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miércoles 13 de septiembre de 2023, 13:59h
Carol Mitjana CEO y Co-Founder de Gran3dad.
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Carol Mitjana CEO y Co-Founder de Gran3dad. (Foto: Carol Mitjana)

Llego a Barcelona, llueve, la estación de Sants cuando llueve parece otra estación. Como de costumbre, me encuentro con la necesidad de tomar un taxi para llegar a mi destino a tiempo. Mi horario es ajustado y la prisa me lleva nuevamente a formarme en la cola de los taxis. Sin embargo, esta vez, mi experiencia será diferente, pero antes de contarte el final, me gustaría poneros en situación.

Hace casi dieciséis años, mis padres emprendieron un viaje a Japón. Su objetivo era sumergirse en la cultura japonesa y comprender su singular enfoque de la vida y el envejecimiento. Ahora, en 2023, es mi turno de tomar el relevo de dicha exploración. Mi viaje esta programado para el próximo 6 de octubre y mi corazón late con emoción por lo que está por venir.

Mi enfoque principal se centra en el envejecimiento, las residencias de mayores, el gestor de vida, sus servicios sanitarios y sociosanitarios, cómo introducen la tecnología en este sector y el fascinante concepto de Ikigai. Busco comprender cómo esta cultura trabaja en armonía con estos temas y qué podemos aprender y trasladar de sus enfoques a la cultura occidental.

Uno de los destinos mas emocionantes de mi viaje es Okinawa, conocida como la Isla de la Longevidad. Este lugar ha llamado mi atención debido a su reputación de ser un “punto azul” donde las personas no solo viven más allá de los 100 años, sino que también disfrutan de una salud vibrante y un propósito de vida. ¿Qué tiene de especial esta isla? ¿Cómo logran sus habitantes tal longevidad activa? Estas son algunas de las preguntas que espero responder.

Mucho me temo que el concepto del Ikigai tiene mucho que ver con dicha longevidad activa. Para aquellos que no dominéis el concepto, Ikigai es el propósito de vida, la razón por la que uno se levanta cada mañana con entusiasmo. Mas allá de entender cómo las personas individuales encuentran su Ikigai, me interesa explorar cómo esta cultura fomenta y respeta este concepto a nivel comunitario.

Este pensamiento me lleva de nuevo a esta mañana. Allí, entre la multitud de pasajeros nerviosos, he visto a un hombre con su mejor sonrisa enfundado en su chubasquero organizando meticulosamente la cola de taxis y asegurándose de que todos llegaremos a nuestros destinos de manera eficiente y puntual. Su habilidad para coordinar el flujo de pasajeros y taxis era admirable y su presencia era una auténtica bendición en un día de lluvia.

Más tarde, y gracias a Blanca, mi taxista, supe que quien organizaba la cola era Juan, un taxista jubilado.

Lo miro e imagino a Juan, un taxista que había dedicado toda su vida a recorrer las calles de Barcelona. Había visto la ciudad cambiar, crecer y evolucionar a lo largo de los años. Sin embargo, llegó un momento en su vida en el que se enfrentó a la jubilación. Una jubilación que quizás no fue según lo planeado. Quizás imaginaba un tiempo de descanso y disfrute junto a los suyos.

Pero como suele suceder en la vida, los planes a menudo se ven desafiados por la realidad. La dichosa jubilación se convirtió en una experiencia abrumadora para él. De repente, se encontró en casa, solo, sin un propósito aparente, sin sentido en su día a día. La pregunta "¿y ahora qué?" se convirtió en su compañera constante. Esto me lo ha contado Blanca, la taxista que sin saberlo me ha asignado Juan.

Me lo imagino. Sin embargo, no rindiéndose ante las adversidades, quizás comenzó a explorar su ciudad visitando paradas de taxis no para tomar pasajeros, sino para saludar a sus excompañeros. Quizás en uno de esos días surgió una oportunidad inesperada, quizás se ofreció a ayudar en la organización de una parada de taxis, (justo la de Sants, donde hoy he tenido la suerte de conocerlo) y lo hizo extraordinariamente bien. Facilitó el flujo de taxis, tenía todo el tiempo del mundo para esta tarea y, lo más importante, contaba con una experiencia acumulada a lo largo de su vida que resultó invaluable.

Quizás esa noche, cuando se fue a dormir, lo hizo con una sonrisa en los labios, una sonrisa que no había experimentado en muchos años. Quizás, por primera vez en mucho tiempo, durmió de un tirón, sin preocupaciones ni inquietudes.

Así, de manera inesperada, este hombre despertó su Ikigai, su razón de vivir, su propósito. Su contribución a la organización de la parada de taxis no solo le brindó un sentido renovado de significado en su vida, sino que también benefició a la comunidad. Los pasajeros nerviosos encontraron en él un guía amable y eficiente en un momento de estrés.

Mi viaje a Japón me lleva a reflexionar sobre la soledad no deseada y cómo podemos replantear nuestras perspectivas sobre el envejecimiento activo. ¿Estamos socialmente preparados para acoger y valorar la contribución de las personas mayores? ¿cuál es el sentido de ingresar en una residencia? Estas son preguntas cruciales que merece nuestra atención y esfuerzo.

Este relato es un recordatorio elocuente de que el Ikigai no es solo una búsqueda individual, sino también una construcción cultural que puede enriquecer la vida de una comunidad. Su historia nos muestra que, incluso en la jubilación, aun podemos encontrar nuestro propósito y hacer una diferencia significativa en la vida de los demás.

Mi anticipación por conocer Japón y explorar estas cuestiones es inmensa. Espero aprender y compartir las lecciones que este viaje me brindará.

Quizás Japón le ha puesto nombre, Ikigai, quizás aquí en vez de centrarnos en el problema, en la soledad no deseada, en el envejecimiento activo... quizás deberíamos poner nombre a lo que ha decidido Juan y en cómo lo ha entendido su entorno. Quizás están pasando cosas extraordinarias y quizás con esta vida que vivimos tan rápido no hemos puesto la suficiente atención.

Quizás hoy si pasas por la estación de Sants tienes la suerte de conocer a Juan.

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