La actividad física se asocia con beneficios significativos en la salud cerebral, destacando su importancia en la prevención de demencia en personas mayores.
La escena es cotidiana: un paseo de 30–40 minutos, un poco de aire fresco, el ritmo cómodo de los pasos. Durante años intuimos que ese hábito «hace bien». Hoy, la ciencia empieza a dibujar con más nitidez cuánto y cómo nos protege. Un nuevo trabajo en Nature Medicine ha puesto cifras sencillas a una idea poderosa: moverse —aunque sea de forma modesta— se asocia a un enlentecimiento del deterioro cognitivo y de la acumulación de proteínas cerebrales vinculadas al alzhéimer en personas con riesgo elevado.
Según el análisis, caminar del orden de 3.000–5.000 pasos diarios podría demorar varios años la aparición de síntomas; entre 5.000 y 7.500 pasos, el retraso medio sería aún mayor. No es magia ni promesas milagrosas: es fisiología aplicada a la vida diaria.
No se trata de una anécdota aislada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años recomendando actividad física para reducir el riesgo de deterioro cognitivo, y las grandes síntesis de evidencia —como las comisiones de The Lancet— sitúan la inactividad física entre los factores modificables que, combinados, explicarían un porcentaje sustancial de los casos de demencia en el mundo.
En su actualización más reciente, la Comisión amplía el repertorio de factores y estima que abordar 14 de ellos podría prevenir o retrasar hasta alrededor del 45% de los casos. El ejercicio es un pilar de ese paquete preventivo.
Qué nos dice lo nuevo (y por qué importa)
El estudio que motiva titulares estos días analizó durante alrededor de 9–14 años a casi 300 adultos de 50 a 90 años, cognitivamente sanos al inicio, con mediciones objetivas de pasos, pruebas anuales de memoria y funcionamiento, y biomarcadores por PET para amiloide y tau.
Lo relevante no es solo el número de pasos, sino la asociación con una menor acumulación de tau —la proteína que mejor se correlaciona con el declive clínico— y con una pendiente cognitiva más lenta, sobre todo en quienes ya tenían amiloide elevado al inicio (fase preclínica del alzhéimer). No prueba causalidad, pero fortalece el vínculo entre moverse más y retardar la transición desde los cambios biológicos al deterioro perceptible.
Además, rebaja el listón de «lo útil»: no hace falta llegar a metas intimidantes de 10.000 pasos; umbrales intermedios ya se asocian con beneficio.
Este patrón encaja con la fotografía más amplia: ensayos clínicos y programas multidominio donde el ejercicio es pieza esencial han mostrado que mantener a las personas mayores activas preserva funciones y puede enlentecer el declive. El ensayo EXERT —12 meses, personas con deterioro cognitivo leve— observó mantenimiento de la cognición con programas estructurados tanto aeróbicos como de movilidad/estiramientos frente a cuidados habituales, con señales favorables en biomarcadores.
En paralelo, el estudio FINGER, referencia mundial, demostró que una intervención de dos años que combinó ejercicio, dieta, control vascular y estimulación cognitiva mejoró el rendimiento cognitivo en mayores con riesgo, y su red internacional (WW-FINGERS) está adaptando ese modelo a distintos países, incluida España.
Qué mecanismos explican el efecto protector
Moverse no "cura" el alzhéimer, pero sí parece modular rutas biológicas que hacen el terreno menos propicio para que la patología se traduzca en síntomas:
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Tau y neurodegeneración: La asociación entre mayor actividad y menor acumulación de tau en regiones vulnerables ofrece un mecanismo plausible para el enlentecimiento clínico observado en fases preclínicas.
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Riego cerebral y salud vascular: El ejercicio mejora el flujo sanguíneo y la función endotelial, reduce la rigidez arterial y ayuda a controlar hipertensión, diabetes y dislipemia, factores que aceleran el daño cerebral. Las guías de la OMS insisten en el control vascular y en promover actividad física como intervención de alto valor poblacional.
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Plasticidad sináptica: La actividad física incrementa BDNF y favorece la neurogénesis y la conectividad funcional, efectos asociados a mejor rendimiento cognitivo. Resúmenes científicos dirigidos a clínicos recogen estos efectos como parte de la base fisiológica del beneficio.
Recomendaciones prácticas: una "receta de ejercicio" para cerebro senior
Como la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología propone, se deben seguir pautas concretas, seguras y alcanzables, integradas en la vida cotidiana y escalables según capacidad funcional. No son «todo o nada»: cada paso suma.
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Pasos diarios: metas realistas y significativas
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Punto de partida: si hoy haces <3.000 pasos/día, el objetivo inicial es llegar a 3.000–5.000. Cuando sea cómodo, aspira a 5.000–7.500, rango que los datos recientes asocian con mayor beneficio en personas con riesgo biológico. Usa un podómetro o el móvil, pero evita obsesionarte: la consistencia importa más que el "récord".
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Aeróbico semanal (OMS) con adaptación senior
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Recomendación base: 150–300 min/semana de actividad moderada (caminar ligero, bici estática suave, natación) o 75–150 min/semana vigorosa, en bloques de 10–30 minutos. Para la mayoría de mayores, lo razonable es empezar con 5 días × 20–30 min a ritmo que permita hablar con frases cortas.
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Fuerza 2 días/semana
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Dos sesiones (20–30 min) centradas en grandes grupos musculares: sentadillas a silla, elevaciones de talón, presas con banda elástica, remo con banda, elevaciones laterales con mancuernas ligeras. La fuerza ayuda a mantener masa muscular, metabolismo y equilibrio, y potencia el efecto del aeróbico sobre autonomía funcional.
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Equilibrio y movilidad 3–5 días/semana
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Tai chi, ejercicios de unipodal con apoyo, traslados laterales, trabajo de tobillo y cadera, estiramientos suaves. Reducen caídas y mejoran la confianza motora, clave para sostener la actividad en el tiempo. (Componentes presentes en programas efectivos de los ensayos.)
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Multidominio: combinar es multiplicar
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La mayor protección emerge cuando el ejercicio se integra con alimentación tipo mediterránea, control de factores vasculares, estimulación cognitiva y vida social activa. Este enfoque —el «modelo FINGER»— es el camino más sólido para retrasar la fragilidad cognitiva.

Cómo empezar en 4 semanas (plan de iniciación)
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Semana 1: Camina 15–20 min/día (o 1.500–3.000 pasos). Añade 2 rondas de 5 ejercicios de fuerza con banda (10 repeticiones).
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Semana 2: Sube a 25 min/día (3.500–4.500 pasos). Mantén la fuerza y añade 5 min de equilibrio.
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Semana 3: Llega a 30 min/día (≈5.000 pasos). Fuerza 2×/semana y equilibrio 10 min/día.
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Semana 4: Consolida 30–40 min/día (5.000–7.000 pasos). Introduce una sesión aeróbica continua de 40–45 min si te sientes cómodo.
Regla de progresión: +10% semanal como máximo (en minutos o pasos). Señales de alarma: dolor torácico, disnea desproporcionada, mareo, palpitaciones o dolor articular intenso: detén la actividad y consulta.
Evidencia en contexto: qué podemos (y no) afirmar
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Lo que sabemos con confianza: Ser físicamente activo reduce el riesgo de deterioro cognitivo y se asocia a menor carga de síntomas con el paso del tiempo. Las guías de la OMS recomiendan explícitamente la actividad física para reducir ese riesgo; y la inactividad figura, desde 2020, entre los factores clave a modificar a escala poblacional.
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Lo que sugiere la evidencia reciente: En fase preclínica, moverse más se asocia a menos acumulación de tau y a un declive más lento, con «umbrales útiles» por debajo de los 10.000 pasos. Es una pieza mecanística coherente con la experiencia clínica y con observaciones de cohortes prolongadas.
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Lo que aún requiere confirmación: Aunque hay ensayos con resultados alentadores (EXERT) y programas multidominio con impacto (FINGER), necesitamos más ensayos aleatorizados que confirmen cuánto del efecto es causal y qué dosis, intensidades y combinaciones optimizan el beneficio en cada perfil. Los propios autores del estudio de pasos insisten en ello.
Claves clínicas para el profesional senior
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Triage funcional antes de prescribir ejercicio. Valora fragilidad, sarcopenia, equilibrio, comorbilidades (cardiovasculares, osteoarticulares), polifarmacia y riesgo de caídas. Ajusta la «receta» a partir de ahí. (Coherente con el enfoque de la OMS en intervenciones seguras y graduales).
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Establece objetivos conductuales y ambientales. Recomendaciones concretas (dónde, cuándo y con quién caminar), barreras previstas (clima, dolor, miedo a caídas) y soluciones (centros de día activos, grupos de paseo, bastones o andadores bien ajustados).
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Integra el control vascular. Hipertensión, diabetes y dislipemia no controladas reducen el rendimiento cerebral y anulan parte del beneficio del ejercicio. La Comisión Lancet recuerda que el abordaje conjunto de factores multiplica el impacto poblacional.
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Monitoriza con métricas sencillas. Pasos/día, minutos semanales, prueba de «levantarse y andar» (TUG), velocidad de la marcha, fuerza de prensión. Ajusta metas trimestralmente.
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Educa sobre expectativas. El mensaje honesto es: «el ejercicio no cura, pero retrasa y ralentiza». Explicarlo así mejora la adherencia y evita falsas promesas.
Preguntas frecuentes (y respuestas francas)
¿Sirve cualquier actividad o tiene que ser caminar?
Caminar es la opción más accesible para lograr los volúmenes que la evidencia asocia con beneficio. Bicicleta estática, natación o baile pueden reemplazarla si alcanzan intensidad y duración similares, y el trabajo de fuerza y equilibrio es complementario, no opcional.
¿A qué edad empiezo?
Cuanto antes, mejor. De hecho, aumentar la actividad entre los 45 y los 65 años podría proteger frente a alzhéimer en la vejez. Pero nunca es tarde para empezar: aun en mayores de 80, sumar pasos y sesiones de fuerza aporta seguridad motora y autonomía.
¿Cuántos pasos son "suficientes"?
La nueva evidencia sugiere beneficios ya desde 3.000–5.000 pasos/día, con un posible «techo» alrededor de 7.500 en este contexto. Más no siempre es mejor, y lo esencial es regularidad.
¿Y si ya tengo deterioro cognitivo leve?
Los programas estructurados —aeróbico moderado + movilidad/estiramientos o fuerza— han mostrado mantener la cognición durante al menos un año frente a cuidados habituales. Consulta para una prescripción segura y progresiva.
Una agenda para el sistema: hacer fácil lo que funciona
Las cifras de demencia en España crecerán con el envejecimiento de la población. La prevención no puede descansar solo en el individuo. Es imprescindible urbanismo caminable, circuitos seguros en barrios, programas municipales de «grupos de paseo», derivación desde Atención Primaria a «recetas de ejercicio», y colaboración con centros de día, asociaciones de mayores y recursos comunitarios.
Invertir en actividad física es política sanitaria inteligente: impacta al mismo tiempo en la función cerebral, la salud cardiovascular y la autonomía personal. (Las guías de la OMS enfatizan la escalabilidad poblacional de estas intervenciones).
Conclusión: pasos que suman años de lucidez
El mensaje que dejo como profesional del envejecimiento saludable es claro: moverse es medicina para el cerebro. No hablamos de entrenamientos heroicos ni de gimnasios intimidantes; hablamos de caminar —con cadencia, con constancia—, de dos sesiones de fuerza a la semana y de pequeños gestos que, sumados, cambian la trayectoria.
La evidencia reciente refuerza que incluso metas modestas (3.000–7.500 pasos/día) pueden traducirse en años de independencia cognitiva ganados para muchas personas en riesgo. Si lo hacemos bien —personas, familias y sistema—, convertiremos un hábito cotidiano en una de las mejores pólizas de seguro frente a la fragilidad cognitiva del mañana.
Referencias clave (selección)
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Nature Medicine (2025). Actividad física, pasos diarios y enlentecimiento del declive y la acumulación de tau en fase preclínica de alzhéimer (HABS).
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Mass General Brigham, nota de prensa y resumen del estudio.
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OMS (2019), Guías para la reducción del riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
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Comisión The Lancet (2020 y actualización con nuevos factores, 2024).
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EXERT RCT (2022–2025): programas de ejercicio en DCL y efectos sobre cognición/biomarcadores.
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FINGER y red WW-FINGERS: intervención multidominio y adaptación internacional (incluida España).
Jesús Cubero es experto del sector senior, socio de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, socio Fundador de las Unidades de Memoria Activa -UMA CARE-, y responsable del Área de Mayores de Mensajeros de la Paz.