Un pequeño divertimento navideño. Esta vez no es un caso práctico al uso. Sólo un pequeño cuento navideño para los seguidores de la residencia Las Marismas.
Muy Feliz Navidad y un 2025 que sea mejor y nos permita notar que lo es.
Érase una vez en una residencia llamada Las Marismas, de la que, por cierto, eras la directora. La noche de Navidad había caído con su manto de silencio y un aire frío luchaba por atravesar los cristales. Afuera, una niebla que había bajado de una montaña cercana lo cubría todo, como si el mundo se hubiera difuminado y solo existiera aquel rincón cálido donde vivían las historias suspendidas de quienes compartían techo y cuidado.
La residencia estaba adornada con luces que parpadeaban tímidamente, como si intentaran imitar el latir de los recuerdos que aún se escondían en los corazones de muchos de sus residentes. Entre ellos, aquellos que sufrían demencia solían mirar sin ver, hablar sin que nadie entendiera o, a veces, sencillamente guardar un silencio.
Esa noche, algo distinto sucedió. No sabrías decir exactamente cuándo empezó, pero a eso de las nueve, mientras las auxiliares dejaban bandejas con turrones y el eco de un villancico resonaba en el salón, algo cambió. La niebla que cubría los pensamientos de muchos de los residentes empezó a disiparse, como si una mano invisible hubiese corrido las cortinas de un escenario olvidado.
Doña Carmen, que siempre se sentaba junto a la ventana, dejó de tararear sus palabras sin sentido y miró a Don Julián, su vecino de mesa en el comedor.
—¿Te acuerdas de los bailes del Club de Amistad? —le preguntó con una sonrisa que parecía recién estrenada.
Él, sorprendido, asintió.
—Claro que sí, Carmen. Siempre llevabas aquel vestido rojo, ¿verdad?
Era como si, por una noche, la bruma del Alzheimer hubiera perdido fuerza. La niebla no conseguía entrar. Otros residentes, que solían hablar en frases incompletas o mirar al vacío, comenzaron a charlar, recordando momentos pasados con una nitidez imposible de explicar.
Pero lo más sorprendente ocurrió cuando las auxiliares, viendo lo que pasaba, decidieron no interrumpir. En vez de dirigir la noche, aceptaron lo que estaba sucediendo. Con una mezcla de incredulidad y ternura, sacaron más bandejas de turrones, pusieron música en el viejo tocadiscos y observaron cómo aquellos que solían estar sentados en sillas de ruedas pedían ser llevados al centro del salón.
El salón, que otras noches era tranquilo y algo melancólico, se convirtió en una pista de baile improvisada. Las sillas de ruedas giraban con un ritmo nuevo, mientras las manos de los auxiliares guiaban los movimientos. Algunos residentes, apoyados en bastones o en brazos amigos, se levantaron y movieron los pies, aunque solo fuera por unos segundos. La risa, la auténtica risa, llenó el espacio.
A la mañana siguiente, aunque era Navidad, pasaste un momento por la residencia. La rutina seguía su curso: las auxiliares se movían con la eficacia de siempre, el libro de turnos estaba impecable, y todo parecía en orden. Nada especial había pasado según los registros. Pero al recorrer los pasillos, notaste algo distinto.
En las caras de aquellos que solían estar abstraídos, había una luz que no habías visto antes. No era un cambio drástico ni milagroso, pero sí había algo: una sonrisa apenas visible, un brillo en los ojos, un gesto que parecía guardar el eco de una memoria que, por una noche, había encontrado el camino de regreso. Las auxiliares que salían de turno te dijeron que todo había ido bien. Nada extraordinario.
Al salir, miraste hacia el cielo. La niebla ya no estaba y el sol brillaba débil como le toca brillar al sol mañanero de diciembre. Mientras te alejabas, tenías lamsensación de que algo no encajaba, pero no estabas preocupada. Volviste la vista un momento antes de irte y te pareció escuchar un vals que viniese de alguna sala de la residencia. "Es imposible", son imaginaciones.
Y te fuiste a tu casa a acabar de disfrutar el día de Navidad con tu familia. Tu otra familia.
Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.
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