Esta mañana he estado leyendo una noticia que trataba sobre algunas historias personales de personas mayores que viven en residencias. Una de ellas pasó la mayor parte de su vida cuidando de su familia, pero ahora que es mayor tiene que vivir en una residencia: “Tradicionalmente, los niños han cuidado a sus padres ancianos. Ahora todo es diferente”. En la última década, dice la noticia, ha aumentado la cantidad de ancianos que de forma más o menos voluntaria van a vivir los últimos años de su vida a una residencia geriátrica. "¿Qué haré si vuelvo a casa? No quiero agobiar a mis hijos", agrega la residente.
Un hombre, de 80 años que ingresó hace cinco, dice que la mayoría de las noches le cuesta dormir. "Cuando tu familia no te apoya como esperabas, la residencia es un buen lugar donde quedarse”. Su esposa, con quien estuvo casado durante 50 años, murió hace tres. A menudo habla de lo mucho que la echa de menos.
Otro residente, que ha perdido la visión de su ojo izquierdo, todavía disfruta leyendo el periódico todos los días. Su rostro se ilumina ante la mención de la política o el deporte.
La sensación íntima que tienen algunas personas mayores de injusticia al verse viviendo en una residencia cuando ellos cuidaron personalmente de sus progenitores es más común de lo que nos parece. De hecho, la noticia que estaba leyendo esta mañana no se refería a España ni a ningún país de nuestro entorno cultural sino a la India. El título del artículo “No quiero ser un estorbo para nadie”, parece uno de esos mantras que repiten muchos mayores que ingresan en residencias en diferentes lugares del mundo. Recomiendo mucho leer el artículo, original o traducido ya que, ver lo que pasa tan lejos puede ayudarnos a entender algo que tenemos mucho más cerca.
Resulta imposible entender el mundo que nos rodea de una forma aséptica y desvinculada de nuestra historia, nuestras experiencias y sentimientos. Si hoy tenemos 85 años y recordamos como hace cuarenta cuidamos a nuestra madre hasta sus últimos días, aún a costa de nuestra propia salud; si durante toda nuestra vida “el asilo” ha sido el sinónimo de “la casa del fracaso”, el lugar donde va quien no tiene una buena familia que le cuide. ¿Cómo vamos a aceptar fácilmente que renuncien al sacrificio que nosotros vivimos como natural y alquilen a extraños para nuestro cuidado?
En el artículo sobre la India, sorprende que todas las historias personales son explicadas por personas que mantienen la capacidad cognitiva.
Creo que si hiciésemos esas mismas preguntas en España nos encontraríamos que, para empezar, una parte importante de los residentes, entre un 30 y un 40% no podrían formar ideas tan complejas debido a la demencia. Creo también que la sensación de abandono aquí no es tan intensa. En la India se ha producido una enorme y reciente migración entre el campo y la ciudad. Además, varios millones viven migrados en el extranjero, lo que hace que muchos de los cien millones de indios mayores de 65 años no tengan cerca a alguien que pueda (si quisiera hacerlo) cuidarle. Por eso la sensación de abandono y soledad parece más intensa.
Sinceramente, creo que la vivencia personal de quien vive en una residencia en España es bastante mejor de lo que refleja el artículo de la BBC, aún así algunas de las historias se me antojan incómodamente familiares:
Sarada, de 93 años, ingresó en una residencia tras enviudar. Primero dividió su tiempo entre las casas de sus dos hijos, seis meses con cada uno. Antes de irse de vacaciones, la dejaban en un geriátrico. Gradualmente, Sarada comenzó a sentir que era "no deseada". Así que ella misma pidió mudarse a la residencia donde vive ahora.
"Nunca pensé que tendría que quedarme aquí", agrega. "No quiero nada de la vida ahora, solo estoy contando mis días aquí hasta que muera".
Las fotografías de la noticia, que no reproduzco por los derechos pero recomiendo mucho, acompañan e intensifican la sensación que producen las palabras de los ancianos.
Me gustaría recibir, de quien vive o trabaja cada día en una residencia alguna opinión que me permitiese ver nuestra situación con más optimismo.