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¿Hay solución al problema de las pensiones? (II)

¿Hay solución al problema de las pensiones? (II)

Por Josep de Martí
miércoles 26 de julio de 2017, 11:30h

Continuación de ¿Hay solución al problema de las pensiones? (I)

Muchos, entre los que me encuentro, estamos viviendo una situación un poco enfermiza:

Tengo 52 años y cuando hablo con gente de mi edad, por un lado, todos decimos, medio en broma: “Seguro que cuando nos jubilemos no podrán pagarnos nada” o cosas por el estilo. Por otro lado, nos molestaría mucho que a nuestros padres, que han trabajado muchos años, alguien les rebajase la pensión; o que se alargue la edad de jubilación o que se haga cualquier cosa ahora para mejorar el sistema en el futuro.

Si, cuando llegue el momento, efectivamente, no nos pagan nada (o nos pagan mucho menos de lo que habíamos pensado), nos enfadaremos mucho.

Creo que nos pasa como con el medio ambiente: sabemos que hay un problema y sabemos que para solucionarlo deberíamos renunciar a cosas. Pero no queremos renunciar a nada y nos enfadaremos el día que empecemos a notar las consecuencias.

De momento la cosa está así, los gobiernos de la Unión siguen gastando más o menos el equivalente al 15% del Producto Interior Bruto en pensiones y menos de la mitad en educación o políticas relacionadas con las familias. O sea, gasta el doble en los “viejos que en los jóvenes”.

Esto que he escrito de forma provocativa resulta llamativo. Lo que dicen algunos como Frank Schirrmacher, es que en los próximos años los mayores van a empezar a ser vistos por parte de generaciones más jóvenes como unos egoístas que durante su vida no han tomado las medidas adecuadas para crear un sistema sostenible y en su vejez se convierten en una especie de sanguijuelas del sistema.

Parece ciencia ficción pero no lo es. Veamos, por ejemplo, la web de la Fundación para la protección de los derechos de futuras generaciones, o la Asociación a favor de la justicia intergeneracional. Estas entidades entienden que el sistema actual de pensiones en el que quien trabaja paga la pensión de quien hoy está jubilado (en vez de guardar dinero para “su” pensión), se basa en un pacto intergeneracional: Yo pago la pensión de mis padres y espero que mis hijos pagarán la mía.

La clave para que el sistema funcione se basa en que existan suficientes personas para financiar las pensiones en cada momento. Si quien está pagando hoy llega a la conclusión de que, cuando le toque cobrar el sistema no funcionará, existe el riesgo de que no quiera seguir participando en un sistema averiado.

Ante esta situación algunos hablan de la existencia, no de un dilema sino de un “trilema”, o sea, la difícil búsqueda de un equilibrio entre sostenibilidad económica, solidaridad intergeneracional y justicia. La idea del trilema que expongo a continuación está inspirada en lo expuesto por parte de Edoardo Campanella en la Revista Foreign Affairs de 6 de Julio de 2016, artículo “Cómo los jubilados amenazan el futuro del Continente”.

Sostenibilidad

Aunque no nos guste, si queremos que el sistema sea sostenible en un futuro con más mayores y menos jóvenes, acabaremos bajando las pensiones y alargando la edad de jubilación ajustando ambos elementos a las variaciones en la expectativa de vida y la posibilidad real de trabajar. Sin embargo, este factor no puede ser el único que se tenga en cuenta, ya que, tal como hemos aprendido de Grecia, si se busca sólo el resultado económico puedes acabar fracasando y generando en el proceso una verdadera catástrofe social.

Solidaridad intergeneracional

Este principio debería aportar flexibilidad a las “medidas objetivas”. Se ha propuesto que la pensión no dependa únicamente de lo que se ha cotizado durante la vida sino que busque garantizar a todos los pensionistas la obtención de un mínimo. Esta medida podría requerir financiar el sistema con impuestos.

Dentro de la idea de solidaridad y flexibilidad se ha planteado que las personas con menos formación, o sea más proclives a ser expulsadas del mercado laboral por cambios tecnológicos, pudiesen jubilarse antes pero estableciendo algún sistema por el que pudieran devolver parte de lo que la sociedad les da.

Justicia intergeneracional

En un momento en el que la economía está estancada y el número de personas en edad de trabajar se reduce, tener a millones de personas inactivas resulta un lujo que las sociedades modernas no podrán permitirse.

Hay quien propone que todos los jubilados con una capacidad física que se lo permita, deberían participar en actividades de voluntariado u otras en beneficio de la comunidad y que esta participación debería tener una relación con la pensión que se recibe.

Resultan elementos innovadores pero que encontrarán obstáculos enormes ya que suponen variar instituciones que están muy consolidadas en la mente de las personas, “Tengo derecho a cobrar pensión porque he trabajado muchos años”, y además son material “altamente manipulable” desde el punto de vista político.

No cuesta imaginarse a quien en ese momento ocupe la oposición política lanzarse como un perro rabioso contra el gobernante que plantee alguna medida de este tipo.

Ante esa posibilidad se plantea una medida verdaderamente disruptiva: buscar que el poder político que suponen los mayores se diluya. Esto puede conseguirse bajando la mayoría de edad a los 16 años, limitando la capacidad de presentarse a elecciones a una edad máxima o, con medidas que sí que serían de ciencia ficción como limitar la capacidad de votar a los que tengan más de determinada edad (eso es precisamente lo que han hecho en el Reino Unido un grupo que ha planteado la iniciativa al Parlamento. Necesitan 100.000 firmas para que lo tenga que discutir el parlamento, llevan… seis).

Sea cual sea la solución del trilema, sigo teniendo un pensamiento que me preocupa. En él estoy en una cama en algún tipo de establecimiento (hospital o residencia), tengo noventa y cinco años y un nieto o bisnieto que me mira fijamente y me pregunta: “¿Sabes cuánto cuesta mantenerte? Tu generación tuvo muchos años para tomar las decisiones adecuadas, para prever que necesitaríamos cuidarte y costaría dinero. ¿Por qué no hicisteis nada?. Habéis sido una generación egoísta”. Yo, no sé qué decir.
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