El mes de septiembre es como el de enero, todo son buenos propósitos, deseos y proyectos de cara al nuevo año o a la nueva ronda. Algo bueno tiene: alguno repasa bien sus carencias y consigue hacer examen de conciencia, es decir, este ejercicio de reflexión invita, incluso, a la autocrítica.
Pero este mes de vacaciones, este tiempo de descanso y de supuesta desconexión, sobre todo, desarrollará a posteriori una inusitada capacidad para la excusa, disculpa y justificación por lo que pudo haber sido y no llegó ni a empezar a ser.
Fantasías y desvaríos al margen, y una vez superados los pesados síntomas para algunos de estrés postvacacional, lo cierto es que siempre es bueno proponerse a sí mismo lo mejor para el nuevo curso. Seguro que el relajo mental que ha supuesto el tiempo de verano es una oportunidad para intentar un nuevo y renovado comienzo.
La intensidad de este deseo, lógicamente, depende de cada uno.
Aun así, estoy cien por cien convencido de que si se aborda con una buena dosis de realismo (no me propongo ser el director del Washington Post... ni pretendo la paz en el mundo…), si se busca un objetivo alcanzable; si se realiza un cálculo y una evaluación eficiente de las posibilidades y si se hace con algo de tranquilidad porque los proyectos a medio plazo no son para mañana, todo es posible.
¡Intentémoslo! ¿Por qué no ser mejores?
Por nuestra parte, el objetivo está marcado: ser honestos y contar lo mejor de un sector que, con sus muchos problemas, necesita de la ayuda de todos. Trabajemos para que las metas que todos nos hemos marcado no se desvanezcan como ese castillo de arena que casi pisan hace unos días paseando en la playa.
Pero hace falta mirar en todas las direcciones, entender todas las sensibilidades y no dejarse llevar por la ideología. Si todo el sector, todo, el que incluye a las residencias y a la atención a domicilio, se queja de la falta de financiación por parte de las administraciones, parece que no tiene sentido amenazar con todo lo contrario, es decir, alertar de que se puede retirar inversión pública de las residencias de mayores por que, según el censo del Imserso, el 80% de los centros residenciales son de titularidad privada.
Abro paréntesis: ¿Qué pasaría si no existieran las "malvadas y mercantilistas" residencias privadas? ¿Quién atendería a todos los dependientes de España? Además, CEAPs nos recuerda también esta semana que "el caos persiste en la aplicación de la Ley de Dependencia, ya que 16 años después de su puesta en marcha, 192.759 españoles continuaban a 31 de julio de este año en el ‘limbo’ esperando a que las administraciones les concedieran el servicio o la ayuda económica a la que tienen derecho". ¿Supone esto un reconocimiento implícito del Gobierno de la incapacidad de lo público para cumplir con el derecho de muchos miles de personas en este país? Cierro paréntesis.
Está bien abogar por potenciar la atención domiciliaria, claro que sí. Por supuesto que todo el mundo quiere quedarse en casa, pero qué pasa cuando ya no se puede porque no hay medios, no hay familiares que puedan ayudar porque no saben o porque es físicamente imposible. ¿No se merece esta persona la misma consideración en una residencia que la recibida en casa?
Al respecto, me quedo con la respuesta de Óscar Berlanga, directivo de Grupo Los Nogales, que no es político ni quiere serlo, pero conoce las necesidades del sector, a la pregunta qué haría si fuera ministro de la Dependencia realizada en el cuestionario ‘Quién es quién’: “Hablaría con el de Hacienda para abordar la inversión, con el de Educación para asegurar la mejor formación para profesionales sociosanitarios y con el de Sanidad para reforzar la coordinación todo lo posible”.
Lo recomendable sería que todos en el sector de la atención a las personas mayores y dependientes (profesionales, empresas y administración) buscaran su objetivo conseguible y diéramos lo mejor de cada uno sin condicionamientos previos. ¡Nos iría bastante mejor!
Si (
No(