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Lo importante es que duerma

Por Josep de Martí
Una mujer mayor en la cama de una residencia.
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Una mujer mayor en la cama de una residencia. (Foto: Gemini)

En la residencia Las Marismas, de la que, por cierto, eres directora, lleváis tiempo intentando que Agustina descanse mejor por las noches. Tiene 94 años, un cuerpo delgado y frágil, una demencia moderada, y una costumbre que se repite noche tras noche: pregunta por su marido:

- ¿Dónde está Ramón? ¿Ha llamado? ¿Está aparcando?

Ramón murió hace más de veinte años, pero Agustina no lo recuerda. Cada vez que alguien se lo dice, lo revive como si fuese la primera vez: se lleva las manos a la cara, llora desconsolada, repite “¡No me lo digas, no puede ser!”. A veces, incluso se desorienta y grita que alguien se lo ha llevado.

El equipo lo ha intentado todo: validación emocional, desviar la atención, fotos antiguas, música relajante, infusiones... Nada funciona tan bien como una frase breve que empezó a usar una auxiliar veterana:

- Ramón ha salido, pero me ha dicho que no tardará. Duerme un poco, y luego hablamos.

Y Agustina se relaja. No siempre, pero muchas veces. Se duerme en paz.

Con el tiempo, otras compañeras han adoptado la fórmula. No lo consideran una mentira, sino un modo de cuidar. De proteger. De evitarle un dolor innecesario que ni puede procesar ni va a recordar.

Pero hace unos días, la hija de Agustina apareció sin avisar, de noche. En ra residencia no sois estrictos con los horarios así que eso no suponía un problema. Entró en la habitación justo cuando una auxiliar decía aquello de “Ramón ha salido, pero vuelve pronto”. La hija se quedó parada. No dijo nada, pero al día siguiente pidió hablar contigo.

- Me parece una falta de respeto que traten a mi madre como a una cría. No quiero que a mi madre se le mienta - te dijo- . Aunque no recuerde bien, no merece que la engañen, además eso solo la confunde más.

Tú intentaste explicarle que la intención no era infantilizarla, sino ayudarla a dormir sin ansiedad. Que lo habían valorado, que era una práctica que se usa en muchos centros. Pero la hija no se movió un milímetro:

- No estoy de acuerdo. Eso no se le puede hacer a mi madre. Cuando era niña, muy pequeña, me dijo que los reyes y el ratoncito Pérez eran cuentos y me repitió mil veces que no mientes a quien respetas.

Desde entonces, el equipo está dividido. Algunas piensan que la hija tiene razón. Otras creen que hay que mantener la práctica por el bien de Agustina. Tú has convocado una reunión para revisar el tema con el comité ético de la entidad, pero mientras tanto, toca decidir qué se hace esta misma noche.

¿Qué harías tú?

Para reflexionar

  1. ¿Es ético utilizar la “mentira terapéutica” si con ello se reduce el sufrimiento?
  2. ¿Debería consultarse siempre a la familia antes de aplicar este tipo de estrategias, aunque sean comunes en entornos de demencia?
  3. ¿Qué pesa más: el bienestar inmediato de la residente o el principio de verdad?
  4. ¿Qué hacer si el equipo profesional y la familia tienen visiones opuestas? ¿A quién corresponde decidir?
  5. ¿Dónde están los límites entre cuidar, proteger, y manipular?

Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.

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