Hoy proponemos un caso práctico extraído de un Documento de Bienestar Social elaborado por el Gobierno vasco. Al final podéis encontrar la referencia al documento que recomendamos.
Fue tras una reunión con la familia de Julia, una residente del centro. Una familia que, como entonces solíamos decir, era "conflictiva". Su hija la visitaba casi a diario; en ocasiones venía también su nieta y no era raro que acabaran discutiendo con los auxiliares de la planta. Se quejaban y criticaban nuestra forma de organizar el trabajo; llegaron a acusarnos de no tratar bien a las personas…
Julia un día escuchó a los trabajadores del turno de tarde, en relación a la última visita, comentarios muy negativos sobre su hija y nieta. Dijo seriamente: "Es mi familia, es lo que tengo y las quiero. Las quiero mucho".
El dolor con que lo dijo nos hizo pensar y propusimos una reunión de la familia con el equipo de atención directa.
Queríamos comentarles cómo era el trabajo, cómo lo organizábamos, dónde podíamos llegar, dónde no y lo que en ocasiones podía parecerles falta de atención. La verdad es que no esperábamos gran cosa.
Pero nos sorprendió el resultado. Agradecieron la cita, escucharon con atención las dificultades que día a día teníamos y comprendieron nuestras razones. Dijeron cosas que no "cayeron en saco roto": que algunos comentarios nuestros les hacían sentirse culpables, que se sentían tratadas como familias "latosas" y que esto les hacía actuar a la defensiva. Nos hicieron alguna sugerencia sobre nuestro trabajo, algunas nada descabelladas… Tras esta reunión y otras que mantuvimos hubo un antes y un después. La familia cambió de actitud y nosotros hacia ésta.
Hablamos mucho de este caso. Nos dimos cuenta de que éste era el camino. Quizás podía funcionar con otras familias que también habíamos etiquetado de conflictivas o poco colaboradoras.
Estamos ahora organizando cómo mejorar la participación de las familias en los planes de cuidados.
(Ana M.ª y Marcos, profesionales de centro residencial)
En este modelo de atención, la mirada se dirige a las personas mayores pero también a sus familias. La atención centrada en la persona plantea intervenciones que tienen en cuenta las necesidades y preferencias de la persona mayor, pero no olvida las de su familia cuando ésta se ve implicada en el cuidado. Busca, por tanto, armonizar ambas situaciones, necesidades y visiones.
Reconoce a las familias no sólo como un soporte emocional difícilmente sustituible para las personas usuarias sino además como colaboradores naturales del equipo técnico que imparte cuidados y atención profesional. En consecuencia, aconseja la incorporación de las familias o allegados en el plan de atención de la persona siempre que ambas partes así lo deseen.
Esta es una visión válida tanto para los recursos de apoyo en el domicilio, como para los centros de atención diurna o los recursos de alojamiento.
Algunos estudios indican que las familias cuidadoras que cuentan con servicios formales de atención no ven reducido significativamente su nivel de estrés asociado al cuidado. Las familias, además del respiro que les facilitan los servicios profesionales, pueden requerir otro tipo de intervenciones. Por ello, articular programas de orientación, de formación o de intervención terapéutica suele ser necesario para conseguir un apoyo efectivo para las familias.
Pero surgen preguntas:
- ¿Cómo integrar el papel de los profesionales y el de las familias y allegados?
- ¿Cómo facilitar su participación en los cuidados y atención profesional? ¿Y si las familias no quieren implicarse más?
- ¿Cómo mantener una buena comunicación y cooperación entre profesionales y familiares?
- ¿Qué necesitan las familias cuidadoras y desde qué claves intervenir?
Extraido de LA ATENCIÓN GERONTOLÓGICA CENTRADA EN LA PERSONA Guía para la intervención profesional en los centros y servicios de atención a personas mayores en situación de fragilidad o dependencia.
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