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El robot que me cambiará los pañales

Por Josep de Martí
martes 02 de diciembre de 2025, 01:32h
Josep de Martí, fundador de Inforesidencias.
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Josep de Martí, fundador de Inforesidencias. (Foto: JC/Dependencia.info)

Llevo años haciendo la misma pregunta en conferencias, clases y charlas: ¿cómo será el robot que me cambiará los pañales cuando sea mayor? La mayoría de veces lo he dicho en tono medio en broma, aunque no del todo. A fin de cuentas, no tengo la seguridad de que vaya a llegar a ser muy mayor ni de que acabe siendo incontinente, pero hay algo de lo que cada vez estoy más convencido: si llego a ese punto, será un robot quien me los cambie.

Y no porque lo prefiera, sino porque seguramente no habrá una persona que quiera o pueda hacerlo.

El problema es que cada vez resulta y resultará más difícil encontrar profesionales dispuestos a realizar trabajos esenciales pero duros, como cuidar, asear, levantar o cambiar a una persona mayor dependiente. Y los pocos que estén dispuestos a hacerlo con vocación y profesionalidad, tendrán que atender a un número creciente de personas añosas por lo que, probablemente esperarán recibir un salario elevado acorde con la importancia y dificultad de su trabajo.

Seamos realistas, la mayoría de nosotros no podrá permitírselo. Como a la vez que se produce el envejecimiento de la población avanza la inteligencia artificial, la investigación en nuevos materiales, en baterías y en ingeniería robótica, en el futuro del que hablo en las conferencias, existen robots cuidadores dispuestos a cambiarme los pañales.

Hasta ahora, todo esto no dejaba de ser una conjetura razonada. Un aviso con tono de anécdota que soltaba en medio de una presentación o que utilizaba como arranque para una reflexión sobre el futuro del cuidado. Pero después de leer un reciente artículo de Goldman Sachs titulado The global market for humanoid robots could reach $38 billion by 2035, empiezo a pensar que no es ninguna exageración. Que ese robot puede estar ya en fase de diseño.

El informe estima que hacia el año 2035 habrá humanoides trabajando de forma habitual en múltiples sectores, incluyendo el sanitario y el asistencial, y que el mercado global de estos robots alcanzará los 38.000 millones de dólares. No estamos hablando ya de prototipos en ferias ni de promesas para dentro de un siglo. Se habla de robots con forma humana que serán capaces de caminar, sujetar, hablar, interpretar gestos y ayudar en tareas que, hasta ahora, pensábamos exclusivamente humanas. Y se da un horizonte de diez años para verlos incorporados de forma normal en entornos como hospitales y residencias.

Los precios de fabricación, dice el informe, ya han bajado casi un 40 por ciento. Las capacidades cognitivas y de lenguaje, gracias a la inteligencia artificial generativa, han dado un salto cualitativo que permite prescindir de programas que les digan a los robots qué tienen que hacer y exactamente cómo tienen que hacerlo. Lo que antes eran máquinas torpes, hoy son ya sistemas capaces de detectar emociones, aprender de la interacción y generar respuestas más empáticas que muchas personas. Y sin cansancio, sin bajas médicas, sin turnos imposibles ni cambios de humor. Un robot de hoy de los que aspira y friega el suelo por su cuenta, será a los robots de dentro de cien años lo que un carromato es a un coche deportivo

En los viajes geroasistenciales que hemos organizado a Japón desde Inforesidencias, hemos podido ver robots interesantes. Algunos de compañía, diseñados para estimular, entretener o tranquilizar. Otros con forma de grúa, caminador, o cama inteligente. Herramientas valiosas, sin duda. Pero no eran humanoides. Nada que se pareciera al robot con cabeza, tronco, brazos y piernas que me cambiará los pañales.

Lo que nos enseña ahora Goldman Sachs sí lo es: un robot bípedo, con rostro expresivo, capaz de moverse por habitaciones, sostener conversaciones sencillas, trasladar personas o dar soporte en tareas básicas de la vida diaria. Y lo más llamativo de todo no es su forma, sino su calendario. Diez años. Puede que menos.

¿Es esto bueno o malo? Pregunta difícil. Depende de a quién se lo preguntes y cuándo plantees esa pregunta. Ahora, con los robots aún en desarrollo, podemos debatir desde la ética, la filosofía o la economía. Podemos preguntarnos si queremos un mundo así. Pero cuando empiecen a usarse porque no haya personas dispuestas a hacer esas tareas, cuando veamos que no se quejan, que no se cansan, que no juzgan, y que, además, pueden simular empatía con una verosimilitud inquietante, quizás ya no nos preguntemos tanto si queremos robots o no. Tal vez la pregunta sea otra.

También está el temor de si estas máquinas quitarán trabajo a los humanos. Pero aquí tengo una respuesta clara: no. Nadie perderá su trabajo por culpa de un robot en una residencia. Lo que ocurrirá es que estos humanoides sustituirán a personas que sencillamente no conseguimos encontrar. ¿Quién se quejará de que un robot haga el trabajo que ninguna persona está dispuesta a hacer?

Así que sí, puede que, en unos años, si llego a mayor y me vuelvo incontinente, alguien, o algo, vendrá con calma, sin prisa y con una sonrisa digital, a cambiarme los pañales. Quizás incluso me diga algo bonito. Y yo, mientras tanto, recordaré que ya lo había imaginado. Que lo dije en una tribuna. Y que aquel día, aún podía bromear con ello.

Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.

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