Eduardo Frank es un reconocido arquitecto argentino que ha dedicado buena parte de su carrera profesional a hacer de “gerototecto” es un arquitecto familiarizado con la gerontología y la ciencia del envejecimiento. Le agradecemos mucho que haya querido compartir con Dependencia.info esta reflexión sobre arquitectura y envejecimiento titulada Habitar la Vejez. El documento está dividido en seis partes.
Primera parte
HABITAR LA VEJEZ
EL ROL DEL ESTADO Y EL DISEÑO INCLUSIVO
Si se estudia el modo en que los países que más seriamente han encarado este nivel de arquitectura, lo que se comprueba de inmediato es una constante: que antes de remitir a consideraciones de orden técnico o académico, habla del sistema de organización político institucional, esto es, de una fuerte y decisiva intervención del Estado.
El Estado es un agente de imprescindible protagonismo en la determinación de políticas oficiales destinadas a la atención general de la ancianidad. Hace ya unas cuantas décadas que la ancianidad, así como el desequilibrio entre sectores socialmente activos y pasivos en un mundo que acelera vertiginosamente los índices de prolongación de la expectativa de vida, deberían haberse convertido en una cuestión de Estado. Desde todo punto de vista, si hubiera que subrayar las penurias en relación con la ancianidad, lo primero a destacar es la despreocupación del Estado en el área referida al hábitat para las personas mayores.
Así entonces, es difícil imaginar que una serie de emprendimientos individuales pueda colaborar eficazmente en la perspectiva que nos interesa: generar, a través de la reflexión y la práctica arquitectónica, mejores condiciones de vida para la vejez. Resulta desde todo punto de vista evidente que ese objetivo demanda una transformación profunda y generalizada de las prácticas del Estado y, consecuentemente, de la cultura social en torno de la ancianidad.
A medida que se avanza en la reflexión de esos problemas, se va confrontando con una puesta en crisis de los valores contemporáneos y las prácticas de diseño. Articulado sobre sistemas mecánicos, deshumanizados y uniformes que imponen límites comerciales, económicos y de moda, el diseño arquitectónico supone una pérdida de su sentido estricto, genuino, que es el de atender
necesidades singulares, de orden material y espiritual, de mujeres y hombres singulares y concretos: producir formas arquitectónicas de la vida.
Este tiempo avasallador exige una crítica moral, ética, estética y filosófica del quehacer de los arquitectos. El modelo regional más extendido de Arquitectura Gerontológica revela de inmediato el estado general de abandono, degradación y miseria que envuelve y golpea nuestra ancianidad contemporánea.
Correlativamente, la arquitectura para la vejez, que hace ya más de cuatro décadas viene creciendo y perfeccionándose en contextos nacionales que adoptaron políticas más racionales, es un fenómeno, tanto en el plano práctico como en el teórico, ignorado en cuanto disciplina profesional y académica. No constituye tampoco una especialidad en la formación de posgrado, ni ha alcanzado una difusión sólida a través de seminarios, cursos o congresos de gerontología. La Arquitectura Gerontológica suele confundirse con algunos principios elementales de la arquitectura para discapacitados. El conocimiento alcanzado es, en general, muy rudimentario y está asociado con lo que se llama barreras arquitectónicas. En un sentido amplio, el estudio de “barreras” está orientado a soluciones arquitectónicas para el tratamiento de alguna discapacidad física, motora o sensorial, pero no tiene en cuenta que la vejez supone una superposición de diversos tipos de dificultades, multicausales que no solo pertenecen a la esfera física. Además, los viejos, por ser viejos no son discapacitados, pero forman parte de un particular grupo de desplazados sociales.
Más que considerar un catálogo exhaustivo de recetas para evitar barreras físicas, habría que pensar la arquitectura, toda la arquitectura, teniendo en cuenta los principios del Diseño Universal. Mal llamado “Universal”, ya que las personas están muy lejos de poder ser universalizadas, deberíamos llamarlo Diseño Inclusivo. Generalmente los profesionales que se desempeñan en el ámbito del diseño (Urbanistas, Arquitectos, Diseñadores Industriales, Interioristas, etc.) toman al denominado “hombre medio” como parámetro para sus diseños. La talla y capacidades físicas de este “hombre medio” han sido obtenidas a través de datos recogidos de muestreos, los cuales fueron luego normalizados. Sin embargo, no existe ser humano alguno que se adecue a las proporciones y facultades medias; cada persona se desvía de la media en mayor o menor grado. Por lo tanto, es necesario un diseño que se acomode a toda la población, contemplando ciertos criterios que integren las distintas necesidades.
Siete Principios del Diseño Inclusivo:
1. El Uso Equitativo
El diseño es útil y vendible a personas con diversas capacidades, ya que proporciona las mismas maneras de uso para todos los usuarios: idénticas cuando es posible, equivalentes cuando no lo es, y evita segregar o estigmatizar a cualquier usuario. Las características de privacidad, garantía y seguridad deben estar igualmente disponibles para todos los usuarios, así como un diseño atractivo.
2. La Flexibilidad en el Uso
El diseño se acomoda a un amplio rango de preferencias y habilidades individuales, de forma tal que ofrezca posibilidades de elección en los métodos de uso, que pueda accederse y usarse tanto con la mano derecha como con la izquierda, que facilite al usuario la exactitud y precisión y que se adapte al paso o ritmo del usuario.
3. El Uso Simple e Intuitivo
El uso del diseño es fácil de entender, atendiendo a la experiencia, conocimientos, habilidades lingüísticas o grado de concentración actual del usuario. Esto implica eliminar la complejidad innecesaria, que sea consistente con las expectativas e intuiciones del usuario, que contemple un amplio rango de alfabetización y habilidades lingüísticas, que dispense la información de manera consistente con su importancia y que proporcione avisos eficaces y métodos de respuesta durante y tras la finalización de la tarea.
4. La Información Perceptible
El diseño comunica de manera eficaz la información necesaria para el usuario, atendiendo a las condiciones ambientales o a las capacidades sensoriales del usuario. Para ello puede utilizar diferentes modos para presentar de manera redundante la información esencial (gráfica, verbal o táctilmente) y proporcionar contraste suficiente entre la información esencial y sus alrededores. También puede ampliar la legibilidad de la información esencial y diferenciar los elementos en formas que puedan ser descritas (por ejemplo, que haga fácil dar instrucciones o direcciones). Bajo este principio, el diseño se compatibiliza con varias técnicas o dispositivos usados por personas con limitaciones sensoriales.
5. La Tolerancia al Error
El diseño minimiza los riesgos y las consecuencias adversas de acciones involuntarias o accidentales. Dispone los elementos para minimizar los riesgos y errores: utiliza los más comunes y accesibles, y elimina, aísla y/o tapa los elementos peligrosos. Proporciona advertencias sobre posibles peligros y errores, proporciona características seguras de interrupción, y desalienta acciones inconscientes en tareas que requieren vigilancia.
6. El Bajo Esfuerzo Físico
El diseño puede ser usado de forma eficaz y confortable y con un mínimo de fatiga. Para ello, puede permitir que el usuario mantenga una posición corporal neutra, que utilice de manera razonable las fuerzas necesarias para operar y que minimice las acciones repetitivas y el esfuerzo físico continuado.
7. El Espacio y Tamaño para Acercamiento y Uso
Puede proporcionar un espacio apropiado para el acceso, alcance, manipulación y uso, atendiendo al tamaño del cuerpo, la postura o la movilidad del usuario.
Esto implica un diseño que proporcione una línea de visión clara hacia los elementos importantes tanto para un usuario sentado como de pie, que el alcance de cualquier componente sea confortable para cualquier usuario sentado o de pie. Asimismo, supone una adecuación a las variaciones de tamaño de la mano o del agarre y considera el espacio necesario para el uso de ayudas técnicas o de asistencia personal.
Marco teórico
La arquitectura para la vejez requiere, inevitablemente, de otros saberes. La interdisciplina permite la superposición de capas sobre capas, la interacción de distintos saberes que da complejidad y sinergia a la teoría arquitectónica referida a esta temática.
Si bien un médico, un asistente gerontológico, un terapista ocupacional, un kinesiólogo y un psicoanalista, proporcionan saberes sobre la condición particular de la vejez, es necesario considerar un Marco Teórico más vasto y conceptual.
La Psicología de la Gestalt resulta un aporte importante a nuestra materia, ya que elabora la Teoría de la Forma, que nos permite entender mejor el espacio y los elementos que lo componen y su relación con la psiquis individual. Ni el individuo ni el medio se caracterizan separadamente. El medio existe en la medida que el individuo lo percibe. El cerebro opera holísticamente y se refiere a la capacidad de los sentidos de la formación de formas. La forma como TOTALIDAD, no como la sumatoria de simples curvas y rectas, sino como sistemas de objetos que, por su proximidad, simetría, similitud, continuidad tienden a formar grupos con un significado específico.
A su vez, otra rama de la Psicología, la Ambiental, que estudia la experiencia humana ligada al ambiente y la ecología, nos ayuda a considerar la relación del individuo con el medio dentro del cual evoluciona y vive. El medio ambiente es parte constructiva del comportamiento humano.
Para comprender mejor la relación kinestésica del humano dentro del espacio, James Gibson define al Sentido Háptico como un suprasentido tridimensional relacionado con la orientación posicional, con el medio y con la experiencia arquitectónica, que comprende los sentidos de la vista, del oído y del tacto. Operando, según las teorías de la Gestalt, desde la TOTALIDAD de las formas.
También define a la Memoria Háptica o memoria espacial como la acumulación de dicha experiencia a través del tiempo.
En su entorno habitual, las personas van adquiriendo esta Memoria Háptica que muchas veces permite moverse en los espacios aprendidos sin necesidad de racionalizarlos. Saben “de memoria” donde está la llave de luz, el balancín de la puerta, la entrada al baño, etc. Cuando una persona se muda a una vivienda nueva o a una institución, requiere muchas veces de la ayuda de profesionales para “aprender” el espacio, a utilizar y moverse en el nuevo hábitat.
Por otra parte, el estudio de la Profecía Autocumplida que aporta la Psicología, también resulta esclarecedor. Dicha profecía indica que, cuando a una persona se le adjudican atributos de incapacidad, disminuye su independencia y entra en una espiral de sobreprotección que va paulatinamente generando más dependencia. A esta altura es innegable la influencia del entorno y de la palabra en la psiquis. Cuando uno le dice a una persona que no puede, que es incapaz de autovalerse, esas palabras se traducen en comportamientos. El entorno nos conmueve positivamente o negativamente, y lo que es más grave puede dejarnos indiferente. Influye en nuestra formación y en nuestro estado de ánimo.
Desde la Antropología también podemos identificar aportes relevantes. Edward Hall, acuña el concepto de Proxémica, para analizar el empleo que las personas hacen del espacio que los rodea y su relación con otros seres, a partir de su pertenencia cultural específica. Utilizando un diagrama de círculos imaginarios concéntricos y teniendo en cuenta la proyección del sonido de la voz, el autor define las distancias proxémicas como Espacios Íntimo, Personal, Social y el Público. La proxémica entonces, nos ayuda entender las implicancias de la vulneración de los mismos y sus consecuencias.
Cuando la tensión psicológica se acumula en las personas a raíz de estas vulneraciones se va perdiendo la calma, aparece el stress, y se acumulan sutiles pero profundos cambios en la salud psicofísica.
Es así como aparecen las Distancias Vulneradas y las Distancias Críticas que operan sobre las personas vulnerables de forma diferencial según cada cultura.
Por su parte, Marc Augé, antropólogo francés especializado en etnología, sustenta su teoría de los “No Lugares” como los espacios donde se experimenta la desarticulación y la suspensión de la experiencia. Un no lugar es un espacio donde el encanto de la casualidad y del encuentro se pierden. Se pierde la narrativa de interrelación social y se ausenta la teatralidad de la vida.
Especialmente en los geriátricos proliferan espacios donde la experiencia vital queda relegada.
Esta selección de aportes que provienen de otras disciplinas, es arbitraria -si se quiere- y para nada exhaustiva, y constituye según mi criterio particular, una ideología y una filosofía del diseño que debemos complementar con nuestro saber de hacer arquitectura, y así darle forma a la arquitectura gerontológica.
Arq. Eduardo Frank
Arquitecto / Gerototecto
Mat. N° 11736
frankeduardo@estudioefrank.com.ar
Un “gerototecto” es un arquitecto familiarizado con la gerontología y la ciencia del envejecimiento