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La diabética rebelde

Comida dulce
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Comida dulce (Foto: JC)

Angelina García es una mujer de carácter y siempre lo ha sido. Lo era cuando enfrentándose a su acomodada familia se empeñó en estudiar una ingeniería en vez de algo “más femenino” como marcaban los cánones de la normalidad de la época. Lo fue cuando dejó pasar el tiempo sin casarse ni tener hijos a pesar de las miradas de reproche por parte de algunos y resignación por parte de sus padres. Tuvo una carrera profesional muy productiva marcada por una lucha constante contra estereotipos de género, lo que acreditan varios diplomas que hoy cuelgan en su habitación con la leyenda “Primera mujer que…”. Vivió varios años en el extranjero y siempre fue una persona muy independiente.

Hace un año, habiendo cumplido los ochenta y ocho, ingresó en la residencia Las Marismas, de la que por cierto eres directora. El ingreso coincidió con la reciente muerte de su amiga Ana, con la que había convivido los últimos treinta y cinco años. A pesar de lo que los sobrinos de Angelina pensaban, Ana murió antes que su tía, a pesar de ser unos años más joven y tener una aparente buena salud.

A la muerte de Ana, aparecieron unos poderes preventivos que había otorgado Angelina hacía unos años según los cuales, si dos médicos por ella elegidos consideraban que era incompetente para tomar decisiones, su sobrina nieta Angeles-María tenía poderes para tomar decisiones por ella en lo que a atención se refiriese y a gestionar su patrimonio, cuantioso después de su exitosa carrera, sin vender ningún inmueble.

Angelina, que se encontraba en un estado bastante frágil después de dos ictus sufridos en los últimos diez años y un incipiente deterioro cognitivo, decayó mucho con la muerte de Ana.

Ángeles-María, abogada y bastante resolutiva, como su tía-abuela, se trasladó en un primer momento a vivir con ella, pero, el deterioro cognitivo y la necesidad de atención profesional la llevó a buscar una residencia. Las dos hicieron varias visitas a Las Marismas y convinieron contratar estancia en una habitación doble bastante grande para su uso individual.

Angelina es diabética y requiere de controles periódicos de glucemia, así como administración de insulina. A pesar de ello, nunca ha seguido un régimen especial. Ana solía controlar un poco pero el carácter de Angelina y una frase que repetía constantemente, “yo se muy bien lo que tengo que hacer”, marcaban la pauta.

Ángeles-María nos ha dicho varias veces que a su tía-abuela no le gusta nada la comida que le estamos dando. La dieta diabética no se parece nada a lo que ella está acostumbrada a comer y se queja. “Vive con demencia, pero sabe lo que le gusta y lo que no”. La sobrina-nieta nos propone que coma la dieta normal e incluso que le dejemos “picar” alguna cosa que le apetezca aunque no sea lo mejor para ella. “Si toda la vida ha hecho lo que consideraba enfrentándose a lo que decían los demás, me parece triste que al final se tenga que subordinar a comer lo que le digan los demás porque es lo bueno para ella”. Nos propone hacer la prueba durante dos semanas.

Hemos hablado con la inspectora de zona para comentarle el caso y nos ha desaconsejado totalmente que hagamos caso a la sobrina. “No es tutora”, además ni siquiera hay un procedimiento de incapacitación iniciado. Si no se cumple el menú de diabético y a la residente le pasa algo podríamos ser responsables, nos advierte. Al haber hablado con la inspectora sabemos positivamente que cuando venga mirará el expediente de Angelina.

En las Marismas intentamos orientar nuestro trabajo hacia las preferencias y gustos de los residentes. Hemos hablado con Angelina y, a pesar de su deterioro cognitivo, nos ha dicho claramente que “la comida es un asco”, que ella quiere “cosas más ricas” y que le dejen tener comida en la habitación para picar. Sabemos que eso supone asumir riesgos.

Estamos estudiando todo y se nos plantean algunas dudas:

¿Puede unos poderes preventivos nombrar a un representante para decidir sobre cosas así?

¿Es tan importante que los residentes diabéticos sigan una dieta estricta?

De forma más general, ¿cómo debemos actuar cuando la decisión de un residente, basada en lo que nos dice o en una combinación de factores como lo que podemos deducir de lo que nos dice una persona que vive con demencia, su historia de vida y lo que nos dicen otras personas que le conocen, es perjudicial para su salud?

¿Qué harías tú?

Autor: Josep de Martí

Jurista y gerontólogo. Profesor del Máster en Gerontología Social y de Dirección de residencias en varias universidades. Director de Inforesidencias.com y Eai consultoria.

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