Ya hemos oído que "es factible poder relajar el uso de mascarillas en exteriores a mediados o finales de junio”. Pero, aún mejor, si la evolución epidemiológica y la cobertura vacunal continúan al ritmo actual, "con mucha probabilidad" nos la podremos quitar en espacios abiertos a principios de julio. Daba esta semana la buena noticia (si le creen) el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.
El epidemiólogo, con las prudencias que no tuvo en otros momentos delicados, anunciaba con satisfacción que la mascarilla podría no ser necesaria al aire libre incluso antes de lograr el 70% de la población inmunizada, cosa que está prevista que suceda allá por finales del mes de agosto. Hay tantas ganas de circular por la calle sin este trozo de tela con goma (que te dobla las orejas) para evitar la inhalación de aerosoles susceptibles de contener en suspensión el terrible virus pandémico, que todos le queremos creer.
¡Por favor, qué no haya que ver ‘memes’ (chistes, a veces sin gracia, que discurren por las redes sociales) con una nueva metedura de pata sobre el día que nos quitaremos todos la mascarilla!
Pero lo mejor estaba por llegar, por lo menos para los que nos preocupan las cosas de nuestros mayores en centros residenciales, cuando Simón decía que “no solo al aire libre: podría también plantearse en interiores para colectivos que estén completamente vacunados, como las residencias”. "Es una cosa en las que tenemos que pensar y que tenemos que proponer en las próximas semanas", añadía.
Entendiendo que hay que cambiar la ley de nueva normalidad, que se aprobó a finales de marzo, y eso no se hace de un día para otro, mi pregunta es por qué no se lo plantean ya si los datos así lo reflejan y corroboran. ¿Miedo? Las personas mayores en residencias, junto al personal sanitario y sociosanitario de centro, fueron los primeros en recibir la vacuna y los primeros también que están notando sus excelentes efectos.
Las residencias pasaron de estar en “el ojo del huracán” o ser “la zona cero de la pandemia” a convertirse en febrero en los lugares más seguros de España. Pasaron de sufrir como ningún otro colectivo los efectos de la pandemia a retomar la actividad cotidiana casi con normalidad y con unos datos excelentes de contagios y de fallecimientos.
Los números de fallecidos por la covid nunca serán buenos mientras existan, pero creo que se entiende la alegría contenida cuando el número es bajo después de todo lo que se ha visto y sufrido. Se hacen una idea más clara si les cuento que, según datos del Ministerio de Sanidad a través del IMSERSO, durante los dos primeros meses de este 2021, no me voy más lejos, la media de fallecidos en residencias era de 66 personas al día. Desde marzo, con la vacunación finalizada en todos los centros, el número se reduce a menos de 2 diarios.
Pasar de 3.725 muertes en dos meses a 163 en casi tres es para tener esperanza en que, realmente, en breve, la normalidad será un hecho. El paralelismo con las cifras de contagios es muy similar al pasar de 320 contagios a día a tan solo 10, sabiendo, además, que los contagios se superan mucho mejor una vez vacunados, ya que se evitan entre el 82% y el 88% de todos los casos que se habrían producido.
Estudios realizados por el Ministerio de Sanidad y el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III estiman que las vacunas evitaron 3.500 muertes en residencias solo en el primer trimestre de 2021. Confiemos en la buena marcha de la vacunación para la población en general para que todo sea más fácil.
Aun así, sabiendo que la protección de la vacuna no es del 100%, y sin olvidar todas las precauciones que todos conocemos ya, empezar a quitar la mascarilla cuando los responsables consideran que ya es seguro es sin duda una gran noticia para un colectivo necesitado tanto o más que el resto de la ansiada normalidad. Se está haciendo bien con las salidas y las visitas a los residentes, que ya lo agradecen porque es fundamental, pero el miedo está ahí y hay tantas definiciones de esta emoción o sentimiento como personas en el mundo.
Lo que no sé es que será antes, que nos quitemos la mascarilla o que Fernando Simón deje de dar ruedas de prensa. Como fuere, con cuidado, pero se ve ya la luz al final de túnel.