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EL RINCÓN DEL DIRECTOR DEL RESIDENCIAS

Devuélveme el rosario de mi madre

Por Josep de Martí

Como directora de la residencia las Marismas, algo que, por cierto, eres desde hace unos años, te gusta seguir un principio que siempre has considerado conveniente: dedicar el 80% de tu esfuerzo en la residencia a que las cosas se hagan bien y el otro 20% a poder demostrar que se hacen bien. Así, intentas que todos los que participan del día a día de la casa (los residentes, por supuesto, pero también los empleados, los familiares y los inspectores que periódicamente os regalan su presencia) estén razonablemente felices.

Siguiendo ese principio, desde hace unos años tenéis en la residencia una política sobre joyería que intenta conciliar el que los residentes puedan tener sus objetos preciados mientras se evitan riesgos de pérdidas. Recomendáis que las personas que viven en el centro, sobre todo si sufren deterioro cognitivo, no lleven siempre joyas de gran valor. Ofrecéis una caja fuerte para guardar objetos especiales que puedan llevar ocasionalmente y recomendáis que, especialmente las personas que están acostumbradas a llevar joyas, traigan objetos no muy valiosos. Acompañáis esa práctica con unos registros que permiten saber quién deposita cosas en la caja fuerte.

Siempre explicáis en el momento del ingreso esa política y la justificáis por el deterioro cognitivo de muchos residentes y por el hecho de que, puede suceder que algún residente “regale” cosas a auxiliares o a visitas sin que después lo recuerde.

Hasta ahora todo iba bien pero el fallecimiento de doña Presentación Huertas está planteando un grave problema.

Una de sus hijas, al recoger las cosas de su madre, nos ha dicho que echa de menos un rosario de cuentas de perlas y piedras de azabache al que su madre tenía mucho apego, una figurita de plata de la virgen del Carmen y unos pendientes de perlas.

La situación es algo incómoda ya que, por mucho que hemos buscado, las cosas no aparecen. Y lo es aún más porque, en los últimos meses es la tercera vez que, al fallecimiento de un residente los familiares dicen echar de menos algún objeto más o menos valioso.

Nuestra política sobre joyas puede protegernos, pero estamos preocupados ya que alguien del equipo puede estar robando a residentes.

Hemos hecho un poco de detectives cruzando datos de quién estaba de turno en los momentos de las bajas en las que se han echado de menos cosas y hemos encontrado dos sospechosas probables. Hemos repasado las cámaras de seguridad del pasillo, pero siendo la última baja una habitación doble, vemos que entraron muchas personas, entre ellas las dos auxiliares en cuestión. Por desgracia, las imágenes de las anteriores bajas ya se han borrado.

La hija nos insiste en que la figurita y los pendientes no son tan importantes. Para ella, si el ladrón “le devuelven el rosario de su madre, que se quede todo lo demás”.

Estamos en esa encrucijada, pensando qué tendríamos que hacer.

Si decimos abiertamente a todo el personal que alguien está robando a los residentes podemos conseguir que el ladrón, asustado, deje de actuar, pero también podemos hacer que surjan rumores y acusaciones cruzadas que enrarezcan mucho el ambiente.

Podemos poner una “trampa” cuando suceda la próxima baja. Esto es más teórico que práctico, ya que las bajas raramente son tan previsibles como para hacer el montaje.

Y así estamos. ¿Qué harías tú?

Autor del caso: Josep de Martí Vallés

Jurista y Gerontólogo

Profesor del Máster de Gerontología Social y del Postgrado en dirección de centros de la UB, la UAB y del centro de Humanización de la Salud.

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