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Mi reino por una enfermera

Mi reino por una enfermera

Por Josep de Martí
martes 11 de julio de 2017, 20:47h

Cuando pusimos en marcha el portal Inforesidencias.com hace diecisiete años queríamos ser un lugar en el que quien necesitaba encontrar una residencia adecuada para un ser querido pudiera obtener ayuda.

Como “algo para rellenar” pusimos otros apartados, como una guía de reglamentación, una sección de noticias y una bolsa de trabajo.

Con el paso del tiempo hemos conseguido que el buscador/comparador de residencias alcance las 100.000 consultas mensuales, pero en los últimos tiempos esa cifra queda pequeña si la comparamos con el número de visitas que recibe la bolsa de trabajo.

Si durante los tiempos más agudos de la crisis resultaba difícil para las residencias encontrar residentes con capacidad económica para pagar la plaza, ahora resulta que lo verdaderamente complicado es encontrar personal adecuado.

Resulta sorprendente ver que, de las 305 ofertas de trabajo que publicamos hoy en el portal, haya 51 que corresponden a residencias que buscan enfermera. Varias han contactado directamente con nosotros para saber si “sabemos de alguna, aunque esté trabajando”, y más de una está empezando a sufrir realmente por la escasez de estos profesionales en situación de búsqueda de empleo, sobre todo a las puertas del verano.

Aunque cuando se habla de los problemas que tiene que afrontar el sector de atención a mayores se suele indicar el de la necesaria “coordinación o integración sociosanitaria”, lo cierto es que uno de los más graves, desde el punto de vista de la atención sanitaria, empieza a ser la falta de personal cualificado que quiera trabajar cuidando a personas mayores.

En los viajes geroasistenciales de Inforesidencias hemos conocido a enfermeras españolas que se habían mudado “al norte” en busca de mejores oportunidades. Cuando visitamos Escocia hace un par de años el número de esos “españoles en el mundo” nos pareció impresionante hasta el punto de hacerme pensar que al final acabarían faltando enfermeras en casa.

No era consciente entonces de una realidad que ya debería estar preocupándonos hace tiempo y que es más estructural que la mera huida de talento. España cuenta con 5’2 enfermeras por cada 1.000 habitantes mientras la media europea es de 8’4. Podemos consolarnos pensando que Letonia tiene menos que nosotros y está en la Unión Europea. Pero también podríamos intentar entender cómo lo han hecho Noruega o Suiza (europeos “no UE”) para alcanzar la proporción de 16 por 1.000. (Ver fuente).

De poco sirve que la OCDE aconseje promover políticas para crear condiciones laborales que eviten la fuga de enfermeros a otros países. El “camino de las enfermeras” transcurre fluido. Las españolas se van al norte de Europa mientras algunas latinoamericanas llegan a España, con más problemas de convalidación las segundas que las primeras.

Parece claro que cada residencia por su lado puede hacer poco más allá de intentar buscar y mantener como pueda a sus profesionales. Pero, ¿qué más se puede hacer?

En Suecia nos explicaron hace tiempo que una enfermera que trabaja en una residencia gana lo mismo, y a veces un poco más de lo que hace una colega que trabaje en un hospital. Como es algo que nunca he contrastado espero que alguien que sepa más del tema me ayude a ratificarlo. Quien me lo dijo lo justificaba en la dificultad de encontrar a profesionales que prefiriesen la residencia al hospital.

En nuestro caso la situación es totalmente contraria. En las tablas salariales de 2017 del convenio marco de atención a la dependencia, aparece que el salario base de la ATS/DUE (sí, todavía pone “ATS”) es de 1.317 euros al mes. En la sanidad pública el salario varía de una comunidad a otra pero resulta siempre mucho más alto.

¿Sería una posible solución para atraer a enfermeras a las residencias equiparar su salario con las del sector público? Sin duda, aunque sería iluso no indicar que en ese caso lo lógico sería también aumentar el salario submileurista de las gerocultoras y a todo el personal, con el consecuente incremento de costes y precios.

Otra opción sería disminuir la presencia de la enfermera en la atención a mayores en residencias. Eso sería más difícil que lo anterior ya que, en su función de atención y acompañamiento, la figura de la enfermera es esencial. He visitado residencias en nueve países y lo poco que tienen en común todas es la importancia que tiene la enfermera en el equipo interdisciplinar o sencillamente en la atención a los residentes.

Me confieso impotente. Quizás habría que subvencionar series de televisión u videojuegos en los que aparezcan “superenfermeras” (mujeres y hombres) para que muchos jóvenes opten por esos estudios justificando la inauguración de nuevas facultades. Quizás habría que preguntarles más a ellas para descubrir cómo hacer más atractiva su profesión.

Es un buen campo para plantear ideas novedosas. Hasta que estas fructifiquen, tendremos que ser flexibles y seguir escuchando cada cierto tiempo el grito: “Mi reino por una enfermera”.

Nota: Utilizo siempre la palabra “enfermera” en femenino siguiendo el criterio profesional de las propias enfermeras y tras escuchar, a menudo a representantes masculinos de esa profesión referirse en primera persona como lo que son: enfermeras.

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