El pasado 5 de julio leí un artículo de El País en el que planteaba un problema con el que las residencias llevamos lidiando años: la falta de personal de enfermería para asistir a los usuarios de residencias. Los usuarios cada vez nos llegan con más patologías, pero no hay enfermeros dispuestos a trabajar en residencias por múltiples razones: sí, el convenio paga muy por debajo que en otras ocupaciones, pero tener este perfil en plantilla no es solo obligatorio sino cada vez más necesario y sé a ciencia cierta que no es una cuestión de precio, porque todos estamos ya dispuestos a pagar y pagamos por encima de convenio a este perfil y, los que no tienen trabajo ya, prefieren seguir sin trabajo que cuidar a gente mayor. ¿Por miedo? ¿Por asco? ¿Por mala fama del sector? ¿Porque con la pandemia parece más seguro trabajar en la mercería de la esquina?
Los que nos dedicamos a la parte asistencial cada vez tenemos más miedo a que la Atención Centrada en la Persona se convierta de manera irreversible en Atención Centrada en el Covid19. Me explico, una residencia, como su nombre indica, es el lugar en el que se vive, en el que se hace vida: un hogar. La mayoría de recomendaciones y normativas recientes que tenemos que aplicar en residencias hablan de “vuelta a la normalidad”, pero si se centran en que los usuarios salgan del centro para estar con sus familias, pero dentro del centro, la normalidad brilla por su ausencia porque nos obligan a seguir trabajando como si fuera abril de 2020.
Uno de mis usuarios, cuando le fui a decir que ya no tenía que llevar mascarilla dentro de las zonas comunes, me preguntó si las personas que hacen la normativa saben cómo se vive en las residencias. Me decía que la normalidad no es salir al exterior, que la normalidad es poder hacer vida social, comer todos juntos, celebrar las fiestas todos juntos y no por unidades de convivencia, que lo que él quería era que dejáramos de una vez de dividirlos por grupos como si fueran un rebaño. Ah, pero las unidades de convivencia previenen el contagio, dicen. Ahora, ¿cómo le digo que la inspección ha cambiado la normativa y me obliga a pedirle que se ponga la mascarilla de nuevo en las zonas comunes?
En resumen, una residencia no es un hospital, no es un centro sociosanitario, es un hogar, un hogar donde hay enfermeras, fisioterapeutas, educadores sociales, psicólogos, la gente no está convaleciente todo el tiempo, al paciente no le dan el alta y se va a su casa… está en su casa. Eso hace que se creen vínculos con cada uno de los profesionales, vínculos que duran a largo plazo y hacen que el usuario se sienta en su hogar y eso, a mi parecer, es infinitamente más importante no solo para la salud del usuario sino también para su estabilidad emocional y para la tranquilidad de su familia.
Yo dirijo un centro de al rededor de 80 usuarios y he intentado no perder esta perspectiva durante toda la pandemia, hasta el punto en que muchos de los familiares tienen mi teléfono personal y siguen llamándonos sólo para saber cómo estamos tiempo después de que sus familiares fallezcan. ¿Qué tiene esto que ver con la enfermería?
Mi enfermera, que lo ha dado todo durante la pandemia, que ha trabajado con todo el equipo, codo con codo para que todos nuestros usuarios infectados sobrevivieran al covid19, tiene vacaciones en breve y a menos de una semana de esas vacaciones, la sustituta que teníamos se ha hecho daño y no puede venir, justo el día después de la publicación del artículo en El País. Y no, no puedo cambiar las vacaciones de la pobre enfermera, las necesita más que nada en el mundo.
Después de llamar a más de 30 currículums, agotar LinkedIn, Inforesidencias, contactos, el SOC, llamar a referentes de Salut y de Afers Socials… confirmo de nuevo que es una misión prácticamente imposible la sustitución y planteo al CAP, si vendrían a hacer las analíticas de control. Del resto, estoy seguro de que en contacto 24h con el doctor del centro, las auxiliares de enfermería que tengo de refuerzo podrán ocuparse de cualquier contratiempo y, después de la comunicación constante que tenemos con ellos desde la pandemia, considero razonable que los abuelos, como ciudadanos y personas adultas que viven en su casa, tienen el mismo derecho a ser atendidos por Atención Primaria que el resto en caso de necesidad.
Las palabras textuales del doctor referente del CAP fueron las siguientes: “Si no encuentras enfermera, te cerraré la residencia”.
Planteo la imposibilidad y explico que nos ha fallado en el último momento la sustituta, todos los pasos que he seguido, las plataformas en las que he estado buscando y que no somos la única residencia que se encuentra en esta situación. “No es mi problema, si no encuentras enfermera, te cierro la residencia. No por ti, sino por los abuelitos, porque es como si tienes una clínica dentista y no tienes dentista”.
Bien, no voy a entrar en si está en sus posibilidades cerrar la residencia o no lo está, pero quiero y debo hacer un par de reflexiones y disculpad si ahora mi opinión es un poco punzante.
En primer lugar lo de llamar abuelitos a los residentes es edadismo, infantilización y falta de respeto. No son abuelitos, tienen nombres y apellidos y dignidad.
¿Cómo mejora su situación que los echen de su casa? Son personas que en muchos casos tienen enfermedades mentales y deterioros neurológicos que lo único que generaría el cierre de la residencia es un empeoramiento general de su estado, por no hablar de las consecuencias sociales y psicológicas que podría tener en ellos y en las familias.
Después de un año de sacrificio por parte de todo el personal, de preocupación por los usuarios a los que queremos y cuidamos cada día… ¿Cómo mejora la situación amenazarnos con quedarnos sin trabajo? Después de un ataque de ansiedad sólo de pensar cómo aquello podía afectar al personal y a los usuarios, estaba claro que no iba a estar más capacitado ni más centrado para encontrar personal.
Si seguimos dejando que el punto de vista sanitario se quede como intruso en las cuestiones asistenciales acabaremos olvidando que lo que mantiene activa y viva una residencia es la calidad humana, el servicio a los usuarios desde la asistencia centrada en quiénes son, cómo son y qué desean.
Y no, no es como con una clínica dentista, a la clínica vas a que te curen, no a encontrar un hogar y una segunda familia.
Y ya que habéis leído hasta aquí… ¿conocéis algún enfermero para ayer?
La colaboración es de una directora de residencia que prefiere no dar su nombre porque tiene miedo a lo que le puedan hacer por escribir lo que escribe. Es triste que sea así, pero es algo relativamente común en directores de residencias. La fotografía, por cierto, no corresponde a nadie, es de de una página web (thispersondoesnotexist.com) que genera caras aleatorias usando rasgos de diferentes personas de forma que es un rostro que no existe.