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“Póngale la contención a mi madre, como en el hospital”

Por Josep de Martí
Sujeciones.
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Sujeciones. (Foto: Cáritas)

Una breve introducción:

Recientemente se ha hecho pública la instrucción que la Fiscalía General del Estado ha enviado a la totalidad de fiscales que trabajan en España para que vigilen el uso de contenciones físicas y farmacológicas que se llevan a cabo en residencias de personas mayores y centro sociosanitarios.

Esta situación me lleva recuperar un caso práctico de hace cuatro años que creo que, de repente ha recuperado la actualidad y que he actualizado un poco a la circunstancia actual. En el caso original contamos con la opinión de la doctora Ana Urrutia, Antonio Burgueño y José Pascual, cuya lectura recomiendo,

Y aquí, el caso

En la residencia Las Marismas, de la que por cierto eres director/a, lleváis unos años comprometidos con la mejora de la calidad los servicios, lo que os ha llevado a intentar reducir y, si se puede, eliminar el uso de contenciones.

No ha sido el factor más importante, pero algo ha influido en vuestra decisión el conocer la existencia de la Instrucción de la Fiscalía General del Estado núm. 1/2022, de 19 de enero, sobre el uso de medios de contención mecánicos o farmacológicos en unidades psiquiátricas o de salud mental y centros residenciales y/o sociosanitarios de personas mayores y/o con discapacidad. Esa instrucción, que prevé que la Fiscalía pueda hacer inspecciones, se limita al uso de las contenciones en personas mayores y/o con discapacidad en los internamientos involuntarios realizados en las unidades de salud mental y su empleo en los centros residenciales y/o sociosanitarios. O sea, deja fuera del ámbito de control las contenciones que se utilizan en el entorno hospitalario.

En las Marismas pensasteis al principio pedir asesoramiento externo, pero optasteis por contratar una formación, leer lo que había escrito y empezar por vuestra cuenta. Así, después de un análisis inicial y la puesta en marcha de unas medidas sencillas conseguisteis reducir en más de la mitad las sujeciones físicas.

Recientemente ha pasado algo que os tiene preocupados.

La Sra. Ester Moral, de 87 años, que sufre una demencia que le impide tomar decisiones por sí misma, aunque no tiene sentencia que modificase su capacidad, fue una de las primeras a quienes le quitamos la sujeción. Tras hablarlo en la reunión del equipo valoráis que el motivo por el que tenía una contención durante el día era su tendencia a deambular con riesgo de caída. Hablasteis con sus dos hijas y les explicasteis que, quizás la contención que aplicábaos por el bien de Doña Ester le podía estar perjudicando más que lo que la protegía. Ellas se mostraron reticentes, pero escucharon los argumentos de los profesionales y consintieron.

Decidisteis probar a dejar que caminase por las salas con una discreta supervisión. El primer día, un ratito. Después, un poco más. Cambiasteis su sillón con cinturón de contención homologado por uno de los de tipo “relax” que recientemente habíais comprado que llevaba un mecanismo que elevaba los pies de forma que la señora Moral no tuviese contención, pero estuviese en una posición desde la que, cuando se quisiera levantar, tardase algo más que en un sillón normal, de forma que alguna auxiliar que estuviese en la sala pudiese ayudarla.

Visteis, para vuestra sorpresa, que en unos cuantos días fue cogiendo confianza. Pasó de necesitar ayuda para caminar a andar por su cuenta y, a pesar de que deambulaba sin aparente sentido y tendía a intentar abrir la puerta que daba a la terraza y que normalmente estaba cerrada, doña Ester pasaba bastante rato caminando. Cuando se sentaba parecía descansar y al elevar los pies se mostraba cómoda sin agitarse ni intentar levantarse continuamente.

No todos los casos fueron tan fáciles y rápidos como el de la Sra. Moral, por lo que estabais muy contentos con ella. Hasta el mes pasado. Ese día, la puerta de la terraza estaba abierta, doña Ester salió y no sabéis cómo, tropezó, cayó al suelo y se golpeó la cara con una silla.

Seguisteis el protocolo de caídas; viendo que podía haberse roto algo fue llevada al hospital donde pasó cuatro días. Por suerte, no hubo rotura, pero el regreso del hospital resultó algo más difícil de lo que habíamos previsto.

Las hijas de doña Ester os dijeron que lo primero que habían hecho en el hospital era ponerle a su madre un cinturón en la cama y otro en el sillón donde pasó parte del ingreso. Cuando ellas les comentaron a los médicos que en la residencia le habían retirado las contenciones éstos les dijeron que eso era algo que se podía hacer en algunos casos, pero en otros el cinturón era una prescripción médica imprescindible para evitar caídas. Las hijas os dicen que les gusta la residencia y que quieren que su madre siga con vosotros, pero quieren que vuelva a tener contenciones como las que tenía antes.

Habeis pedido a las hijas que vengan a una reunión del equipo y varios profesionales les han explicado que, aunque en apariencia una contención evita caídas, la evidencia científica demuestra que no es así. Incluso que el hecho de que su madre no llevase contención podía haber sido la causa de que finalmente todo hubiera quedado en un susto. “Las personas que llevan contenciones también se caen y cuando lo hacen se hacen más daño”.

Las hijas se muestran refractarias a los argumentos. “Si eso fuese así, en el hospital no le hubiesen puesto el cinturón en la cama y en el sillón”. Al final de la conversación nos dicen. “Pónganle las contenciones a mi madre como hacían en el hospital, por favor”.

¿Qué harías tú?

Autor del caso: Josep de Martí, Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.com

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