En algunas residencias, el cuidado se percibe en detalles que pasan desapercibidos para quien no mira de cerca.
Decidimos pasar un día entero en uno de los centros que trabaja con la cabina sensorial LUCIA para observar cómo influye realmente en la vida diaria. La conclusión es sencilla: cuando el bienestar se extiende, todo mejora.
La mañana arranca con otro ritmo
Marta, la directora del centro, nos lo explica con naturalidad mientras comienza la jornada:
“Queríamos encontrar una forma de acompañar mejor a las personas, pero no solo físicamente, también desde un punto de vista emocional. LUCIA nos ha permitido alcanzar un nivel de bienestar que antes no podíamos ofrecer”.
Las primeras sesiones del día parecen marcar un tono distinto en el ambiente. Las personas salen más presentes, más centradas. Quien antes mostraba tensión o rigidez ahora participa con más calma en las actividades matutinas. Lo que más llama la atención es que la calma se nota en el ambiente: una sensación de bienestar que se respira en cada gesto y en cada paso.
Para el equipo, trabajar así es más sostenible
Cristian, el fisio, resume de manera elocuente lo que ocurre después de entrar en la cabina: “Lo que más notamos es la relajación. Menos rigidez, menos agitación… y más facilidad para conectar con ellos.”
Esto se traduce en una dinámica más fluida y satisfactoria. La cabina no solo reduce el esfuerzo físico y el riesgo de lesiones: facilita la conexión con los residentes y alivia la carga emocional del trabajador, que ve resultados tangibles desde el primer día. Y eso, en un entorno tan exigente, marca una diferencia real.
Las tardes encuentran un equilibrio inesperado
María, una de las profesionales del centro, recuerda un caso que la marcó especialmente:
“A mí me sorprendió el caso de Emilia, una mujer menuda y nerviosa, que era incapaz de conciliar el sueño sin su medicación. Tras las primeras sesiones con LUCIA empezamos a verla tan tranquila, tan relajada… que fuimos reduciendo la dosis. Ahora duerme perfectamente sin ellas”.
A media tarde, cuando normalmente surgen más inquietudes o pequeñas desregulaciones, el clima es sorprendentemente estable. Las actividades suceden con más armonía, y quienes necesitan más acompañamiento lo reciben sin la tensión habitual. El efecto también llega a la noche: más serenidad, menos sobresaltos.
Una diferencia que no solo se nota: se siente
Marta lo resume con claridad: “Las familias sienten que damos un paso adelante. Esto forma parte de una atención más humana, más respetuosa con los deseos y el bienestar emocional de cada persona”.
LUCIA no sustituye nada: amplifica. Abre un espacio para el bienestar sensorial, facilita el trabajo y proyecta una imagen moderna y comprometida.
Y al vivir un día entero dentro del centro, se ve con nitidez algo que no aparece en ninguna ficha técnica: cuando una residencia cuida así, todo el mundo lo siente.
Artículo elaborado por ISENSI, especialistas en bienestar sensorial aplicado al cuidado.