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¿Quieren “cargarse” las residencias privadas?

Por Josep de Martí
martes 03 de marzo de 2020, 20:45h
Josep de Martí
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Josep de Martí (Foto: Inforesidencias.com)

Si digo que el 89% de las personas que viven en un chalet adosado y tienen una piedra en el riñón sufren dolor intenso como mínimo dos veces a la semana, ¿con qué idea te quedas?

Me hago esta pregunta después de repasar algunas noticias que van publicando los medios periódicamente. Unas se refieren a la desnutrición y otras a la soledad y el abandono de los mayores ingresados en una residencia.

Cualquiera que lea que el 60% de los mayores que viven en residencias de tercera edad padecen desnutrición pensará que existe una relación entre estar desnutrido y vivir en una residencia. A partir de ese punto no es difícil elaborar: están desnutridos porque les dan poco de comer y lo hacen para ahorrarse dinero porque, como son empresas, no tienen escrúpulos y sólo miran el beneficio. Y... ya está. Hemos puesto otro ladrillo en el muro que separa la realidad de las residencias de lo que mucha gente piensa de ellas.

Hace falta tener algo de pensamiento crítico y, para empezar, leer toda la noticia para entender que, no es que los mayores ingresen bien nutridos en las residencias y allí se desnutran, sino que el 60% ya entran en una situación de fragilidad y cronicidad que en muchos casos viene acompañada de desnutrición. Según un estudio que analizó 20.000 ingresos en residencias de personas mayores, alguien que ingresa en una tiene de media tres enfermedades activas, toma siete medicamentos diferentes, uno de cada seis tiene alguna úlcera por presión; uno de cada cuatro es totalmente dependiente (tanto física como cognitivamente) y casi la mitad sufre algún tipo de demencia. No hay mucha diferencia entre residencias públicas y privadas.

Como uno de los problemas de tomar muchas medicaciones y ser mayor es que esta combinación dificulta la absorción de nutrientes, la desnutrición es una preocupación constante en geriatría. También en los hospitales donde el 44% de ancianos ingresados por patología médica y hasta 65% de los ancianos con patología quirúrgica, sufren desnutrición; no creo que nadie piense que estén en esa situación porque la administración del hospital esté ahorrando en comida.

Si el titular del medio de comunicación fuera “La mitad de las personas mayores con enfermedades crónicas y fragilidad sufren desnutrición” y en el texto explicasen que esas son precisamente las que suelen vivir en una residencia o ingresar en un hospital, casi nadie leería la noticia y pocos programas de radio o televisión se harían eco de la misma. Pero… ¡la verdad es tan aburrida!

Cuando hablamos de la soledad y el “abandono” de los mayores sucede algo parecido. Leemos noticias sobre familias que “aparcan” o “abandonan” a sus mayores en residencias; denuncian el bajo porcentaje de visitas e incluso que la gran mayoría se ven obligados a pasar las fiestas de Navidad en los centros. De nuevo, la visión negativa de la residencia y la ausencia de análisis crítico.

Si alguien quiere profundizar un poco (aquí, uno de múltiples ejemplos de artículo científico sobre el tema) verá que la soledad es un problema grave entre muchas personas mayores, la mayor parte de las cuales no viven en residencias. Cuando se buscan las causas, suele aparecer la existencia de unas “relaciones familiares pobres” previas a la vejez. Si no existía mucho contacto con los hijos cuando los padres no eran tan mayores resulta difícil que, de repente, éste surja. La lejanía física entre unos y otros también puede generar situaciones de “intimidad en la distancia” en la que el contacto familiar se limita a alguna llamada periódica y a encuentros esporádicos. Y eso cuando hay hijos: hay miles de personas mayores no los tienen o han perdido totalmente su relación con ellos.

Que la soledad no querida en personas mayores es un problema en sí mismo del que las residencias son sólo un decorado secundario lo saben los profesionales que trabajan en su detección y afrontamiento y las asociaciones como Grandes Amigos (antes conocida como “Amigos de los mayores”) que están haciendo una gran labor asignando voluntarios a personas de edad que viven solas y reciben visitas y acompañamientos periódicos. Para una persona mayor que se siente sola, el recibir una o dos visitas a la semana se convierte en la diferencia entre estar mejor o peor.

Si vemos como es la vida en las residencias descubriremos que cada una es un mundo y que las hay de diferentes tipos y calidades. Si comparamos lo que es vivir sintiéndose solo en un piso no adaptado recibiendo alguna visita esporádica, con lo que es vivir en muchas residencias, casi siempre saldrá ganando la residencia. A pesar de que en éstas viven muchas personas muy dependientes y con deterioro cognitivo, suelen ser sitios donde “pasan cosas”, donde puedes hacer actividades con otras personas y donde, incluso si no viene tu familia a verte, puedes llegar a conocer a otras personas y establecer relaciones.

Desde hace tres años dirijo un programa en una radio de Barcelona (Radio Estel) que se llaman “Es grande ser mayor” en el que solemos entrevistar a personas mayores que viven en residencias y nos hablan de sus experiencias. Es cierto que siempre hablamos con personas que mantienen la capacidad cognitiva (aunque vengan al estudio con su caminador o silla de ruedas) pero, aún sabiendo que dejamos de lado a quienes sufren demencia avanzada (algún día hablaremos también con ellos), creo que lo que nos cuentan es importante. Pues bien, la gran mayoría valora como algo esencial el hecho de estar con otras personas: no sentirse solas.

Seguro que alguien me dirá que eso no es así, que la mayoría de las residencias privadas son lugares tristes en los que falta personal, se explota a los empleados y sólo se actúa en búsqueda del beneficio. Yo discrepo. En primer lugar, porque no hay mucha diferencia entre la calidad que ofrecen las públicas y las privadas (como mínimo no he visto nunca un estudio comparativo entre coste y calidad de los diferentes modos de prestación); pero también porque para saber cómo está una persona hay que preguntarle a ella y valorar cómo está en relación con cómo estaba antes. Si comparamos “cómo estoy” con “cómo me gustaría estar”, casi siempre estaré mal.

Un programa muy bonito que ponen en marcha diferentes empresas e instituciones cada Navidad consiste en que personas mayores que viven solas puedan ir a pasar las fiestas, o por lo menos, las comidas más señaladas en una residencia. Las experiencias son muy positivas y se repiten con éxito cada año. De nuevo, la palabra “abandono” tiene muchas más posibilidades de aparecer en un titular que hable de residencias que “felicidad”.

No creo que sea algo consciente, pero sí que existe una especie de fuerza para “cargarse las residencias privadas”. Esa fuerza viene con el aspecto de movimientos para “mejorar” unas residencias que estarían funcionando muy mal. Y ese mal funcionamiento tendría en su raíz el ánimo de lucro de los propietarios de los centros, por lo que la forma de mejorar las residencias sería que desapareciese ese ánimo. Yo no comparto esa visión. Estoy de acuerdo que no tenemos las mejores residencias del mundo, aunque sí, algunas muy buenas para el dinero que pagamos por ellas.

Si queremos residencias de muy buena calidad con muchos empleados bien pagados y que resulten baratas planteamos un trilema maldito. No podemos tener las tres cosas.

En Suecia o Suiza una plaza en una residencia puede costar ente 6.000 y 7.000 euros al mes. Allí también dicen que falta personal cuando sus ratios suelen ser de un 0,8 (o sea casi un empelado a jornada completa por cada residente), pasando a veces del 1. En España, la mayor parte de residencias tienen una ratio de personal de entre el 0,45 y 0,65 (algo más de lo que piden las leyes). Lo ideal sería que la ratio fuese del 0,75 y que las gerocultoras cobrasen 1.500 euros al mes. Tendríamos residencias mejores con un precio a partir de 3.500 euros al mes que muy pocas personas o administraciones podrían pagar.

Quizás todo esto cambie en los próximos años a medida que vayan muriendo los mayores que vivieron la guerra civil y los “nuevos viejos” seamos los que nacimos con el baby boom pero, eso está por ver.

Consulta aquí residencias de toda España

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