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¿Qué fue del “anciano de la gasolinera”?

Por Josep de Martí
lunes 22 de julio de 2019, 11:27h
Josep de Martí
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Josep de Martí (Foto: Inforesidencias.com)

Recuerdo cuando hace unos veinticinco años el verano era para las residencias ese tiempo en el que la ocupación plena estaba asegurada gracias a los ingresos temporales veraniegos. ¡Cómo han cambiado las cosas!

Ahora parece algo imposible, pero no hace mucho, cada verano aparecían en los periódicos historias sobre “ancianos abandonados en gasolineras”. La institución de las vacaciones familiares, ya fuesen en el pueblo, la montaña o la playa, era tan sólida en la clase media española que nada ni nadie podía interponerse en su camino. Eran tiempos en los que había muchas más familias intergeneracionales, en las que la abuela vivía con algún hijo y sus nietos.

Así, muchos decidían pasar las vacaciones juntos, otros pactaban un ingreso temporal y los que demostraban menos capacidad de previsión y dotación de escrúpulos, optaban por abandonar al mayor en un servicio de urgencias o en una gasolinera. Nunca leí cómo acababa la historia. Como entonces la gente no tenía teléfonos móviles, supongo que intentaban encontrar a la familia infructuosamente, pero no lo sé. ¿Volvían a la gasolinera al final del verano? Por suerte, a pesar de lo aparatoso y llamativo del caso, estoy seguro de que debió pasar muy pocas veces. Hoy creo que la Fiscalía actuaría o quizás somos mejores y no hacemos esas cosas. No sé.

Mis primeros años como inspector, a principio de los años noventa, me gustaba trabajar durante el verano. Como la mayor parte de compañeras estaban de vacaciones, solía pasar más tiempo en el despacho atendiendo visitas que de inspección, lo que resultaba muy cómodo. Durante esos veranos de jornada intensiva, dos veces afronté la misma situación con diferentes protagonistas. Una residencia que llamaba preguntando qué tenía que hacer: un residente había muerto y no conseguían localizar a ningún familiar. En el momento del ingreso les habían dejado los teléfonos de los hijos, pero ahora les estaban llamando y no conseguían localizar a ninguno, sencillamente, estaban de vacaciones y no habían dejado contactos alternativos.

Hoy, con los teléfonos móviles, los correos electrónicos, los whatsapps y todos los demás sistemas de comunicación, algo así resulta impensable.

En uno de los casos la cosa acabó con un cierto trabajo de detective. La directora de la residencia creía recordar que la familia veraneaba en su pueblo de origen, no recuerdo en qué provincia. Descubrieron, sin Google ni Internet, que allí había una casa cuartel de la Guardia Civil; llamaron, explicaron la historia y preguntaron si les podían ayudar a encontrar a los familiares de la difunta. Al cabo de unas horas éstos llamaron desde una cabina telefónica, ya que en la casa del pueblo no tenían teléfono. Parece que de esto han pasado cien años pero, posiblemente cuando la Guardia Civil fue a casa de los familiares los encontró mirando por la televisión alguna competición de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Ahora pasan cosas muy diferentes en verano. No hay tantas familias en las que convivan tres generaciones y lo que verdaderamente es un drama es encontrar enfermeras para hacer las sustituciones.

¡Cómo hemos cambiado!

Saludos hasta Septiembre.

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