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El cambio de habitación

Dependiente en silla de ruedas.
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Dependiente en silla de ruedas. (Foto: Foto Designed by Freepik)

Nota: Una residencia de personas mayores es un lugar bastante complejo en el que conviven y pasan muchas horas personas diferentes, cada una con sus intereses, deseos y expectativas. En ‘El rincón del director’ tratamos situaciones reales “dramatizadas” para que puedan provocar discusión y debate. Los casos los escribo yo, Josep de Martí, basándome en lo que me cuentan directores y gerentes de residencias en los cursos y actos en que participo. Os agradecería mucho a todos los que leáis los casos, que, si os ha sucedido algo que consideréis digno de convertir en un caso práctico me lo enviéis y, de paso, si queréis opinar sobre los casos que voy proponiendo que os animéis y lo hagáis. Muchas gracias.

El cambio de habitación

En un mundo ideal todas las habitaciones en una residencia para personas mayores serían individuales, dispondrían de su propio cuarto de baño y serían lo suficientemente grandes como para que, cuando ingresase una pareja o dos personas que quisieran vivir juntas, sencillamente, compartirían cualquiera de los dormitorios.

Así es como suelen ser las residencias que visitamos en los viajes de Inforesidencias a países escandinavos.

En la residencia las Marismas, de la que, por cierto eres directora, las cosas no son tan idílicas. Contáis con un número de habitaciones individuales pero la mayor parte de residentes comparten habitación.

Decidir quién comparte habitación con quién es una actividad de cuasi orfebrería: hay que tener muchos factores en cuenta y, a menudo, no se acierta a la primera.

En vuestra larga experiencia habéis visto que no hay fórmulas que puedan ser aplicadas a todas las circunstancias. A veces resulta muy positivo que conviva una persona con un grado de demencia con otra que mantiene intacta la capacidad cognitiva, en cambio otras, resulta imposible. También, a veces, habéis visto como dos personas que eran amigas fuera de la residencia no pueden convivir juntas.

Ahora os enfrentáis con una situación que os está tomando más tiempo y esfuerzo del que habíais previsto.

En cuestión de pocos días quedó libre una habitación doble que compartían dos residentes. Una murió en el hospital y al día siguiente falleció en la residencia su compañera. En una semana vivían en la habitación dos nuevas residentes que tenían bastante en común. Las dos habían tenido varias operaciones en las piernas, necesitaban caminador y esporádicamente silla de ruedas. Eran muy dependientes físicamente, pero mantenían un buen nivel cognitivo y las dos tenían un fuerte carácter.

Al poco de ingresar surgió alguna discusión entre ellas sobre aspectos de la habitación. Después, cada una por separado se quejó de la otra y acto seguido fueron los familiares de cada una quiénes nos dijeron que “la otra” era insoportable, incluso peligrosa, por lo que deberían cambiarla de habitación.

Ya habéis implicado al equipo y habéis hablado por separado y de forma conjunta con las residentes. Parece que viven a ambos lados de un espejo imaginario y que tanto ellas como sus familias se comportan de forma intransigente.

Cada solución que se plantea (como establecer unas reglas sobre los aspectos que generan tensión) dura sólo un par de días y vuelven a surgir los problemas.

Hacer un cambio de habitación resulta difícil porque la residencia está a plena ocupación por lo que habría que poner de acuerdo a terceras personas. Aún así, estáis dispuestos a afrontar el reto cuando surge un nuevo problema. Ambas dicen que la que tiene la culpa de las cosas es “la otra” por lo que debería ser ella la que se fuese de la habitación.

La hija de una de las dos nos ha enviado un correo electrónico en el que nos recuerda que en el contrato que firmaron aparece qué habitación tiene asignada su madre y que no puede ser cambiada sin su consentimiento si no es por una causa de “fuerza mayor”. Dice que su madre ya ha sufrido suficiente y que deberíamos cambiar ya a “la otra”.

Nadie ha sufrido daños. En apariencia es un tema menor pero lo que parece una tontería se está convirtiendo en un “tema de discusión” en la residencia y en algo que empieza a ocupar tiempo y preocupación.

Hace dos días ha surgido lo que puede ser la solución. Doña Aparecida Buendía, que vive en la residencia desde hace dos años, se ha ofrecido a trasladarse a la habitación de la pareja en discordia. Dice que le da igual con cual de las dos tendrá que convivir, que siente toda la discordia que está surgiendo y que, total, ella se arregla con poco y siempre le ha gustado ayudar.

Al hablar con las compañeras les ha parecido bien la solución siempre que sea “la otra” quien salga de la habitación. Parece que nos hemos metido en una competición. Las familias de cada una se han sumado con pasión y apoyan a la madre.

¿Cómo puede algo en apariencia tan baladí apasionar tanto?

Hablando en una reunión del equipo han surgido ideas como “echarlo a suertes” o que ambas acepten que sea Aparecida quien decida con cuál se queda. Vosotros dudáis que eso arregle todo, pero algo habrá que hacer.

¿Qué harías tú?

Autor del caso: Josep de Martí Vallés

Jurista y Gerontólogo

Profesor del Máster de Gerontología Social y del Postgrado en dirección de centros de la UB, la UAB y del centro de Humanización de la Salud. Director de Inforesidencias.com

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