Una cuestión derivada de las tendencias actuales en los nuevos modelos de atención a las personas dependientes y que parece muy moderna y progresista está causando alguna discrepancia entre familiares de usuarios de la residencia Las Marismas, de la que, por cierto, eres director/a.
El hijo de Antonio, un residente de 86 años que ha ingresado recientemente tras sufrir una embolia y otra embolia tres días después, que tiene la boca torcida, que es doble incontinente y no se puede sentar, ha presentado una queja ante la dirección porque entiende que su padre "no es un mono de feria" y no quiere que le vean las personas que se han acercado a la residencia a visitar a su familiar.
Nos explica que no está de acuerdo con la organización que tiene el centro por esa "permisividad al paseo" tras aprobarse el libre acceso a la residencia en una nueva política de puertas abiertas. El hijo no quiere enfadarse contigo, pero ha amenazado con poner una denuncia porque dice que su padre tiene derecho a que se preserve su intimidad.
Ha señalado algunos ejemplos y te hace ver que puede tener razón porque pregunta quién tiene más derecho, el niño que va a ver a la abuela un sábado por la mañana y que viene de juerga o la vecina que vive cerca y va todos los días a ver a su amiga para criticar todo lo que ve en la residencia o, por otra parte, su padre, usuario que vive en el centro y que no quiere que le vean en circunstancias, incluso, desagradables.
El hijo de Antonio ya ha tenido algún altercado con otros familiares y las discusiones han distorsionado el buen ambiente general. Te ha pedido que pasen por otro lado o que vengan a otras horas, que vengan de 16:00 a 20:00 horas y no a las 12:00 de la mañana cuando las trabajadoras están "haciendo baños" con los usuarios, pero sabes que entonces ya no sería una residencia de puertas abiertas.
De algún modo, sabes que tiene su parte de razón, pero diriges una residencia pequeña, con una estructura de los años 70 y el baño es grande, pero es común, y no puedes tener gente paseando por el salón viendo a los residentes entrar y salir del cuarto de baño.
Sabes también que, efectivamente, no es "un mono de feria" y que no lo vas a encerrar en su habitación para que los otros familiares se pasen libremente por la residencia a las horas que quieran, que, por otra parte, es una medida que ha sido muy bien acogida por casi todos.
Si permites que se paseen familias delante de los usuarios hay que hacer equilibrios en la residencia para que esté abierta a las visitas, pero al mismo tiempo podamos defender el derecho a la intimidad de las personas que viven en ella.
Obviamente, entran en confrontación dos derechos, pero ¿cuál debe primar? ¿Quién tiene más derecho, el visitante o el usuario? ¿Qué harías tú?