejemplo, los Estados Unidos. Allí, los proveedores de servicios de atención a la dependencia, de forma parecida a como ha pasado en España, han alterado radicalmente sus operaciones normales para prevenir o limitar la propagación de Covid-19, por ejemplo, cancelando actividades grupales y comidas comunitarias a favor del entretenimiento y la comida en la propia habitación. Al mismo tiempo, se ha incrementado la confianza en la tecnología como herramienta para superar el aislamiento social y conectar de forma remota a los residentes con familiares y personal sanitario. Las residencias de personas mayores del futuro se diseñarán, sin duda, teniendo en cuenta que estos escenarios pueden repetirse en el futuro.
Y aunque albergar a la población residente de una comunidad (así, es como suelen llamar en Estados Unidos a las residencias) en sus habitaciones los protege y les puede dar tranquilidad durante una pandemia, también tiene un costo para los operadores que dependen de la socialización como una forma de mantener sus comunidades vivas y generadoras de calidad de vida. Los diseños futuros buscarán soluciones para maximizar de forma segura la interacción entre los residentes y con el mundo exterior incluso durante una situación de cuarentena.
El desafío para los arquitectos y “diseñadores de vida senior” será proponer ajustes sin portar por diseños innecesariamente institucionales, lo que representaría una "degradación" para la el sector geroasistencial. De hecho, el camino hacia el funcionamiento en unidades de convivencia, que facilita modelos más pequeños e íntimos de viviendas para personas mayores ofrecen oportunidades en ese sentido.
Y aunque la Covid-19 puede ser una pandemia única en un siglo, las lecciones de diseño aprendidas ahora pueden ayudar a la industria con protocolos de control de infecciones para desafíos más rutinarios. Pensar en qué qué puede ser lo peor que puede pasar en una residencia y diseñarla para afrontar esa circunstancia podría ofrecer mejoras, aunque nunca llegue esa situación. Dentro de unos años puede no ser una pandemia sino una epidemia fuerte de gripe la que podamos afrontar mejor con un diseño que haya tenido en cuenta la aparición de posibles enfermedades infecciosas.
Para evitar interrupciones en las residencias de tercera edad en el futuro, más proveedores pueden optar por adoptar diseños que enfatizan el uso de unidades de convivencia, donde los residentes pueden vivir, socializar y comer juntos en grupos más pequeños. Por ejemplo, en Estados unidos existen comunidades de jubilados similares a pueblos, con soluciones arquitectónicas para diferentes grados de dependencia: bungalows, apartamentos y residencias divididas a su vez en pequeños barrios y unidades de convivencia que pueden adaptarse de forma flexible en caso de una futura epidemia o pandemia sin detener a toda la comunidad. En el viaje geroasistencial a Estados Unidos de Inforesidencias de 2019 visitamos una de esas comunidades, puedes ver el vídeo aquí:
Sobre este concepto, en un artículo de una revista americana de Arquitectura leemos que la firma Perkins Eastman, con sede en la ciudad de Nueva York, cree que una separación estratégica de los residentes será una prioridad de diseño clave en el futuro.
Según Dan Cinelli, directivo de Perkins Eastman, todavía hay un lugar para las comunidades que albergan a decenas o incluso a centenares de residentes. Pero las lecciones difíciles aprendidas durante la Covid-19 podrían impulsar a los proveedores a considerar diseños de equipamientos que alberguen a los residentes en unidades más pequeñas e independientes. "Creo que comenzará a ver que [las comunidades de vida asistida] se dividen en hogares de 16 a 20 camas", dijo Cinelli. "Sería más fácil poder aislar a esa población".
Los rascacielos urbanos de viviendas para personas mayores también funcionarían bajo este modelo, dijo Cinelli. En esos casos, puede haber 16 unidades en un solo piso, con un comedor más pequeño conectado a un comedor principal más grande a través de un hueco de ascensor. De esa manera, los proveedores no tendrían que cerrar toda una comunidad para promulgar protocolos estrictos de control de infecciones.
Algunos de los proyectos de Perkins Eastman llevan este tipo de diseños. Un ejemplo reciente es la expansión de Green House en Jewish Senior Life en Rochester, Nueva York. El proyecto avanza a lo grande en el concepto de vecindario pequeño al agrupar a los residentes en casas de 12 unidades con habitaciones y baños privados, comedor descentralizado y otras características que podrían ayudar con los protocolos de control de infecciones. Si te interesa el modelo Greenhouse, puedes ver un vídeo de una residencia que sigue ese modelo en Colorado Estados Unidos.
David Dillard de la firma de arquitectos KHS con base en Texas, ya era un convencido de las unidades de convivencia y está de acuerdo en que parecerán más atractivos después de Covid-19. "Si tienes unidades pequeñas y alguien tiene Covid-19, no tienes a 60 personas que comparten las mismas cosas”. Aunque también plantea la necesidad de encontrar equilibrio ya que si se reacciona de forma exagerada podríamos diseñar residencias pensadas como “unidades de cuarentena” que dejasen de parecer hogares.
En cuanto al tamaño de los espacios habitables en sí, variará de un mercado a otro. Y aunque no está claro que los futuros residentes demandarán unidades más grandes como resultado de la pandemia, pueden estar interesados en aquellas que parezcan adecuadas para refugiarse en el lugar, con amplio acceso al aire libre, según Joe Hassel, de Perkins Eastman.
“La capacidad de tener conectividad al aire libre a una pequeña terraza o balcón se vuelve realmente importante para mantener la salud y el bienestar de una persona [durante una pandemia]”.
Si te interesa saber más sobre el uso del exterior y su valor en personas mayores te recomendamos leer los escritos de Karin Palmlof.
Algo más aventurado que puede plantear la pandemia es el hecho de reservar en las residencias algún espacio que pudiera ser utilizado como vivienda provisional por parte del personal. Se trata de tener la previsión. Podría ser que un espacio pensado como almacén o sala de fisioterapia pudiera convertirse fácilmente en cubículos para que alguien pudiera dormir transitoriamente.
Los arquitectos y diseñadores también pueden optar por trabajar con nuevos materiales que sean antimicrobianos o que se limpien fácilmente. En el futuro, los proveedores buscarán hacer que los suelos, muebles, accesorios, encimeras, gabinetes, pasamanos y puertas sean más resistentes a patógenos como el nuevo coronavirus que causa la Covid-19.
La filtración y purificación del aire también pueden volverse más importantes en el diseño de residencias para personas mayores, posiblemente impulsadas por cambios futuros en los las normativas que incluyan la calidad del aire como un requisito de funcionamiento.
Diseñando para tecnología
Otra fuerza que da forma a la forma en que los arquitectos piensan sobre las comunidades de personas mayores es la tecnología. La adopción de la tecnología por parte de los proveedores de servicios para personas mayores no es una tendencia nueva, pero está cambiando y acelerándose como resultado de la pandemia de Covid-19.
Por ejemplo, muchos residentes están adoptando herramientas de comunicación remota como Zoom o Skype para mantenerse en contacto con amigos, familiares e incluso profesionales médicos. El uso de tales servicios probablemente solo aumentará en el futuro y requerirá una sólida infraestructura tecnológica en las comunidades.
Los proveedores de viviendas para personas mayores también pueden observar más de cerca la tecnología que permite a los residentes navegar por el centro sin presionar botones o agarrar manijas. Esto podría lograrse mediante controles de movimiento, que ya se utilizan en la industria de viviendas para personas mayores, o controles de voz, como los que se ven en el producto Alexa de Amazon.
Vemos que la pandemia ha abierto nuevas posibilidades a tener en cuenta a la hora de afrontar nuevos diseños. La tecnología va a incrementar su papel de forma substancial y de una u otra forma las residencias van a parecerse más a hogares. Las grandes preguntas que siempre se plantea al hablar de esos cambios son: ¿Cuánto acabarán costando esas residencias? Y ¿cómo podrán pagarse.