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Cinco años después de Doña Beatriz

Por Josep de Martí
sábado 08 de marzo de 2025, 23:52h
Josep de Martí, fundador de Inforesidencias.com
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Josep de Martí, fundador de Inforesidencias.com (Foto: JC/Dependencia.info)

Hace cinco años se cerraron las residencias en España debido al brote de coronavirus COVID -19. Algunas se avanzaron y lo hicieron unos días antes, la mayoría siguió las pautas que marcaban las autoridades. Se prohibieron las visitas y empezó una retahíla de instrucciones, pensadas para proteger a toda costa a los residentes del contagio dificultando en extremo la gestión de las residencias.

Todo era "por el bien" de los residentes, para protegerles, aunque sin preguntarles qué querían ellos.

A las residencias tampoco se les preguntó, se les enviaban instrucciones que cambiaban una o dos veces por semana y que abarcaban temas como la distribución de los residentes según su nivel (lo que supuso decenas de miles de cambios de dormitorios), el uso de los escasos sistemas de diagnóstico, la sectorización de las residencias o la gestión de los residuos. Se les obligó a informar diariamente, antes de las cinco de la tarde, sobre todo lo que sucedía en el centro.

Y mientras hacían todo eso, entre el 20 y el 30% de los trabajadores de residencias fueron enviados a casa por sufrir síntomas o haber estado en contacto con residentes contagiados. Una vez en casa, el volver a trabajar resultaba casi imposible, ya que no se daban altas si no había un test que confirmase la ausencia del virus. Tests que no estaban disponibles por aquel entonces.

La afectación fue diferente en diferentes comunidades y provincias. Allí donde la epidemia se extendía entre la población, lo hacía de forma concentrada en las residencias.

Empezaron a morir residentes. Y mientras las noticias hablaban del esfuerzo heroico que se llevaba a cabo en los hospitales, una infame ministra puso en duda el trabajo de las residencias generando una injusta sombra de sospecha que se ha alargado hasta la actualidad.

Esos días hablé con muchos directores, gerentes, profesionales y propietarios de residencias que se veían superados por una situación que afrontaban sin suficientes epis (equipos de protección individual) y con una gran incertidumbre. A pesar de todo, siguieron allí, dando todo lo que tenían y, muchas veces, mucho más de lo que en justicia se les podía exigir.

En ese tiempo escribí una historia y con la ayuda de Aina Pongiluppi Gomila la convertimos en una pequeña película. La idea era transmitir que, en lo que sucedía en las residencias, las propias residencias tenían poco que decir más allá de seguir ciegamente los vaivenes de las instrucciones que les llegaban desde las administraciones.

Cinco años después me gustaría volver a compartirla, aunque con dos comentarios.

El primero es que, por supuesto, mi intención no fue poner en duda el trabajo de las residencias. Cuando el narrador dice “es por su bien”, se refiere a lo que se decía por aquel entonces para justificar todas las medidas limitativas de la libertad que se imponían desde las autoridades sin consultar a las residencias o residentes.

La segunda es que, con perspectiva, veo que el final debería ser diferente. Durante esos días pensaba de una forma muy pesimista. Hoy, reconociendo el hercúleo trabajo que llevaron a cabo las residencias de personas mayores y observando la capacidad de resiliencia de las personas y organizaciones, creo que doña Beatriz sí volvió a sonreír después de la pandemia.

Cinco años después, un momento de recuerdo y respeto para quienes murieron y sus seres queridos; solidaridad con quienes sufrieron la enfermedad y todavía padecen sus secuelas y un mensaje de advertencia vinculado a dos preguntas: Un día puede volver a suceder ¿Estaremos mejor preparados y tendremos más en cuenta la opinión de quienes viven la situación desde la trinchera?

¿Conseguiremos que doña Beatriz entienda algo la próxima vez?

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