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No es país para viejos

Por Vicente Botella
martes 02 de junio de 2020, 03:28h
El presidente de UPIMIR, Vicente Botella
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El presidente de UPIMIR, Vicente Botella

Parece mentira que a estas alturas de la vida y con una sociedad tan avanzada como la que creemos tener, haya que afirmar categóricamente que la vejez no es una enfermedad, sino tan solo un estado fisiológico propio del género humano (aunque afirmaría que también hay animales viejos e incluso plantas y minerales) sorprendentemente a estos casuales (animales, plantas y minerales) se les rinde homenaje por su vetusta perdurabilidad, siendo objeto de culto, así como de respeto y derechos vitales diferenciados con los que reciben los más jóvenes de sus respectivos estadios. Solo en nuestra actual sociedad la que llamamos desarrollada y humana, será por aquello de “dime de que presumes y te diré de lo que careces”, a los mayores se les considera colectivo no productivo, gastón, subsidiarios de recortes y de supresión de derechos fundamentales, se les relega a un escenario de marginación clara y definida a nivel de opinar sobre su existencia en un futuro tal vez no muy largo pero no por ello menos merecedor de respeto e intensidad en su sentir. Además y como daño colateral cualquiera que se acerque a tal colectivo de gerontes será considerado al igual que ellos algo no del todo aceptado y siempre en el ojo del huracán.

Las residencias y centros de día para mayores son un claro ejemplo de lo hasta ahora relatado. No deja de sorprendernos que en esta vorágine del sálvese quien pueda con la situación causada por la pandemia, la voz de nuestros mayores de esos usuarios que viven en nuestros centros y que han decidido gozar sus últimos años de vida de ese modelo de hogar, haya sido ignorada o lo que es peor suplantada y tomada como propia por todo tipo de personas, administración, familiares que ni los vienen a ver, gurús del sector que no han puesto un pie en su vida en un centro residencial para dictar catedra en modelos y tipología atencional, la propia residencia siguiendo recomendaciones, criterios y propuestas de instituciones y organismos que jamás se interesaron por ellos, e incluso los propios trabajadores de los centros en un autopaternalismo fruto del miedo a la COVID así como el terror a repercusiones legales de actuar fuera de tales instrucciones, léase demandas e inspecciones.

Ahora todos tienen en su boca la palabra de nuestros usuarios, pero ninguno de los que tal categóricamente hablan desde la suplantación, ignorancia, desconocimiento y la falsa solidaridad hacia ellos y la situación que viven, han sido capaces de darles voz y poder de decisión. Parecería que por el hecho de ser mayor y por ello en nuestro burdo concepto de vejez, ser enfermos, se perdiese el derecho a opinar y decidir cómo vivir y/o morir.

Desde UPIMIR llevamos mucho tiempo diciendo que el sistema es perverso, elige centro residencial quien no lo va a habitar, es decir la familia casi siempre en base a conceptos tan peculiares como WC en la habitación cuando el usuario es doble incontinente, o jardín cuando va en silla de ruedas que no auto propulsa, paga una administración que no se rige por el criterio ni del usuario, ni de la familia, ni tan solo del propio sector, sino por criterios dictados desde despachos con fines a la galería, infrafinanciados y que además condicionan después actuaciones inspectoras por todos conocidas, en base a cumplimientos normativos de difícil solución, son personas no muebles a quienes atendemos y por ultimo siendo que debería ser lo primero, todo ello una vez envuelto en papel de regalo se le adjudica a un usuario que ni quiere ese sitio, ni le gusta el modelo de sentido de vida al cual se le someterá, y no puede ni quiere costearlo.

Díganme sinceramente sino es Kafkiano todo lo explicado. Pues es veraz se lo aseguro, nadie consulta al usuario qué desea o qué espera de su futuro vital, nadie le pregunta sus preferencias de estancia ni las peculiaridades de las mismas, tipo de habitación, actividades a poder realizar, menús y su aceptación o no, ¿de verdad debemos darles 1.800 Kcal diarias?, además si el futuro residente lee la prensa o ve las noticias, quienes se hacen pasar por expertos del sector, bien conocidos ya desde hace años, pero que solo en realidad pretenden vender sus auditorías y sellos de calidad, le explicaran que las residencias son peores que cárceles, que se ata a los ancianos cual método de la inquisición, que la comida es basura reciclada, que se les ultraja física y psíquicamente y un sinfín de lindeces las cuales quienes llevamos décadas en el sector ya conocemos por repetidas y pertinaces, el sistema es fácil, di muchas veces lo mismo y tendrá mas veracidad, así les va.

Miren, mientras no seamos capaces de respetar lo que la sociedad demanda, lo que nuestros mayores quieren, adecuándolo a los posibles y haciéndolo sostenible y evidentemente legal, mientras no tengamos todos claro que quien debe mandar y prevalecer en su voluntad es quien disfruta del servicio, y mientras juguemos al gato y el ratón, familias, administración y sociedad, en un tema tan básico como es envejecer con dignidad y buenas atenciones , pero siempre con voz y voto de cómo hacerlo, por parte del actor principal EL RESIDENTE, mientras sigamos así, merecemos ser tildados de malas personas y penosos profesionales, no porque lo seamos sino porque no es defendible con la actual sistemática demostrar lo contrario.

Trabajemos desde la coherencia, sostenibilidad, respeto a nuestros clientes que es lo que en verdad son, clientes de nuestros centros y servicios, y total voluntad de acción empática y positiva, dejemos atrás paternalismos, falsas expectativas, del todo es posible a precio de saldo, estigmatización sectorial, edadismo encubierto, precariedad laboral de nuestros asalariados, miedo a salirnos del encorsetado y falto de cintura sistema normativo actual y sus sanciones al respecto, y familias que por temas emocionales mal gestionados traspasan sus inquietudes a nuestros centros cual sistema de descarga emocional, respondamos con voz alta a quienes nos comparan a prisiones, torturadores, mal tratadores o faltos de ideas y trabajo creativo, digámosles que tal vez son ellos quienes en su mezquindad como personas primero nos atacan y luego nos quieren ayudar cobrándonos. Basta ya de no sacar pecho por quienes más que nadie hemos soportado, en silencio de forma continuada, siendo vilipendiados por prensa y medios audiovisuales de conductas y actuaciones que deberíamos haber denunciado por calumniosas y ofensivas, son pura injuria.

Que nuestro sector demuestre madurez no indica ya poner la otra mejilla, tal vez algún día nos entiendan quienes de verdad nos merecen, mientras nos quedará siempre el estar pasando los peores momentos de nuestra vida y comprobar cuanta maldad gratuita pueden atesorar algunos. Así como tener la conciencia muy tranquila pese a quienes una vez más quieren hacer leña del árbol caído. Como bien indico Albert Camus “el deber es lo que esperas de los demás”

Dr. Vicente Botella Garcia del Cid, presidente de UPIMIR

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