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Gerocultoras de entre 14 y 70 años, más hombres, y quizás robots

Gerocultoras de entre 14 y 70 años, más hombres, y quizás robots

Por Josep de Martí
miércoles 06 de septiembre de 2017, 11:18h

Desde que escribí “Mi reino por una enfermera”, me han llamado varios directores de residencias diciéndome que, aunque sea muy difícil encontrar una (o un) profesional de enfermería para trabajar en una residencia, éste no es el único perfil que presenta dificultades. Este verano también está siendo difícil encontrar auxiliares/gerocultoras con la formación adecuada para cubrir las vacaciones.

Parece que el péndulo ha vuelto a lo que vivimos hace unos cuantos años, justo antes de la crisis, cuando algunas patronales establecieron convenios para traer a enfermeras y otros profesionales de países latinoamericanos para cubrir la falta de personal autóctono.

En esta ocasión, sin embargo, las cosas parecen diferentes por motivos demográficos.

Si miramos una pirámide de población española algunas cosas llaman la atención:


Además del baby boom (en gris) vemos que en la franja de los que tienen entre 75 y 80 parece que “falta gente”, se trata de los “no nacidos” durante la guerra civil y los primeros años de la postguerra.

Estos “no nacidos” fueron los “no jubilados” de hace unos cuantos años cuando la Seguridad Social acumulaba fondos en su hucha.

Dentro de cuatro o cinco años el sector de las residencias va a echar de menos a esos “no nacidos” ya que, si existiesen, entrarían en esas edades, entre 85 y 90, en las que se concentra la necesidad de atención. Pero, pasado ese bache, el incremento constante en el número de personas mayores, “súper mayores”, centenarios y “súper-centenarios” nos va a acompañar hasta la década de los 2060.

Visto desde un punto de vista histórico será algo anecdótico, pero para los que vivamos el tsunami del envejecimiento va a suponer un verdadero enfrentamiento con lo desconocido.

Y, quizás, algo de lo más llamativo con lo que vamos a tener que luchar es la falta de personas jóvenes para cuidar a los mayores.

Cualquiera puede volver a mirar la pirámide y observar que para atender a los relativamente pocos que hoy están en la cúspide tenemos a muchos en edad de trabajar. Y aun así, hoy cuesta encontrar enfermeras y médicos. ¿Qué pasará cuando cada año se jubilen más de los que se gradúen?

La cosa no resultará más fácil si hablamos de gerocultoras/auxiliares: Con muchos menos jóvenes, el paro tendrá una fuerte tendencia a disminuir. Aunque algunos trabajos serán sustituidos por robots y programas informáticos quedarán sectores difíciles de “robotizar”, como la atención directa a dependientes, que continuarán precisando a seres humanos. ¿Querrán trabajar los jóvenes cuidando a mayores dependientes? ¿Serán capaces las empresas de atraerlos?

En un viaje geroasistencial de Inforesidencias.com a Suecia conocimos la experiencia Ung Omsorg: Consiste en atraer a chicas y chicos jóvenes, a partir de los 14 años para que trabajen, con un contrato laboral, en residencias de mayores y discapacitados con unas pequeñas jornadas de unas 8 horas a la semana, normalmente en fin de semana o en cortos periodos después de clase.



La idea es atraer a los jóvenes a este sector que va a necesitar mucha mano de obra y resulta en principio poco atractivo. Quien quiere participar tendrá que pedir permiso a sus padres y bajarse una aplicación en su móvil. Desde esa app recibirá dos formaciones: una sobre lo que significa trabajar (qué es un contrato de trabajo, una nómina, las cotizaciones a la seguridad social, los derechos de los trabajadores…); y otra sobre lo que significa trabajar con mayores.

Una vez superada esa formación firmará el contrato y se incorporará en el horario pactado realizando trabajos que no supondrán sustituir a personal cualificado sino apoyarle. En ese aspecto se centró parte de la explicación que recibimos durante el viaje: nos comentaron que una parte de la preparación del proyecto fue pactar con los sindicatos qué trabajos podrían hacer los jóvenes.

El sistema premia el “no absentismo” y la dedicación de forma que los más dispuestos y aplicados acaban siendo coordinadores de equipos de otros jóvenes. Al final todo se registra mediante el móvil (entradas, salidas, trabajos…).

La idea se antojaría frívola si no fuese por los múltiples premios que ha ganado, y porque ya son más de mil los adolescentes que participan en más de 100 instituciones.

He dicho adolescentes que es una palabra neutra, aunque, si la hubiese, quizás debiera haber utilizado “adolescentas” ya que otro de los problemas que tiene que afrontar el sector geroasistencial es la excesiva feminización.

Más del 90% de quienes cuidan a mayores dependientes en residencias hoy son mujeres. Eso puede tener sentido en la sociedad actual donde unos cuantos trabajos han sido socialmente etiquetados como “femeninos”. Sin embargo, resulta obsoleto si pensamos que, desde 1985 hay más universitarias que universitarios, o que hoy más mujeres ganan oposiciones que hombres, el 74% de quienes ganan plaza de juez son mujeres, la profesión médica se ha feminizado. Encima, la mayor parte de quienes sacan malas notas en primaria y ESO son chicos.

Este cambio de tendencia, combinado con la desaparición de muchos trabajos de los tradicionalmente considerados como masculinos (aquellos que requerían de una gran fuerza física), obliga a plantearse cambios de mentalidad: hay que empezar a convencer a los niños de que cuidar a mayores en una residencia no es “trabajo de chicas” porque, sencillamente “no hay trabajos de chicas”. Si lo conseguimos ahora quizás lo tengamos un poco más fácil dentro de unos cuantos años. (A quien le interese eso de la desfeminización de la atención le recomiendo leer este artículo).Otra forma de empezar a afrontar ahora el problema de la falta de gerocultoras (y gerocultores) dentro de veinte años puede venir de la extensión de la edad de jubilación hasta los 70 años. ¿Parece una burrada? No lo es.

La primera edad de jubilación que se estableció en Alemania de la mano de Otto Von Bisckmark en 1880 fue de… 70 años. Después rebajada a 65. En esa época un alemán medio tenía una esperanza de vida de algo más de 40 años y sólo el 2% tenía más de 70.

Hoy, cuando muchos de los niños que nacen llegarán a vivir cien años; cuando una persona de 65 años tiene casi la misma capacidad física e intelectual que una de 50; y cuando sabemos que el sistema de pensiones va a llegar a un callejón sin salida, resulta impensable que queramos mantener la edad de jubilación a los 65 prescindiendo de un capital humano de alta calidad.

Es cierto que una gerocultora de 67 o 70 años no podrá levantar peso igual que una de 35, pero también lo es que existen camas que ayudan a hacer cambios posturales a los residentes de forma que la fuerza no es el factor más importante; exoesqueletos que pueden ayudar a los residentes a caminar sustituyendo sillas de ruedas o a las auxiliares a levantar a los residentes sin apenas esfuerzo.

Si superamos la limitación del esfuerzo físico podemos descubrir que las “gerocultoras senior” serían una pieza fundamental del equipo de cuidados y apoyo. Debido a su edad aportarían mayor cercanía vital con los residentes y servirían de nexo generacional entre ellos y sus cuidadores de menos años. Donde se ha probado formar equipos de trabajadores mayores con otros más jóvenes se ha visto que los primeros son más lentos, pero cometen menos errores, por lo que el equipo se compensa y funciona mejor (fuente).

O sea, que podemos tener un futuro en el que el/la auxiliar gerocultor es un perfil con representación similar de hombres y mujeres, con una pequeña presencia de menores de 18 años, otra de mayores de 65 y con un apoyo tecnológico importante.

Parece un futuro de ciencia ficción pero quizás es más realista que otro en el que los más dependientes viven atendidos por máquinas.

Por más que lo pienso, sigo sin conseguir imaginar cómo podría ser el robot que me cambie el pañal cuando tenga noventa años.

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