La reciente polémica surgida en Castilla y León en torno al uso de robots en las residencias de personas mayores ha levantado una polvareda considerable. El Colegio Profesional de Fisioterapeutas de Castilla y León (CPFCyL) ha denunciado que la nueva Ley 3/2024 que regula el funcionamiento de las residencias en Castilla y León introduciendo las unidades de convivencia y algunos elementos de Atención Centrada en la Persona, elimina la obligatoriedad de contar con fisioterapeutas en estos centros. Esta decisión ha sido criticada ferozmente por los fisioterapeutas, quienes consideran que se está reemplazando a los profesionales de la salud por “robots lúdicos”, lo que supone un "grave retroceso" en la atención sanitaria para los mayores.
En la noticia que he leído en Diario de León, el presidente de colegio dice que no se oponen a la tecnología en sí misma, sino a su abuso y uso incorrecto. Para él, el bienestar de las personas mayor no puede depender de máquinas y la interacción humana es insustituible en el cuidado de la salud. La junta directiva del colegio insiste en que el uso de robots como sustitutos de fisioterapeutas es una "cortina de humo" que trivializa la importancia de la atención en las residencias.
No sé qué acabará pasando en Castilla y León, y aun así, veo la situación como un ejemplo de lo que vamos a ver en un futuro cercano. La tendencia demográfica que enfrentamos y que se va a acelerar en los próximos años requiere una reflexión más profunda sobre el papel de la tecnología en el cuidado de nuestros mayores que vaya más allá de los argumentos de quienes tengan miedo a ver afectado su trabajo.
El envejecimiento de la población y la disminución de la tasa de natalidad están creando un panorama en el que habrá más personas mayores y menos jóvenes disponibles para cuidar de ellas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se espera que para 2050, el 30% de la población en España tendrá más de 65 años. Este cambio demográfico plantea desafíos sin precedentes para los sistemas de atención sanitaria y social.
Sencillamente, no vamos a tener suficientes fisioterapeutas, médicos o enfermeras. Pero quizás sí podamos tener soluciones tecnológicas que suplan parte de esa deficiencia.
Es en este contexto donde la tecnología y la inteligencia artificial empiezan a jugar un papel crucial. Y los cambios no siempre vienen de forma pausada, sino que, de repente, varias tecnologías encuentran algo que hace que puestas juntas puedan avanzar de forma mucho más rápida, y lo hacen. Hace poco, la revista The Economist hablaba de que, de repente los robots se estaban volviendo más listos. Lo que se refería era a la confluencia de robótica e inteligencia artificial.
Siempre que se habla de robots y residencias se suele poner una salvedad: “No se trata de reemplazar a los humanos por máquinas, sino de integrar la tecnología como un aliado que complemente el trabajo de los profesionales”. Yo discrepo bastante, ya que veo que, en este caso, a diferencia de en las fábricas de coches, no se introducirán robots para tener menos trabajadores y reducir el coste, sino porque no se encontrarán trabajadores en el mercado laboral y la otra opción será cerrar plazas.
Lo lógico es que los robots, con múltiples formas que pueden ser una cama robotizada, caminadores avanzados dotados de inteligencia artificial; “super roombas limpiadoras con brazos” y, con un poco más de tiempo, robots con forma parecida a la de una persona, empiecen por asumir tareas repetitivas y físicas, liberando de éstas a los fisioterapeutas y otros profesionales para concentrarse en actividades que requieren una intervención humana más directa y personalizada.
Por ejemplo, en Japón, un país con una de las poblaciones más envejecidas del mundo, los robots ya se utilizan para ayudar en el traslado de los pacientes, en la administración de medicamentos y en la monitorización de signos vitales. Estas tareas, aunque fundamentales, no requieren la empatía y el juicio que los humanos pueden aportar. Lo más relevante es que todo lo que hagan estos primeros robots quedará registrado de forma que el sistema “irá aprendiendo”. Cuantos más datos sobre los que aprender, más fácil será ir avanzando hacia robots capaces de realizar labores más difíciles y que requieran de competencias y habilidades reservadas hasta ahora a los seres humanos, como la capacidad de empatizar.
De momento los robots lúdicos desempeñar un papel bastante anecdótico. Comparados con lo que veremos en diez años, no son más que juguetes. Y, a pesar de ello, en algunos estudios, se ha demostrado que la interacción con robots puede reducir el estrés y la soledad entre los ancianos, lo que puede ser especialmente beneficioso en entornos residenciales.
Creo que la interacción humana y el trato personalizado son y seguirán siendo esenciales en el cuidado de los mayores. Sin embargo, a medida que el cambio demográfico haga que haya muchos más mayores y menos jóvenes, la tecnología acabará convirtiéndose en un apoyo valioso.
Lo que sí resulta esencial es que en el despliegue de robots y tecnología en las residencias, los poderes públicos, encargados de defender el interés general, intervengan siempre que se puedan ver afectados los derechos de las personas (residentes, trabajadores y la población en general). Isaak Asimov definió en 1942 las tres leyes de la robótica:
- Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
Quizás sea el momento, ahora que todavía no han llegado los robots, para pensar cómo se debería regular su interacción con las personas, sobre todo cuando éstas sean dependientes necesitados de cuidado.
De momento, veamos cómo se desarrolla la controversia en torno a la Ley 3/2024 y el uso de robots lúdicos en las residencias de Castilla y León. ¿Lo leeremos dentro de veinte años como leemos ahora sobre la efímera rebelión de los ludistas https://es.wikipedia.org/wiki/Ludismo que en el siglo XIX quemaban los telares que iban a hacer desaparecer sus trabajos como tejedores manuales? o ¿de verdad supondrá el nacimiento de un verdadero movimiento contra la implantación de robots en la atención a personas mayores?
Todo va tan rápido que quizás no tengamos que esperar demasiado para encontrar la respuesta.
Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.
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