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Los debates televisivos sobre el cuidado a las personas mayores: la parodia nacional

Por Alejandro Gómez Ordoki
martes 31 de enero de 2023, 14:10h
Alejandro Gómez Ordoki, Gestión en Servicios Sociales.
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Alejandro Gómez Ordoki, Gestión en Servicios Sociales. (Foto: JC)

Hace casi dos años, en plena pandemia del maldito coronavirus, escribí en este mismo portal las siguientes frases: “Me gusta mi sector, en su inmensa mayoría compuesto por ejemplos de defensa real a las personas más necesitadas en clara desventaja de medios y recursos respecto de otros”, “...un sector que da mucho más de lo que recibe y que se entrega, con total abnegación de sus equipos profesionales…”, “…un sector con todas sus carencias y virtudes que no debe ser gratuitamente prejuzgado y sobre el que, llegado el caso, debe aplicarse la ley en igualdad de condiciones ante hechos probados”. Pero, también, “…un ejemplo de valores que intentaré preservar para conocimiento de las nuevas generaciones”. Hoy, 30 de enero de 2023, sigo reafirmándome en mis opiniones con mayor motivo si cabe.

Hace exactamente una semana que tuvimos ocasión de ver una nueva entrega de la parodia nacional. Por centrar aún más el alcance del sainete, convendría añadir un tercer elemento identificativo: la parodia nacional residencial. Una obra que cumplió a la perfección aquello de que segundas partes nunca fueron buenas, visto el contenido de la primera entrega de la dilogía: el futuro de las residencias de mayores en nuestro país y sus alternativas, tratado, en junio de 2022, en el programa “Las claves del siglo XXI” de TVE. Ojalá que a ningún illuminati más se le ocurra dar cuerpo a una tercera parte para completar una trilogía, esta vez sí, de escándalo. Porque, para terceras partes buenas ya tenemos “El Señor de los Anillos: el retorno del Rey” -en muchos aspectos más verosímil como realidad generalizada que lo que tuvimos ocasión de apreciar el pasado jueves- o “El padrino III” -por momentos menos violento que lo que nos intentaron vender en semejante despropósito televisivo-, sin duda dos obras maestras del género.

Pero vayamos por partes. A estas alturas de la película, convendría realizar un análisis riguroso, sereno, equilibrado y, sobre todo, con conocimiento causal sobre aquello que queremos tratar, más allá del “me han dicho que”, “ya sabes que” o “esto pasa en todos los lados”. De alguna forma, se trataría de hacer un ejercicio crítico para refutar ciertos axiomas que empiezan a instalarse en la opinión pública como consecuencia de no se sabe bien qué intereses. Y como quiera que esta tribuna no intenta sino razonar sin ningún tipo de sesgo, bien o malintencionado, en mi opinión, “Hablando en plata: El escándalo de las residencias” fue un programa de claroscuros con predominio de nubarrones en el horizonte. En unas condiciones forzadas para desencadenar la tormenta perfecta, convendría descargar buena parte de todo el aparato eléctrico generado. Un cometido a conseguir, a diferencia de lo que nos proponen estos formatos tipo Torre de Babel, desde reflexiones objetivas sobre datos con garantías reales de extrapolación y proyección significativa al conjunto de las residencias del Estado. No vaya a ser que, como en el cuento “¡Que viene el lobo!”, perdamos toda credibilidad como proveedores de cuidados, y nadie nos escuche cuando tengamos que denunciar que las malas praxis se están consolidando como las señas de identidad de un sector en declive ético y moral, prejuzgado y sentenciado, y, con escasas posibilidades de reversión. Quizás esté equivocado, pero según escucho lo que escucho me da la sensación de que efectivamente eso es lo que está ocurriendo. Afortunadamente, trabajo en el sector y soy testigo directo de una realidad muy distinta.

Acto 1 (introducción): la parodia nacional y la chapuza muestral

Las evidencias empíricas mostradas en el programa no cumplen ninguna de las premisas básicas y comunes en cualquier proyecto de investigación que se precie.

Mi amigo Josep de Martí se cansó de advertir al respecto, pero en un contexto en el que no hay mayor sordo que aquel que no quiere oír, el propósito es poco menos que una misión imposible. En cualquier caso, gracias sinceras por tu esfuerzo, Josep.

Yendo a la dimensión técnica de la cuestión, cabría recordar a el/la próximo/a illuminati -insisto en el desasosiego que me produce esta posibilidad- que, de acuerdo con los principios de la estadística inferencial, la selección de una muestra representativa para determinar el valor de una proporción es una de las claves del proceso investigativo.

Para estimar -inferir- el porcentaje de residencias que descuidan sistemáticamente la nutrición de sus residentes, la muestra debería haber sido sustancialmente mayor y, además, los resultados deberían haber estado acompañados por los valores correspondientes al error muestral y al nivel de confianza. En otras palabras, la muestra, para un error muestral del 5% y un nivel de confianza del 95%, debería haber contado con el contraste opinante de 359 centros, cantidad efectivamente muy superior al número de residencias que ilustraron las conclusiones de algunos defensores de las malas praxis sistémicas.

Por añadidura, y este es un fallo metodológico mayúsculo, la composición de la muestra debería obedecer a criterios de aleatoriedad y no a estrategias de “tiro hecho” que, evidentemente, no hacen sino argumentar una hipótesis inicial nula claramente sesgada (en todas las residencias del Estado, las personas cuidadas no comen en condiciones).

Fin del primer acto: “Más que adaptarnos a la realidad, adaptamos la realidad a nuestras creencias. Para ello podemos llegar a rechazar los hechos y los datos. Lo llamamos disonancia cognitiva” (Redoli D., 2017)

Acto 2 (desarrollo): la parodia nacional y la mala praxis estructural

Huir de los estereotipos debería ser algo consustancial a cualquier proyecto de investigación, salvo que se busque condicionar los resultados a determinadas premisas de partida sin mayor criterio analítico o metodológico.

Quienes llevamos décadas trabajando en el cuidado a los colectivos más vulnerables somos conscientes de que todo, absolutamente todo, es mejorable. Faltaría más. Sin embargo, más allá de la opinión, sin lugar a dudas respetable, de algunos/as advenedizos/as a la discusión sobre el estado de las residencias, hay un hecho innegable por constatable: el cuidado en 2023, incluso en contraste con los principios que deben guiar la transición al paradigma residencial de futuro, es indiscutiblemente mejor que a finales del siglo XX. Con toda probabilidad, la mayoría de personas usuarias y profesionales (directos o plantillas de personal de los centros, y, asimismo, indirectos o representantes de la correspondiente Administración pública reguladora de nuestra actividad) no podrían negar esta evidencia con razones objetivas ni por razones obvias. No, al menos, en el territorio foral del que tengo un especial conocimiento de causa: Gipuzkoa.

Intentar que paguen justos por pecadores no es la mejor manera de arrimar el hombro en la construcción del modelo de futuro. De igual modo, trascender una imagen distorsionada y alarmista de la realidad residencial, como estrategia para un necesario cambio de paradigma, no parece constituirse en el motor de avance más eficaz, por cuanto de prejuicio e inverosimilitud tiene en la medida que no es fiel reflejo de la realidad más extendida. La preocupación por la mejora continua es lo realmente estructural de nuestro sector y no, como se quiere demostrar con insuficiencia de muestra, un conjunto de malas praxis en progresión casi capilar.

En esta construcción de un futuro consolidado y garante, señor Chicote, hemos estado, estamos y estaremos muchas y muchos profesionales. Sin pausa, sin ruido y, no pocas veces, sin medios, con vocación por nuestro trabajo y por empatía y respeto hacia esas mujeres y hombres que han construido el estado de bienestar que hoy disfrutamos -como bien apuntó usted-, seguiremos trabajando por la mejora continua, si bien siempre habrá casos no representativos del buen hacer que, evidentemente, habrá que detectar, denunciar y sancionar.

Fin del segundo acto: “De lo que te digan no creas nada, y de lo que veas, solo la mitad” (Mann T., 1895-1955)

Acto 3 (desenlace): la parodia nacional y el marco económico-legal

Las lecciones de la crisis del Covid-19 deberían guiar la transformación del paradigma; el paradigma, a su vez, debería ser consecuencia del consenso entre los distintos agentes como paso previo a su legitimación social.

El futuro presenta dos coordenadas que marcan el plano de la transición: la económica y la legal. La primera coordenada condiciona el potencial del cambio y, a este respecto, el Estado es un delirio de costes y precios para atender a un mismo perfil de residente; la segunda coordenada o marco legal, debería recoger el guante de la disponibilidad presupuestaria para fijar los estándares de calidad de vida, velar por el cumplimiento de las expectativas de las personas usuarias a distintos niveles y, por descontado, diseñar los modelos evaluativos de futuro (inspección y evaluación continua). De estos temas, constitutivos del fondo de discusión, el programa aclaró entre poco y nada. Quizás en la tercera entrega de esta insensatez informativa, alguien se atreva a plantear este tipo de cuestiones y se lleguen a analizar, en profundidad y con método científico, los efectos multidimensionales de cuestiones tan trascendentales como, por ejemplo, los criterios de acreditación y calidad. Y, en especial, de los mecanismos de financiación contemplados, las ratios propuestas y las arquitecturas teóricamente garantes del mejor cuidado.

Fin del tercer acto: “Enfoque y concentración: la distracción es la obstrucción a la construcción” (Chabat A., 2006)

¿Se cumplirán mis peores presagios y algún otro medio audiovisual nos presentará un nuevo programa sobre la pésima calidad de los cuidados para personas mayores titulado, por ejemplo, “Las residencias vuelven a su origen: la beneficencia como clave de futuro”? Visto lo visto, no sería de extrañar. El tiempo lo dirá…

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