Dentro de lo que se está llamando nuevo modelo de atención a las personas mayores dentro de lo que se está llamando nueva normalidad tras la pandemia, todo tiende a las unidades de convivencia, a atender y cuidar a grupos más pequeños de usuarios para que el trato sea más personalizado, para llegar a conocer mejor al residente, sus necesidades, ambiciones y poder aplicar con él una verdadera atención centrada en la persona.
Evidentemente, no les cuento nada nuevo, todo esto conlleva un mayor coste económico. Así lo persigue, por ejemplo, el Acuerdo Marco en la Comunidad de Madrid firmado hace poco y que viene a decir que se da más dinero por persona y día a cambio de que la persona mayor, residente-usuario de la residencia, tenga una atención de calidad. No es que antes la atención fuera mala o de poca calidad, no; pero ahora va a ser de más calidad. Lo que todos nos merecemos.
Pero en este punto me viene a la cabeza una reflexión, una pregunta existencial, diría que casi milenaria y, por avatares de la vida, no siempre bien entendida: ¿Qué es mejor, cantidad o calidad?
Más en serio, porque no me gustaría que pensara que trivializo con la pregunta, ¿usted qué prefiere, plazas residenciales de calidad o muchas plazas residenciales con un nivel muy aceptable de atención y cuidados?
A veces pienso que la contestación correcta y justa, es cantidad. No quiero que se me entienda mal. Soy, como todos ustedes, probablemente, un firme defensor de una atención que dignifique a la persona, pero digo cantidad porque se necesitan muchas plazas. Y la duda que sobrevuela mi cabeza es si con todas las camas que se necesitan no sería mejor no estar tan pendiente de la calidad de las que hay.
Lo ideal sería tener todas las necesarias, es decir, muchas y con una calidad excepcional, pero con los precios actuales de los conciertos, saben ustedes tan bien como yo que no estamos para utopías. Si cuesta un mundo subir el precio que paga una comunidad autónoma para que haya más calidad, ¿se imaginan para que haya muchas más plazas de muy alta calidad?
Pero sigo con mi duda existencial. Por supuesto que quiero unidades de convivencia y ACP, pero todo el que trabaja o está vinculado con este sector de los cuidados geroasistenciales se lee los informes de la Asociación de Directoras y Gerentes de Asuntos Sociales o bucea por los estudios de Envejecimiento en Red o descubre el dato en algún análisis sesudo de alguna consultora inmobiliaria sobre la necesidad de plazas residenciales en España.
Si no lo hacen, saben que cualquier información al respecto se podrá leer en Dependencia.info y en los últimos tiempos se ha constatado nuevamente que hacen falta muchos miles de camas en nuestro país. No solo atención en las residencias, cualquier tipo de atención para el número impúdico y amoral de personas que fallecen sin recibir ningún servicio ni cuidado pese a que por Ley tienen derecho después de habérsele reconocido un grado de dependencia.
¿Ya saben eso de la ratio de 5 plazas residenciales por cada 100 personas mayores de 65 años, según el criterio marcado por la OMS, no? Pues, según nos comentaban José Manuel Ramírez y Gustavo García, faltan 70.000 plazas en nuestro país, que ya tiene 389.031 camas para personas mayores en 5.542 centros.
Hasta 75.378 nuevas camas residenciales son necesarias según nos advertía también la Fundación Economía y Salud no hace mucho tiempo. La consultora Savills Aguirre Newman apuntaba en un informe que para cumplir con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, España debería crear unas 80.000 nuevas plazas. Esto son 1.000 residencias adicionales a las operativas en la actualidad.
Sé, como lo sabemos todos, que lo más difícil en la vida es buscar el equilibrio. Un equilibrio en todo, en decisiones y acciones, que nos procure el camino correcto. “Hacer lo correcto”, que escuchamos siempre en las películas. Por lo tanto, la pregunta, entiendo que incómoda, sería: Ante la falta endémica de fondos, de dinero, de financiación suficiente para cualquier acometida social, ¿qué es éticamente más urgente, plazas residenciales de calidad o plazas residenciales dignas y suficientes para que no haya ningún dependiente en lista de espera y con riesgo de morir?
No me atrevo a dar una respuesta. Podría llamar aleatoriamente a residencias de toda España y preguntar cómo lo ven sus trabajadores. Imagino que cada uno, con su criterio y su forma de entender la vida y el negocio, que todo es legítimo, tendrá una opinión que convenza, pero ¿cuál es, usted qué opina?
Pero es solo mi opinión y quizá la de alguno más...