Cuando en enero de 2021 el gobierno de Bután recibió del de la India 150.000 dosis de vacuna como muestra de buena voluntad entre vecinos, tomó una decisión algo sorprendente. En vez de empezar a vacunar en seguida guardó las dosis y consultó con expertos cuál debería ser la forma adecuada de proceder. Lo llamativo desde una perspectiva occidental es que decidió seguir el consejo del Zhung Dratshang, una comisión de monjes budistas que indicó que lo más acertado sería esperar dos meses y administrar la primera vacuna a una mujer nacida en el año del mono. Así se hizo. Tres meses después, y habiendo inmunizado a más del 95% de su población adulta, Bután es el país con la campaña de vacunación más exitosa del mundo (no me lo estoy inventando).

¿Debería el gobierno español y los de las comunidades autónomas dirigirse al Zhung Dratshang para pedir consejo y conseguir un resultado similar?
El caso de Bután me hace pensar en lo difícil que es distinguir entre causación y correlación.
Lo que ha sucedido con la pandemia y su efecto en residencias de mayores es muy complejo, intervienen muchos factores y resulta muy difícil determinar qué ha sido causa de qué y qué podríamos haber hecho para evitar algo. Lo digo porque desde muy al principio algunos dijeron que el sistema no estaba funcionando y empezaron a proponer medidas para cambiar totalmente el “modelo” de las residencias.
Ahora ya no se dice tanto, pero durante unos meses tuvo mucho predicamento eso de “medicalizar las residencias”, los proponentes decían que la falta de esa “medicalización” estaba en la raíz de la concentración de muertes en establecimientos gero-residenciales. A medida que hemos ido conociendo datos de otros países con modelos muy diferente al nuestro y en los que el Covid19 causó estragos similares, escucho menos esa propuesta.
Hay también quien dice que el problema fue que había poco personal y mal preparado. Si hubiéramos tenido ratios más elevadas y con mayores exigencias hubiera habido menos muertes por lo que hacia allí debería ir el modelo. Yo estoy de acuerdo con la receta, pero por causas que no tienen nada que ver con la pandemia. El sector geroasistencial necesita captar talento y eso no puede hacerse adecuadamente con salarios que rozan los mil euros. Además, el perfil del usuario es cada vez más dependiente, crónico y frágil por lo que es necesario contar con más personal para atenderlo.
Lo único que sabemos ahora que parece indiscutible es que la vacuna ha acabado con la covid-19 en residencias. Si, con el mismo modelo que teníamos, hubiésemos podido vacunar hace un año, hubiera muerto mucha menos gente. Para saber eso no hace falta ser científico. Tampoco para saber que hace un año no teníamos vacuna.
Sea como sea, si de aquí al verano o a Navidad llegamos a vacunar al 70% de la población adulta y empezamos a disponer de un abanico de vacunas que se pueden adaptar ágilmente a las variantes que aparezcan, en pocos meses dejaremos atrás esta pandemia. ¿Se pondrán nuestros gobernantes a pensar en cómo prevenir una futura desgracia o decidirán “mirar adelante” y dejarán las cosas como estaban?
Yo sigo diciendo lo mismo. Debemos analizar lo que ha sucedido desde una perspectiva de humildad y paciencia. Aceptar que algunas medidas que se propusieron no funcionaron y que tardaremos tiempo en entenderlo todo. Y mientras tanto haríamos bien de seguir el camino que se planteaba antes de la pandemia para atender en el próximo futuro a un número creciente de personas mayores dependientes que van a ser mucho más diversos y exigentes que ahora. Ese camino tiene tres elementos clave:
- Hay que aumentar ratios de personal y pagar mejor a los profesionales de residencias.
- Hay que encaminar el modelo a las preferencias de las personas y no sólo a sus necesidades, lo que conlleva modelos arquitectónicos y funcionales basados en la filosofía de la Atención Centrada en la Persona.
- Hay que mejorar la coordinación socio-sanitaria lo que implica que la Sanidad Pública debe hacerse cargo de la atención sanitaria completa de quienes viven en residencias.
Los tres elementos se pueden concretar en uno: hay que dedicar más dinero a la atención de los dependientes de nuestra sociedad. El dinero lo puede poner cada uno o los poderes públicos, pero sin más dinero no se puede plantear una mejora.
Nada de eso es nuevo y quizás nada de eso hubiese disminuido los efectos de la pandemia como lo han hecho las vacunas, y aún así hay que plantearlo por el bien de los mayores dependientes, quienes les atienden profesionalmente y todos los que aspiramos a llegar a mayores.
Por supuesto, habrá quien preferirá otro tipo de recetas. Para ellos facilito esta página web a través de la cual pueden ponerse en contacto con el Zhung Dratshang