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La confianza como premisa de trabajo

Por Dependencia.info
lunes 18 de agosto de 2025, 15:55h
Vicente Botella, médico geriatra.
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Vicente Botella, médico geriatra.

La desconfianza en una residencia y en su personal constituye un factor altamente perjudicial para la convivencia, la calidad asistencial y la percepción social del centro. Cuando las familias o los propios residentes sienten inseguridad respecto al trabajo de los profesionales, se genera un clima de tensión que afecta tanto al bienestar de los usuarios como a la motivación del equipo.

En el día a día, esta falta de confianza se traduce en múltiples consecuencias: aumento de quejas y reclamaciones, cuestionamiento constante de las decisiones profesionales, conflictos en la comunicación con las familias, sobrecarga emocional del personal y deterioro de la imagen institucional del centro. A largo plazo, la desconfianza erosiona la cohesión del equipo, reduce la implicación de los trabajadores y merma la satisfacción global de los residentes y de sus entornos familiares.

Los principales motivos que alimentan la desconfianza suelen ser:

1.- Transparencia insuficiente: cuando las familias perciben que no reciben información clara y regular sobre el estado de sus allegados.
2.- Errores en la atención: caídas, incidencias médicas o descuidos en la higiene o alimentación generan dudas sobre la profesionalidad del equipo.
3.- Alta rotación de personal: los cambios continuos de cuidadores dificultan la creación de vínculos sólidos y transmiten una imagen de inestabilidad.
4.- Falta de comunicación: la ausencia de espacios de diálogo y de escucha activa puede llevar a quejas no resueltas y a un sentimiento de opacidad.
5.- Estereotipos sociales: la visión negativa y generalizada sobre el sector residencial también condiciona la predisposición de algunas familias.

Para abordar y revertir la desconfianza, es necesario implementar acciones firmes y sostenidas:

• Transparencia informativa: mantener una comunicación continua, accesible y honesta con las familias, compartiendo tanto avances como dificultades.
• Profesionalización del cuidado: reforzar la formación del personal, aplicar protocolos claros y garantizar su cumplimiento con auditorías internas.
• Cercanía y humanización: promover un trato cálido, respetuoso y personalizado hacia los residentes y sus familias.
• Estabilidad laboral: mejorar las condiciones del equipo para reducir la rotación y favorecer relaciones duraderas con los usuarios.
• Cultura participativa: abrir canales de participación de las familias en comisiones, reuniones o actividades, implicándolas en la vida del centro.
• Gestión proactiva de quejas: dar respuesta rápida, documentada y empática a las incidencias, mostrando compromiso de mejora.

En conclusión, la confianza no se gana con discursos, sino con prácticas coherentes, estables y visibles. Un centro que invierte en comunicación, formación y participación genera un círculo virtuoso donde residentes, familias y profesionales comparten objetivos y satisfacción, sin la aceptación del bien hacer como preferencia es inviable nuestro cometido y trabajo.

El respeto ha de prevalecer.

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