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Residencias de mayores entre 9.000 y 12.000 euros al mes

Por Josep de Martí
lunes 09 de octubre de 2023, 22:25h
El fundador de Inforesidencias, Josep de Martí, junto a unas tejedoras en una residencia de Islandia.
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El fundador de Inforesidencias, Josep de Martí, junto a unas tejedoras en una residencia de Islandia. (Foto: Inforesidencias.com)

La pregunta la hago en Islandia durante el 40 viaje geroasistencial de Inforesidencias.com: ¿Cómo ves la residencia dentro de diez años? No sé qué parte queda perdida en la traducción, ya que responden tres personas y nuestra traductora nos resume la respuesta con una frase corta “no lo ven positivo”. Estamos en la única residencia privada con ánimo de lucro que visitamos durante el viaje, algo que no debe sorprender porque, como en otros países escandinavos, la mayoría de los centros son públicos o pertenecen a entidades privadas sin ánimo de lucro.

Un país con menos de 400.000 habitantes, con un 16% de personas de más de 65 años (o sea, bastante más joven que España), y que se encuentra con que ha adoptado un modelo escandinavo con unidades de convivencia de 10-12 plazas y ratios de personal cercanas a 1, que al final les cuesta entre 9.000 y 12.000 euros al mes por plaza, de los que el usuario paga como máximo unos 4.500; el resto lo asume la administración. Para poner en contexto las cosas, el salario de una enfermera ronda los 6.000 euros y el alquiler más bajo que puedes encontrar por un piso de un dormitorio en Reikiavik es de unos 1.500 euros al mes.

Hablamos con residentes y con los trabajadores y nos dicen que se encuentran bien y les gusta el trabajo. ¿Por qué no ven el futuro de forma positiva? Porque les cuesta muchísimo encontrar personal para trabajar, a pesar de pagar lo que pagan. Porque las últimas residencias que han construido les han salido tan caras que dudan que puedan construir muchas más y, sobre todo, porque la tendencia demográfica les lleva a un aumento considerable de personas mayores durante los próximos años. Ellos ven como posible respuesta una mayor implicación de las familias y allegados en el proceso de cuidado y mayor atención domiciliaria de forma que se retrase o se evite para muchos la necesidad de ingresar en una residencia. Hoy, un 6% de personas de más de 65 años y el 30% de personas de más de 90 viven en una residencia islandesa y a pesar de ello tienen listas de espera de tres o cuatro personas por plaza.

Esto hace que tras una fachada muy escandinava se oculte una realidad que se antoja muy “nuestra”: junto a algunas relucientes residencias recién construidas, con premio internacional de arquitectura incluido, hemos visto residencias más antiguas en las que la mayoría de los dormitorios son dobles y que funcionan de una forma más tradicional. Nos han hablado también de residencias aún más antiguas, construidas por las cofradías de pescadores en los años treinta del siglo pasado y remodeladas después en las que hay dormitorios triples. Cuando les hemos preguntado si pensaban transformarlas convirtiendo todo en individual nos han dicho que lo más seguro es que no puedan hacerlo debido a la gran presión asistencial. O sea, que no es previsible que desaparezca esa dualidad entre lo viejo y lo nuevo.

Y la verdad es que a los asistentes al viaje no les ha parecido nada mal lo que hemos visto. Una doble realidad, por un lado, urbana, en Reikiavik, donde se concentra la mitad de la población del país con algunas residencias de reciente construcción, y otra en zonas más alejadas en las que un conjunto de apartamentos y residencia dan servicio a tres municipios con una población tan dispersa que el punto más alejado se encuentra a 70 kilómetros del centro. Ahí nos explican que uno de los motivos que llevan a una persona mayor a vivir en una residencia es el aislamiento, o sea, el mismo que hace que estudiantes del instituto vivan en apartamentos situados al lado del mismo.

Dos cosas interesantes. Una: el modelo de Atención Centrada en la Persona que aplican en muchas residencias está inspirado o es directamente el conocido como Alternativa Eden, que creó en Estados Unidos el Dr. Bill Tomas centrándose en las tres plagas que matan a los mayores (aburrimiento, soledad y sentimiento de inutilidad) y que potencia mucho la presencia de niños, naturaleza y animales en las residencias.

La otra: la visita a una residencia que ha ganado premios internacionales de arquitectura con una construcción de base circular que recuerda vagamente una plaza de toros. Dentro un patio donde pueden salir a voluntad los residentes, aunque vivan con deterioro cognitivo, hacia fuera los dormitorios y alrededor del patio los pasillos acristalados. El edificio es como un canto a lo islandés, casi todo el material de construcción es local (la madera que cubre la fachada interior, el cristal e incluso el cemento que se ha mezclado con ceniza volcánica). Todo muy bonito.

Cuando nos explican las profesionales la vida en el centro nos dicen que les habría gustado participar más en el diseño, ya que encuentran que por encima de la belleza debería existir la “usabilidad”, algo que echan en parte de menos. Nadie pensó que quizás estaría bien que, además de los espacios de convivencia de las unidades, debería haber alguna sala donde poder hacer alguna fiesta o que un pasillo cubierto podría unir el edificio de la residencia con el hospital vecino donde les preparan la comida. Dejando esos detalles de lado, nos hacen pensar que estamos “muy lejos y muy cerca” de Islandia.

La residencia es de las más bonitas que he visto con habitaciones tan amplias que parecen apartamentos y un diseño interior muy acogedor. Hay tantos metros cuadrados por persona que en todo el edificio sólo caben 62 residentes.

En fin, ya de regreso en casa. En noviembre tenemos el viaje 41 que nos llevará a visitar residencias por España, concretamente en Málaga y Granada, donde queremos ver esos complejos para extranjeros de los que hemos oído hablar; alguna residencia de entorno rural, un centro de día que funciona juntamente con una guardería infantil y algún centro más. Para ese viaje ya no quedan plazas, pronto nos pondremos a trabajar en los del año que viene.

¿Quién se anima a venir?

Un poco sobre la foto de arriba: cuando visitamos residencias en los viajes nos suelen dejar fotografiar las instalaciones con la condición de que no aparezcan residentes ni trabajadores. En esta residencia estaba intentando hacer esas fotos cuando estas señoras, que hacían punto en una sala, me preguntaron por qué no me hacía una foto con ellas. Me pareció buena idea y éste es el resultado. Los calcetines y guantes que llevo en la mano y en el regazo los hacen ellas y los venden a los visitantes así que estuve encantado de volver a casa con regalos para la familia comprados a unas auténticas tejedoras islandesas y hechos con lana virgen de ovejas de Islandia. He pixelado sus caras, aunque queda un poco feo porque no les pregunté si querrían aparecer en mi tribuna semanal.

Las señoras situadas más a la derecha e izquierda me llamaron mucho la atención ya que, a pesar de vivir con un deterioro cognitivo, hacían punto con tres y cuatro agujas a la vez con una destreza envidiable. Toda una experiencia.

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