Carol Mitjana CEO y Co-Founder de Gran3dad. (Foto: Carol Mitjana)
Hace unos días, al releer el artículo “Quizás...”, volví a sumergirme en las experiencias aprendidas en el viaje a Japón. Unos días antes de coger el avión hacia una nueva y diferente cultura, me paré a darle las gracias a Juan, y sí… lo hice. Le expliqué que pronto viajaba a Japón, un destino que despertaba en mi la inquietud sobre el Ikigai y el cómo viven su gran edad. Algo que vi en Juan desde el primer día que lo descubrí entre una Barcelona veloz.
Releyendo ese artículo una sonrisa cómplice iluminó mi rostro, transportándome de inmediato a Okinawa, una isla que me dejó una huella imborrable desde el momento en que pisé su suelo.
Desde el mismo comienzo, Japón se reveló como un país regido por una metodología inflexible. Esto quedó claro cuando en nuestro trayecto al aeropuerto de Tokio nos enfrentamos a un inesperado percance. Sin embargo, en medio del caos, surgió la lección japonesa de "a los problemas, soluciones", y una vez más, nos dirigimos hacia Okinawa con la certeza de que las dificultades solo eran oportunidades disfrazadas.
En Okinawa, la bienvenida la proporcionó Juan, su propio "Juan japonés", organizando los taxis con serenidad a los viajeros ansiosos. Su sonrisa y eficiencia marcaban el inicio de nuestra inmersión en la vida y la cultura de la isla. Sí, nuestro Juan japonés de la gran edad haciendo de forma natural esta devolución a la sociedad.
Durante nuestra estancia nos acompañó Miyagui, un apasionado defensor del impacto sostenible en la isla. Este encuentro no solo nos concedió el privilegio de explorar Okinawa de manera única, sino que también abrió puertas a colaboraciones profesionales que ampliaron nuestra comprensión de la isla.
Okinawa se reveló como un paraíso, un lugar en gran parte inexplorado y virgen. Aquí, la vida y la tradición coexisten en una armonía palpable, como si el tiempo se moviese más despacio, otorgando a la isla una peculiaridad diferente.
Al dialogar con los habitantes locales y sumergirnos en sus hogares, se desvelaron tesoros de sabiduría. Uno de ellos, expresado con simplicidad por un anfitrión que nos compartió el secreto del Ikigai y de la vida como él la entendía: "Hacer lo que uno quiere hacer, no lo que tiene que hacer". Y apareció ella, en medio de su jardín, abriéndonos la puerta de su hogar, porque un compañero de viaje le preguntó por el nombre de una de sus preciadas hortalizas, y nos hizo sabios al describir su hogar como "un lugar hecho de lugares", destacando la riqueza de experiencias acumuladas a lo largo del tiempo.
Finalmente, las reflexiones de una persona de la gran edad agricultor resaltaron la importancia de vivir en armonía con la naturaleza y aceptar lo que la Tierra ofrece. Su vitalidad a los 95 años contrastaba con la observación melancólica de las que somos las nuevas generaciones, sumidas en los dispositivos electrónicos y desconectadas de lo básico, incluso de los hábitos alimenticios. Y nos decía, con una media sonrisa: "¿Los nuevos, viviréis realmente tantos años?". Ahí lo dejo.
En retrospectiva, estas lecciones de Okinawa nos desafían a cuestionar nuestra propia forma de vida y nos incitan a reflexionar sobre la calidad y autenticidad de nuestros días. ¿Estamos viviendo verdaderamente de acuerdo con nuestro Ikigai o estamos atrapados en la rutina de lo que creemos que debemos hacer? La respuesta, tal vez, determine no solo la duración de nuestros años, sino la plenitud de nuestra existencia.
Un artículo de Carol Mitjana, CEO de la marca y compañía Gran3dad