Expertas en cohousing sénior coinciden en que el mayor reto no está en levantar el edificio, sino en crear y sostener una comunidad cohesionada. Alcanzar acuerdos, financiar el proyecto y mantener la convivencia a largo plazo son los principales desafíos de este modelo de vida colaborativa entre mayores.
En la jornada ‘Cohousing: una alternativa para una nueva vida’, organizada recientemente por el Ayuntamiento de Madrid se celebró una Mesa sobre Alternativas Habitacionales en la que tres responsables de tres cohousing ya asentados dieron su opinión sobre lo que resulta más difícil a la hora de iniciar un proyecto de cohousing. Prácticamente unanimidad: lo más difícil del cohousing sénior es construir una comunidad primero y mantener la convivencia después.
Moderada por José Manuel Ropero Campos, subdirector general de Mayores y Prevención de la Soledad no deseada, participaron Manana Fernández Cota, de Convivir; Victoria Lerroux Lerroux, de Trabensol; y Eva Aguirre Arteaga, de Fundación Matia.
Coincidieron en que lo más difícil al iniciar un proyecto de este tipo no es tanto construir un edificio como construir una comunidad. Antes de levantar una sola pared, es necesario que las personas que van a convivir definan juntas cómo quieren vivir, qué grado de apoyo mutuo desean y qué límites pondrán a la convivencia. Ese proceso de consenso puede durar años y requiere paciencia, escucha activa y renuncia a parte de las preferencias individuales en favor del bien común. “Hay que aprender a decidir entre todos, y eso no es algo a lo que estemos acostumbrados en una sociedad tan individualista”, señalaba una de las participantes.
Otro de los grandes retos iniciales es la financiación y la gestión del suelo. Los expertos subrayaron que conseguir financiación colectiva sigue siendo complicado, porque los bancos todavía no entienden bien el modelo cooperativo del cohousing. Además, encontrar un terreno adecuado —bien situado, con servicios cercanos y que cumpla los requisitos urbanísticos— puede convertirse en un laberinto burocrático. Por eso, algunos proyectos terminan paralizados o se encarecen más de lo previsto.
Una vez superada la fase de creación y entrada en el edificio, comienza otro desafío: mantener viva la comunidad. La convivencia entre personas mayores con ritmos, necesidades y niveles de autonomía diferentes exige diálogo constante y estructuras organizativas claras. Los expertos coincidieron en que la clave está en cuidar las relaciones personales tanto como los espacios comunes. Mantener un equilibrio entre la autonomía individual y la cooperación grupal es lo que da estabilidad al proyecto a largo plazo.
Por último, los participantes apuntaron que el cohousing requiere una gestión profesional y transparente, especialmente en los servicios compartidos, el mantenimiento del edificio o la atención cuando aumenta la dependencia. Cuando el grupo no planifica bien estos aspectos, surgen tensiones o desigualdades en las responsabilidades. En cambio, cuando se combinan una buena organización interna y el acompañamiento de profesionales especializados, el cohousing no solo perdura, sino que se convierte en un modelo de envejecimiento activo y comunidad solidaria.
Convivir
Manana Fernández Cota
¿Qué es lo más difícil de iniciar un cohousing y luego qué es lo más difícil cuando ya se ha iniciado para mantenerlo?
Lo más difícil para empezar, yo creo que es cohesionar un grupo que esté dispuesto a pasar años buscando terreno, buscando financiación y buscando cohesión para levantar el edificio. El grupo humano es lo fundamental.
Una vez que se ha empezado a vivir en el cohousing y se está conviviendo, lo más difícil es precisamente eso, convivir. Ahí está la clave: Convivir, convivir y convivir. Cada uno es de su padre y de su madre y hay que aguantar. Vamos, como cuando una pareja se casa.
Es que cuando una pareja se casa, a los seis meses dices y este qué hace aquí. Pues el cohousing te pasa un poco eso, que dices y yo qué hago aquí. Porque hay conflictos, pero además conflictos muchas veces tontos. Convivir es muy difícil.
Y luego, también, es muy importante la capacidad para ser resiliente y saber que van a haber muchas dificultades, pero que siempre va a haber salida.
¿La administración no lo pone fácil?
Vamos a ver. Ya sabes que el tema de la dependencia es una competencia cedida. Entonces depende mucho de las administraciones. Por ejemplo, Madrid ya ha reconocido, tiene una normativa para el cohousing. Castilla-La Mancha no tiene ninguna normativa.
Depende mucho de las autonomías. De todas maneras, ni siquiera los cohousing nos ponemos de acuerdo en qué tipo de ayuda queremos.
¿Merece la pena?
Hombre, claro que merece la pena, indiscutiblemente. Si no, de qué estaría yo dándole a la cabeza, disfrutando, si no estuviera en un cohousing. Yo estaría, como muchas amigas mías, visitando Madrid, que es muy agradable y muy bonito, pero a mi me gusta más "comerme el tarro".
Trabensol
Victoria Lerroux Lerroux
¿Qué es lo más difícil de iniciar un cohousing como Trabensol?
Todo. Pero lo más difícil es tener un grupo potente en el que se sustente todo lo que se ha de hacer. Encontrar terreno, luchar contra las trabas burocráticas y administrativas, poder edificar, obtener el crédito bancario que hace falta, pero lo básico es el grupo. Si no se tiene un grupo humano que le dé base es imposible.
Y cuando ya se ha conseguido, ¿qué es lo más difícil para mantenerlo?
La gestión y la convivencia. Tener una buena gestión quiere decir lo que se hace entre los socios de la cooperativa. Nosotros tenemos una gerente y una administrativa. La gerente es la que ayuda en la gestión a niveles ya más importantes, pero también la gestióndel centro en el día a día.
¿Merece la pena?
Merece la pena. Es una buena forma de envejecer. Es decir, no es perfecta porque no hay nada perfecto en este mundo, pero es una forma de estar en compañía. Los problemas pequeños se solucionan de maravilla.
Tú imagínate cuando tienes un problema, tienes goteras en la casa y se te estropea el ordenador, pero de paso tienes que ir también al zapatero. Esto te lleva un día y medio, con suerte. En un sistema de estos, el arreglar la gotera es algo que te aparece con el sistema de mantenimiento del edificio.
Pero es que no te has de preocupar de la comida. El servicio de comedor te hace la comida. Puede haber servicio de lavandería. Te dan la ropa planchada. Esto te alarga la vida. Si estás un pelín ‘chungo’, te alarga mucho la vida. Y los problemas cotidianos se solucionan con mucha facilidad y dentro de lo cotidiano y normal.
Lugaritz (Fundación Matia)
Eva Aguirre Arteaga
¿Qué es lo más difícil de poner en marcha el proyecto de Lugaritz?
Pues que requiere de una flexibilidad constante, porque estamos hablando de personas que deciden unirse para entrar a vivir juntas, pero la vida es así y las situaciones vitales de las personas de salud, relacionales, van cambiando.
Entonces, el modelo tiene que ser lo suficientemente flexible para irse adaptando y, a la vez, conseguir la estabilidad que requiere un proyecto así. Ser constante, ajustarse y flexibilizarse creo que es uno de los principales retos.
Y una vez que ya se ha iniciado el proyecto, ¿qué es lo más difícil para mantenerlo?
Lo más difícil es mantener a la comunidad viva. Lugaritz solo tiene sentido si las personas que viven en ella están activas, se sienten parte, se empoderan y lo dinamizan y lo lideran.
Evitar que solo un grupito de personas, por ejemplo, lidere y evitar ese desgaste de unos pocos y fomentar la participación de todas las personas que allí viven es clave, porque sin la comunidad eso no marcha adelante.
¿Merece la pena finalmente?
Definitivamente.