Cuando se aprobó la Ley de Eutanasia en España en marzo de 2021, qué aplicación tendría ésta en las residencias de mayores fue algo que se planteó, aunque no como algo demasiado relevante, a la vista de lo poco que podemos encontrar en internet. A quien me pregunta siempre le recomiendo leer esto que escribió el abogado Jaime Fernández-Martos en Dependencia.info al poco de entrar en vigor la ley.
Una pregunta clave es: ¿se puede negar una residencia a que se practique allí una eutanasia? Si tomamos la letra de la ley la respuesta debería ser “no”, ya que ésta dice que “el acceso y calidad asistencial de la prestación” no podrán ser menoscabados por la objeción de conciencia “ni por el lugar donde se realiza”. Si ampliamos la perspectiva la cosa se complica un poco, ya que, como recoge Fernández-Martos, la resolución 1763 del Consejo de Europa (no vinculante, pero sí significativa) al pronunciarse sobre el derecho a la objeción de conciencia en el ámbito sanitario, establece que “ninguna persona, hospital o institución será coaccionada, considerada civilmente responsable o discriminada debido a su rechazo a realizar, autorizar, participar o asistir en la práctica de un aborto, la realización de un aborto involuntario o de emergencia, eutanasia o cualquier otro acto que cause la muerte...”.
Aunque en teoría se podría producir un conflicto cuando alguien quiera la eutanasia en una residencia y los propietarios de la misma no quieran que ésta se lleve a cabo en sus instalaciones, no me consta que haya sucedido todavía. Creo que el motivo es de momento una cuestión de números. ¿Cuántas eutanasias se llevan a cabo en España cada año? 180 en el primer año de aplicación de la ley. Con tan pocos casos, todavía es bastante más probable que la eutanasia se lleve a cabo en hospitales.
Donde sí se llevan a cabo eutanasias en residencias es en países como Holanda o Suecia. Pensemos que en Holanda, con una población equivalente a una tercera parte de la española, se produjeron en 2021 hasta 7.766 muertes por eutanasia. O sea, por cada muerte asistida que se produce en España, en Holanda el número es 44. Y esto es así porque el suicidio asistido y la eutanasia están tan aceptados en los Países Bajos que el 87% de la población dice apoyar su existencia.
En Suiza, que se ha convertido en uno de los destinos elegidos por parte de personas que sufren y quieren ser ayudadas a morir sin que eso sea posible en sus países, ha surgido una polémica, ya que una clínica que ayuda a facilitar la eutanasia está exigiendo que las residencias privadas de Zurich digan claramente si, en caso de ser solicitado por un residente, permitirían que se le pueda ayudar a morir en la propia residencia.
El motivo, según esta noticia, es que una decisión judicial permite en ese cantón que las residencias privadas puedan elegir que en sus instalaciones se pueda practicar la eutanasia. Según la organización Exit, las residencias deberían decirlo claramente antes del ingreso para que los residentes puedan elegir si quieren ingresar en un lugar que, llegado el momento, les obligará a trasladarse a otro lugar si eligen la eutanasia.
Todavía estamos lejos de que algo así suceda en España, pero una vez que la ley ha abierto la puerta a que la muerte pueda ser una elección para personas enfermas que sufren mucho, lo lógico es que aparezcan situaciones no previstas que tengan que irse afrontando.
Pensemos que en la misma Suiza, Pierre Beck, vicepresidente de Exit, fue sentenciado en 2019 a una multa y a cuatro meses de cárcel (pena suspendida, no llegó a ingresar en prisión) por ayudar a una mujer sana de 86 años, que pidió suicidarse con su marido, gravemente enfermo. Ella decía que la situación de su marido también le producía a ella un dolor intenso, por lo que prefería dejar de vivir con él. Sin embargo los jueces entendieron que en Suiza el suicidio asistido por “sufrimiento existencial” no está recogido como una forma de eutanasia cubierta por la ley (lo dice esta noticia y también esta otra). Esa misma situación podría haber tenido una respuesta diferente en Holanda, país que entiende el concepto sufrimiento desde una perspectiva mucho más amplia.
O sea, que nos toca prepararnos para un cambio que ha tenido lugar en otros países y, posiblemente, también lo tenga aquí. Todavía no lo escucho como una realidad, aún así, creo que sería un buen ejercicio que en cada residencia se pregunte, qué harían ante una situación en la que un residente nos pida que le ayudemos a morir.