Me llamo Carol Mitjana y dirijo la residencia Centre Geriàtric de Lleida. Hace ahora un año en la residencia pasó algo que supuso un verdadero revulsivo. Ante el miedo a que entrase el virus, un grupo de empleados decidió encerrarse con los residentes. Así que vivimos con ellos sin salir durante 28 días. La experiencia sirvió para que nos conociésemos mejor entre nosotros y a los residentes. Tuvimos algo suerte y creo que hicimos las cosas bien, el virus no consiguió entrar y ahora, con todos vacunados y mirando al horizonte hemos decidido re(evolucionar).
Creo en las personas, creo en la gran edad, creo en su empoderamiento y creo en el sistema que acompaña el mundo de la atención a personas mayores, ya que gracias a él y con la crisis de la COVID hemos trabajado de la mano como nunca antes habíamos hecho.
Pero, sobre todo, creo que debemos poder decidir cómo queremos vivir, con 6, 26 u 86 años.
La crisis de la COVID marca un antes y un después en el mundo de la atención a mayores.
El Departamento de Salud ha intervenido y ha participado en nuestro día a día. Ha creado unos planes de contingencia sin precedentes, con unas sectorizaciones a medida para cada centro, con un sistema de control que nos ha obligado a su correcta aplicación, haciéndonos ser “más equipo”, a trabajar con un sistema acción-reacción y a formarnos para batallar en esta crisis.
El Departamento de Bienestar nos ha acompañado en el camino y nos ha garantizado un número de plazas de reserva por si en algún momento teníamos un brote.
Creo en las personas porque he visto cosas en ellas que nunca hubiera creído posibles, hemos trabajado como nunca lo habíamos hecho, pero, sobre todo, hemos trabajado adaptándonos muy rápido a los cambios y giros de la COVID siempre desde el corazón.
Y creo en la gran edad, sí, increíblemente creo en ellos, porque si no fuera por ellos, hoy no estaría escribiendo esta tribuna para que tú pudieras ser conocedor de esta cara de la moneda. Creo que, sin su acompañamiento, sin su saber, sin su colaboración nada de lo que ha pasado después hubiera sido posible.
Cuando las aguas estaban más calmadas, valoramos dónde estábamos, en qué habíamos cambiado, que habíamos aprendido y nos sorprendimos. Conseguimos normalizar nuestro día a día en un centro totalmente sectorizado, donde habían nacido cinco unidades de convivencia, cinco micro residencias sectorizadas a prueba de bomba. Cinco casas donde el número máximo de personas que vivían era de veinte. Donde conocimos cosas de ellos increíbles, ayudándonos, aconsejándonos y animándonos, creando un sistema único, un antes y un después.
Llegados a este punto llegó la gran pregunta, ¿qué hacemos a partir de ahora? ¿Volvemos a como estábamos o damos un paso más?
Venimos de un sistema, quizás, para mi gusto, muy marcado por una ley y una interpretación que hace el servicio de inspección. Venimos de grandes centros donde para poder hacer bien y con calidad las atenciones necesarias es imprescindible una muy buena organización, la cual, sin querer, y con el objetivo de buscar la mejor atención, está demasiado marcada por los horarios, protocolos y registros.
¿Sabéis cuál fue nuestra respuesta? Dar un paso más.
Está claro que una ley que nos regule es necesaria para así garantizar que se hacen las cosas bien, con sus protocolos y con sus registros. Pero las cosas del Gobierno necesitan más tiempo.
En nuestras manos ha nacido ‘I FEEL’, un nuevo método de trabajo que estamos preparados para aplicar y hacer realidad, una nueva forma de entender y de vivir. Consiste en 65 actos, siendo cada uno de ellos una transformación en la forma de trabajar, de compartir y de vivir que persigue el empoderamiento de la gran edad y mejora el bienestar de nuestros abuelos.
Yo creo que tenemos que aprovechar las oportunidades y dar un paso más, creo que la sociedad tiene que dar un paso más; es por esto que hemos viralizado nuestros pensamientos, nuestros momentos y nuestro método.
Mucha gente nos pregunta si es una campaña publicitaria o si es propaganda del centro. Claro que no. Es otra manera de hacer. Para nosotros es el camino que queremos seguir, escogiendo así el tipo de residencias que sentimos y que nos han enseñado los grandes protagonistas de esta historia. Lo viralizamos porque es importante que sepáis que no solo los jóvenes os coméis el mundo, en la gran edad se lo comen dos veces y debemos darles visibilidad para que toda la sociedad se entere.
Quiero contaros que quien bien me conoce sabe que toda mi vida ha estado vinculada al mundo de las residencias. Quiero que sepáis que soy madre de dos hijos llenos de inquietudes y me encanta que así sea, que me encanta hablar con la gente, pero mi momento estrella es cuando consigo robar unos minutos a mi día a día y me siento en un banco a mirar como transcurre la vida de aquellos que no saben que les estoy observado.
Me gustaría que la gran edad fuera un tema más recurrente en las conversaciones de las personas, que mi vecina me preguntara por mi trabajo y me explicara cómo lo ve ella o cómo le gustaría que fuera si nunca tuviera que venir a vivir a una residencia.
Me gustaría que, como en muchos países, ir a la “resi” fuera algo mucho más aceptado, no solo ir a visitar a la familia, si no que con mis amigas fuéramos a tomar un café y con ellas aprender y reírnos con las mejores lecciones de vida (confieso que lo he hecho).
Me emociona cuando mis hijos un sábado por la mañana me piden ir a la “resi” y pasar la mañana con ellos (es cierto que Jesús mientras hacemos el café los martes por la mañana me confiesa que es él quien llenó los bolsillos de Simona de caramelos y se ríe igual que Simona cuando se los descubrí al llegar a casa). Mi madre siempre me cuenta que yo explicaba a la gente que tenía sesenta y dos abuelos míos en casa, y sinceramente así lo sentía.
Quizás por esto es tan importante para mí escucharlos, para saber qué es lo que ellos quieren, qué sienten, en qué tenemos que evolucionar, porque de todos nosotros depende, nos tiene que preocupar, nos tiene que mover, tenemos que comprometernos en hacerlo realidad.
Debemos tener opciones: cuando nosotros cambiamos de casa sabemos qué buscamos, qué queremos y elegimos, cuando nuestros mayores necesitan seguir su viaje en una residencia, ¿por qué no participan ellos en cómo y dónde quieren vivir?
Hoy en día esta elección viene demasiado marcada por la Ley de la Dependencia. Una ley universal que marcó un antes y un después, una ley que garantiza una igualdad y una cartera de servicios muy amplia, pero yo cambiaría una característica clave: creo que los centros no deberían tener las plazas asignadas, sino que las personas que precisan el servicio de residencia deberían escoger ellos dónde vivir y después la ley garantizarles esa plaza, quizás de esta forma todo el sector se vería obligado a buscar otras maneras de hacer, especializarse más en sus puntos fuertes y habría una variedad y con ello una evolución en el sector.
Por cierto, os he contado que tengo dos hijos, pues bien, van a una escuela donde no tienen mesas ni sillas fijas, trabajan sobre objetivos, trabajan por rincones y dan mucho valor a los aspectos relacionados con su personalidad, relaciones entre iguales, miedos, puntos fuertes, trabajan sus inquietudes, despiertan sus curiosidades y os aseguro que cuando los acuesto y me explican lo que han aprendido en cole… ¡me encanta!
Yo recuerdo el cole con un pupitre, una silla y un libro durante seis horas al día. Recuerdo años felices. También recuerdo muchos ratos de aburrimiento.
La educación es el camino para descubrir, esforzarnos y luchar por aquello que queremos hacer nuestro día de mañana.
Si la educación ha evolucionado mucho los últimos años, creando métodos de trabajo mucho más dinámicos que se adaptan a nuestros días, ¿por qué no evolucionar así en el mundo de la atención a mayores y a la gran edad?
Solo quiero que si has llegado hasta aquí te preguntes que si el martes que viene fuera el último día de tus días, ¿cómo querrías que fuera? ¿Con quién querrías estar? Y esta última semana, ¿cómo te gustaría vivirla? ¿Qué te queda por hacer? Estos pensamientos que te vienen a la cabeza, para mí, son los realmente importantes. Vamos a hablar de vida, de cosas por hacer, de ilusiones, la oportunidad de vivir lo que realmente queremos vivir.
Mi amiga Pili es la primera que se despierta en su casa, lo hace silenciosamente, se ducha, coge su bolsa de trabajo llena de papeles, característica de este trabajo tan suyo, de estar con gente, organizar, planificar… sale por la puerta sin hacer ruido y se dirige al bar de debajo de casa, en su mesa de siempre. Juan ya no le pregunta, sabe lo que quiere, es su momento antes de empezar su día, su familia lo sabe y se lo respeta porque para ella es importante, Juan se lo respeta y yo lucharé porque si un día, el día de mañana necesita vivir en una “resi” le respeten sus tempos, sus hábitos y su manera de ser, si es lo que ella quiere.
Sssshhhhh, te cuento un secreto. ¿Y si te digo que estamos cociendo una nueva opción te imaginas vivir en una casa diseñada para ti, para vivirla con quien tú quieras y con una gran plataforma de servicios al alcance de tus manos?