El Covid19 puso luz, definitivamente, sobre el sistema de residencias destinado a los adultos mayores, cuestionándolo fuertemente además de que, en el fondo, nunca fue asimilado por la sociedad. La Pandemia nos ofrece una oportunidad única de nivelación social. Muchos sostienen que modificará la relación entre el egoísmo a ultranza del neoliberalismo y una sociedad mas solidaridad.
La longevidad es un hecho. Nos estamos haciendo viejos, como sociedad y como individuos. En envejecimiento de las poblaciones, también se está siendo considerado, por algunos autores, “Pandemia” que se irá concentrando mayoritariamente en los países en desarrollo. La demora en la Región y de la Argentina en particular, a propósito de la construcción de nuevas variables y alternativas respecto de los modelos de hábitat e instituciones, la ausencia de material de investigación, el vacío de políticas específicas, son síntomas del vacío que existe en este campo y de las prioridades de la sociedad.
Entre vivienda e institución destinada a las personas mayores, existe un abanico de alternativas más eficientes que no han sido desarrolladas. Este sector etario viene con toda la fuerza y con toda la rebeldía hacia los modelos existentes. Los mayores tienen el derecho a “emanciparse” y decidir cómo quieren vivir con una visión crítica a la normalidad que se les ofrece. La des-institucionalización de los hogares de ancianos es una necesidad evidenciada con esta pandemia y una alternativa a explorar para racionalizar recursos físicos, humanos y financieros. Es una cuestión de Estado que no puede quedar en manos de lógicas de mercado. Es obligación del Estado de cumplir con el derecho a la vivienda digna para las personas mayores, que no quieren vivir en un geriátrico. La vida en una institución es una forma “anormal” de vida. La “guetificación” de adultos no es una forma de vida “normal”.
Según algunas escasas estadísticas que se elaboran al respecto, las PM que dependen de una u otra forma del estado, tienen como única alternativa la institucionalización cuando se sabe sobradamente que resultan altamente antieconómicas. Están los que claman por una “sanitarización” de los centros de larga estadía cuando sabemos que los viejos no son enfermos ni locos como para obligarlos a una vida antinatural. El impacto psicosomático de la arquitectura y su connotación ideológica no se puede dejar de reconocer. Sin embargo, hay una dificultad en reconocer la influencia política de los hechos arquitectónicos creyendo que son neutros y que no expresan nuestros prejuicios, nuestros miedos, y lo que finalmente, la sociedad piensa acerca de la vejez.
La ausencia de material de investigación, la ausencia de profesionales de la arquitectura especializados en esta materia son otro síntoma más. La Arquitectura Gerontológica abarca mucho más que un hábitat sin barreras. No es únicamente el producto de una correcta aplicación de un catálogo exhaustivo de fórmulas y recetas, no es el diseño de espacios ortopédicos, que terminan reforzando un modelo de exclusión. Una vivienda sin obstáculos físicos, una institución sin barreras, una ciudad transitable, ya no alcanzan, en escalas diversas son formas análogas de ignorar la vejez en todas sus nuevas formas. La Arquitectura Gerontológica se estructura en conceptos que comprenden a la ética, la estética, la etnología y la filosofía en general, como también a la psicología ambiental y la sociología, que de forma interdisciplinaria dan volumen y sinergia a la semiótica de los espacios que ocupan las PM.
Es fundamental poner en agenda el rol del arquitecto, en un nuevo papel profesional y de ubicación en el lugar del “otro”, ubicándose dentro de un criterio sistémico, proponiendo nuevas alternativas a los modelos ya conocidos. A esta altura es impostergable la creación de nuevos proyectos, de apertura de “puertas” a nuevas tipologías que quizá todavía no existen, que quizá todavía no tiene nombre, destinada a una “nueva vejez” que ya está instalada. Es fundamental el rol del arquitecto, acompañado de equipos multidisciplinarios, en proyectos de racionalización de los recursos humanos, físicos y financieros colaborando a equilibrar dicha ecuación de sustentabilidad donde la Arquitectura cumpla con un rol de Operador Terapéutico, Protésico y Preventivo. Se trata ni más ni menos de brindar un espacio que contenga, que acompañe, que comprenda y potencie el “poder” de las PM. Sobre todo, en situaciones donde el “otro” va a transitar su nueva etapa de vida que hoy representa una tercera parte de su línea vital.
Los espacios deben abrirse a toda esta infinita y siempre renovada “otredad”. Los viejos hoy, no son los mismo que ayer. Si se entiende esta propuesta, se entiende que la Arquitectura Gerontológica debe ocupar su espacio en el mundo de la Gerontología y la Ecología donde la persona es sujeto y protagonista. Debe responder a una nueva manera de hacer y entender el mundo, que se aleja de los estereotipos conocidos de vejez. Es un error intentar copiar modelos alternativos que surgen en los países del norte, pero si aprender de ellos y desarrollar modelos anclados en la idiosincrasia de nuestra región.
Esta discusión tendría que abrirse a partir de lo que emerge desde las necesidades y deseos de las personas, es decir tener en cuenta qué perfiles de personas mayores, respetar su independencia, su individualidad y su dignidad con criterios de normalidad. Además de respetar la capacidad de decidir de las PM. De no querer ser cuidado por los hijos, de poder quedarse en su casa, su barrio, en su pueblo y no ofrecerle como única alternativa vivir en un geriátrico.
Arquitecto Eduardo Frank, Gerototecto Mat. N° 11736 Estudio EFRANK
Un “gerototecto” es un arquitecto familiarizado con la gerontología y la ciencia del envejecimiento.