El secreto de Anselmo

Anselmo Gutiérrez es un señor de 79 años, viudo desde hace cuatro, sin hijos y que ha ingresado hace seis meses en la residencia las Marismas de la que, por cierto, eres directora.

Un año después de la muerte de su mujer, Anselmo ingresó en una residencia de mayores de su ciudad. Como no tenía más familia que una sobrina que vive cerca de las Marismas, hace un tiempo le pidió que le buscase una residencia más cerca de ella, así que fue la sobrina la que tramitó el ingreso.

Eugenia actúa como una hija con su tío. Le viene a ver a menudo, le trae ropa y muestra interés por su día a día en la residencia. De hecho, la vida de Anselmo gira alrededor de las visitas de su sobrina y su sobrina nieta, de diecinueve años, que también le visita a menudo y con quien salen a dar paseos y tomar algo en una cafetería de la zona. Tanto disfruta de esas visitas que varias veces al día Anselmo pregunta a las cuidadoras si han venido sus sobrinas. A veces no quiere participar en alguna actividad “por si vienen” y continuamente está recordando a todo el mundo dónde va a estar para que le encuentren en caso de que lleguen a visitarle.

El nivel de estudios de Anselmo es medio, jubilado de una sucursal de banco en la que trabajó casi toda su vida laboral, tiene una pensión de 1.500 euros que sumada al alquiler que recibe del piso donde vivía antes y a un fondo en el que tiene el dinero que sacó de la venta de un apartamento, más los ahorros de su vida, le permiten holgadamente pagar los 2.400 euros al mes que cuesta su estancia en la residencia y seguir ahorrando.

Anselmo sufre hipertensión, aunque con un tratamiento la tiene controlada. También está diagnosticado de gota, lo que le impide andar con normalidad y en ciertos periodos le obliga a andar con bastón. A nivel cognitivo está bien aunque él suele decir que lo olvida todo y que cada vez vale “para menos”.

En los últimos días hemos visto a Anselmo nervioso y a la vez decaído. La gerocultora que le atiende como profesional de referencia, nos ha venido a ver al despacho, ella también está un poco nerviosa. Nos ha comentado que hay una cosa que no sabe si tendría que decir (pero nos está explicando).

El señor Anselmo le ha dicho que la causa de su nerviosismo es que su sobrina nieta le ha pedido dinero para poder independizarse. Ella ya trabaja pero no gana lo suficiente para poder pagar la fianza de un alquiler, los gastos del contrato y poder comprar los muebles. Total que le está pidiendo una cantidad importante de dinero y también que firme como avalista del alquiler. Le insiste mucho y, cuando salen a pasear, le lleva a ver la zona donde quiere ir a vivir, cerca de la residencia. Él quiere mucho a su sobrina-nieta pero se encuentra incómodo.

Ya le ha entregado dinero a la madre para una urgencia que ha tenido y le ha dado firma en su cuenta porque ella le ha insistido en que “así todo es más fácil si un día no puedes salir de la residencia”. Él siente que ellas son lo que más quiere y lo que da sentido a su vida, pero algo le empieza a decir en su interior que se están aprovechando de él. Mientras era poco dinero no le ha importado, pero ahora… Encima, últimamente le preguntan si ha hecho testamento y, aunque sí lo ha hecho y su sobrina es su heredera, le molesta mucho que hablen de ello.

La gerocultora nos comenta que Anselmo le ha hecho jurar que lo que le ha dicho no se lo va a contar a nadie pero que ella se siente muy mal guardando el secreto así que ha decidido contárnoslo. No quiere que nadie sepa que nos lo ha dicho. Eso sí, nos confiesa que, antes de hablar con nosotros ha pedido consejo a una compañera y a la trabajadora social del centro (a quienes también le ha tenido que explicar lo sucedido para poner contexto y les ha hecho prometer que no se lo dirán a nadie).

Ahora vuelves a estar sola en el despacho pensando sobre el secreto de Anselmo (que ya no lo es tanto), sobre como tratáis la confidencialidad en la residencia y repasando lo sucedido. ¿Qué harías tú?

Josep de Martí Vallés, Jurista y gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.com