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¿Por qué duele tanto ingresar a un ser querido en una residencia?

Por Josep de Martí
miércoles 20 de febrero de 2019, 17:27h
El director de Inforesidencias.com Josep de Martí en los micrófonos de radio Estel
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El director de Inforesidencias.com Josep de Martí en los micrófonos de radio Estel

Lo que viene a la cabeza de la mayor parte de personas cuando piensan en una residencia de mayores y lo que éstas son en realidad son cosas totalmente diferentes.

La mayor parte de la población nunca ha visitado una residencia. Entre los que sí, algunos lo hicieron hace muchos años y han mantenido en la memoria la visión de un asilo. Los que nunca lo han hecho piensan en lo que han visto en películas o en las noticias para suplir la falta de información.

Por desgracia la mayor parte de largometrajes y series de televisión pintan las residencias dando una visión bastante negativa. Las noticias, que sólo hablan de ellas cuando pasa algo terrible, tampoco ayudan a que la mayoría consiga tener una imagen ajustada a la realidad.

Si cuando pienso en una residencia evoco un incendio en el que murieron tres residentes, un enfermero que mató a varios mayores o un centro que cerró la inspección por incumplir la normativa, mi memoria me está jugando una mala pasada ya que me está creando una imagen negativa sobre algo de lo que sólo tengo información anecdótica. Lo cierto es que hay poquísimos incendios en residencias, aún menos cierres de centros por parte de la inspección y casi ningún caso en el que los mayores hayan sido asesinados. Y aún así es lo que recuerdo haber escuchado en las noticias de la tele, en la radio, en la prensa (si es que aún alguien la lee) o en Internet.

Lo cierto es que las residencias son un recurso necesario para aproximadamente el 5% de personas de más de 65 años, por lo que el 95% nunca llegarán a vivir en una de ellas. Lo que conocemos como residencias geriátricas, de tercera edad o de personas mayores, son cada vez más espacios adaptados y que intentan con más o menos éxito parecerse a un domicilio en los que un equipo de profesionales, aproximadamente uno a jornada completa por cada dos o tres residentes, apoyan y atienden a personas mayores que, por circunstancias, no pueden seguir viviendo en su casa.

Las residencias suelen contar con personal médico, de enfermería, fisioterapia, terapia ocupacional y especialistas en actividades, entre otros. Disponen de programas individuales para cada residente además de protocolos, registros y programas de calidad; reciben inspecciones de los departamentos de sanidad y servicios sociales de las comunidades autónomas y algunas, las más transparentes, comparten todos esos datos en Internet de forma que sean accesibles por todo el mundo.

Sólo hay que buscar la normativa que rige las residencias en cada lugar para ver que ésta es más rigurosa, incluso que la que regula el funcionamiento de las clínicas y hospitales.

Y, sin embargo, esta realidad pasa bastante desapercibida y nos aferramos a la imagen negativa ¿Por qué?

Yo creo que existen dos claves para entender este persistente e injusto sentimiento:

La herencia del asilo

Lo que hoy es una residencia no tiene equivalente en ningún momento del pasado y, en cambio, mentalmente la vinculamos con los antiguos asilos y casas de beneficencia a los que sólo iban a parar aquellos que no tenían más remedio que entrar para no quedar tirados en la calle.

Entrar en un asilo o casa de beneficencia era la señal definitiva de un fracaso vital. Sólo aquellos mayores que no habían sido capaces de hacer lo que se consideraba “normal”, o sea, casarse, tener descendencia, envejecer y ser cuidado por sus hijos (más bien hijas) acababan en un asilo.

Por desgracia ese estigma ha llegado hasta nuestros días, aunque vaya desapareciendo.

Nadie quiere necesitar una residencia

Es posible que algún día, a medida que se conozca lo que pasa realmente dentro de las residencias, podamos superar la herencia del asilo, lo que será mucho más difícil de conjurar algo real y duro: nadie quiere “necesitar” una residencia.

Si las residencias fuesen lugares al que fuesen a vivir de forma voluntaria personas totalmente válidas y cognitivamente capaces como una opción de vida, las cosas serían de una forma. Lo cierto es que, aunque existen algunas como las que acabo de describir, los residentes suelen ser personas muy mayores, que sufren varias enfermedades crónicas, que toman muchos medicamentos, que tienen una elevada posibilidad de sufrir deterioro cognitivo y de necesitar muchas atenciones.

¿Quién quiere estar en una situación en la que necesites una residencia?

En este sentido relaciono las residencias de mayores con las unidades de cuidados intensivos. Espero no necesitar una nunca, pero quiero que existan y que sean muy buenas por sí yo o un ser querido las necesitamos.

Conseguir que las residencias tengan una buena imagen social resulta así algo enormemente complicado y, sin embargo, debemos intentarlo.

La receta que llevo predicando desde hace años es la de la transparencia y la proactividad. Creo que las mejores residencias deberían compartir muchos de sus datos en Internet. Cualquiera que decida buscar algo sobre residencias debería poder encontrar cientos o miles de informaciones útiles que ahogasen las noticias negativas.

Desde que en julio de 2000 montamos Inforesidencias.com hemos intentado poner nuestro granito de arena en este intento dando una plataforma para que las residencias puedan ser transparentes y comparables.

Hace un año tuve la ocasión de empezar un programa de radio que se escucha a través de la emisora “Radio Estel” en Cataluña y Andorra y que con el título “Es grande ser mayor” también apoya en este intento trayendo cada martes a las cinco de la tarde a profesionales y residentes a hablar del día a día de la residencia. Me encantaría poder llegar a toda España, así que, si alguien que lea esto me echa una mano para contactar a una emisora dispuesta, estaré encantado de seguir intentando que el ingreso en una residencia se vea como algo normal y como lo mejor que te puede pasar si es lo que verdaderamente necesitas.

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