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Eliminando la imagen negativa de las residencias de personas mayores

jueves 13 de junio de 2024, 04:58h
Javier Cámara, director de Dependencia.info.
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Javier Cámara, director de Dependencia.info. (Foto: Dependencia.info)

Ya he contado en alguna ocasión anterior que tuve la suerte de poder realizar un Master en Gerontología Social por la Universidad de Barcelona durante el cual aprendí mucho de grandes profesionales. A la hora de pensar en el Trabajo de Fin de Máster me lo llevé a mi terreno, el del Periodismo, y se me ocurrió investigar sobre la influencia de los medios de comunicación en la imagen de las residencias de personas mayores.

La hipótesis y la conclusión final, se pueden imaginar, es que influyen totalmente.

He de decir que gustó. Quizá esté feo que yo lo diga, pero es la verdad. Gustó porque resulta curioso siempre ese interés humano por lo feo, por la desgracia, por el morbo, por ese amarillismo que inunda gran parte de los programas de televisión, de radio y de la prensa generalista escrita. Donde esté un buen suceso... ¡qué se quiten las noticias bonitas!

Esto es habitual en todos los aspectos, sectores y campos informativos y el de la atención a las personas mayores, especialmente si hay residencias por medio, no es una excepción. Una mayoría prefiere leer que una persona con demencia ha agredido con un zapato a otro en la cabeza que se encuentra en las mismas condiciones de deterioro cognitivo porque se había equivocado de habitación a profundizar en un reportaje sobre la ACP, que si preguntan por ahí fuera muy pocos saben qué es. Es mejor y más fácil criticar la comida de las residencias que elogiar los beneficios de una Sala Multisensorial Snoezelen. Por supuesto, es un clásico culpar a las residencias de los miles de fallecidos por la pandemia de la Covid. Repito, muy poca gente ahí fuera sabe de lo que habla cuando hace esta afirmación.

¿Y por qué pasa esto? En gran parte por, repito, la influencia de los medios de comunicación en la imagen de las residencias, pero también, cada vez menos, es verdad, por la falta de transparencia (y de comunicación) de algunos centros, que no explican bien o suficientemente el trabajo, difícil trabajo, que realizan.

En nuestra sociedad, los estereotipos negativos sobre las residencias de personas mayores están profundamente arraigados. A menudo se les percibe como lugares lúgubres, de abandono, donde los ancianos pasan sus últimos días en soledad y deterioro, muchas veces atados y, en general, en un ambiente de poco cariño y nulo amor. Sin embargo, esta visión distorsionada no refleja, en absoluto, la realidad de muchas de estas instituciones que trabajan incansablemente para proporcionar una calidad de vida digna y enriquecedora a sus residentes. Solo tienen que visitar una residencia.

En cualquier caso, me parece crucial que comencemos como ciudadanía a desmantelar estos prejuicios y reconozcamos las residencias de mayores por lo que verdaderamente pueden ser: centros y comunidades rebosantes de cuidado, apoyo y, por qué no, amor y cariño.

Lo primero para empezar es entender que las residencias de personas mayores han evolucionado de forma muy notable en las últimas décadas. Esto es esencial y el fundador de Inforesidencias.com, Josep de Martí, ha explicado en numerosas ocasiones con su habitual ingenio y pericia estos cambios. Nada que ver las residencias de hace 40-50 años, que no existían, con lo que se ofrece hoy. Y es que hoy en día, precisamente, muchas de estas instituciones ofrecen servicios y programas diseñados para mejorar el bienestar físico, mental y emocional de los residentes.

Afortunadamente, de vez en cuando, cuando la actualidad flojea, se pueden ver noticias y reportajes sobre las actividades recreativas y educativas hasta tlas erapias personalizadas más innovadoras y, quizá, pasando por una bonita pieza sobre las excelencias de un jardín terapéutico. Lo cierto es que las residencias modernas se esfuerzan por crear un ambiente que promueva la independencia y la dignidad de las personas mayores.

Podemos entender que la nueva estrategia estatal sobre cuidados que propone el Gobierno a través del Ministerio de Derechos Sociales busque alargar el máximo posible la estancia en el propio hogar (todos queremos esto), pero ignorar estos avances y enfrentar al sector tildando despectivamente los centros de mayor número de plazas como "macroresidencias", perpetúa una imagen obsoleta y perjudicial para todos.

Tampoco parece muy coherente criticar una macroresidencia a la que estás obligando a organizarse en unidades de convivencia, que, por otra parte, si preguntas a la gente de ahí fuera tampoco saben exactamente lo que son. Si los grupos son, o deben ser, de 12-15 personas, ¡qué más da que la residencia tenga 30 o 300 plazas! ¿Algo en contra de intentar hacer sostenible el reto empresarial que supone abrir una residencia?

Pero volviendo a lo de los estereotipos, es importante destacar el papel crucial que juegan los profesionales de la salud y el personal de apoyo en las residencias. Este personal no solo está capacitado para atender las necesidades sanitarias, e incluso médicas, de los residentes, sino que también se dedican a proporcionar un cuidado compasivo y personalizado. Estigmatizar las residencias de mayores es también una desconsideración profunda y ofensiva hacia el trabajo arduo y hacia la dedicación, pura vocación muchas veces, de estos profesionales. Su compromiso con el bienestar de los residentes merece reconocimiento y respeto, no el desprecio basado en estereotipos infundados.

Igualmente, otro aspecto vital que a menudo se pasa por alto en la narrativa negativa sobre las residencias de mayores es la interacción social. En lugar de aislamiento, muchas residencias fomentan una comunidad activa y socialmente conectada con relaciones intergeneracionales en muchas ocasiones. Los residentes tienen la oportunidad de formar nuevas amistades, participar en actividades grupales y mantener un sentido de pertenencia que es esencial para su salud emocional.

Ahora que tanto se habla, el Ministerio también, de un mundo donde la soledad y el aislamiento son problemas crecientes entre las personas mayores, las residencias pueden ofrecer y ofrecen de hecho una solución valiosa al proporcionar un entorno donde se sienten acompañados y valorados.

Pero una de las cuestiones que me parece fundamental es que nadie se sienta mal o con sentimiento de culpabilidad por contar con una residencia para el cuidado de un ser querido. Más bien se trata de un acto de amor. Hay, como se dice ahora, que poner en valor que optar por un centro residencial es una decisión tomada con responsabilidad. Lejos de ser un acto de abandono, esta decisión a menudo se basa en la necesidad de proporcionar al familiar un nivel de atención y seguridad que puede ser difícil de garantizar en el hogar.

Quizá sobre decir, pero por si alguien de ahí fuera lee estas líneas, que las residencias están equipadas y preparadas para manejar emergencias médicas, brindar asistencia diaria y ofrecer un entorno seguro, lo cual supone un alivio significativo para las familias y una mejora en la calidad de vida para los mayores.

Por todo esto opino a modo de conclusión que para combatir estos estereotipos negativos, es necesario un cambio en la narrativa pública y tanto los medios de comunicación, como las políticas gubernamentales y las conversaciones cotidianas deben reflejar y promover una imagen más precisa y positiva de las residencias de personas mayores. Se va haciendo, poco a poco, y cada vez más escucho historias de éxito o a vecinos y amigos compartir testimonios de residentes y sus familias satisfechos.

Reconozcamos las mejoras continuas que se realizan en el sector para asegurar que nuestros mayores reciban el respeto y la dignidad que merecen en esta etapa crucial de sus vidas. Nos interesa a todos, además de ser lo justo.

Pero es mi opinión y quizá la de algún otro...

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